EL-SUR

Viernes 26 de Julio de 2024

Guerrero, México

Opinión

God save the Queer!; réquiem por Michela Murgia

Federico Vite

Agosto 22, 2023

 

(Segunda parte y última)

Accabadora (Einaudi, Italia, 2009, 164 páginas), de Michela Murgia, está ambientada en un pueblo de Cerdeña, en 1950, la novela aborda la vida de una mujer que actúa como accabadora en una pequeña comunidad, es decir, mata a los moribundos a pedido de ellos o de los familiares. En cierta medida, lo que ella ejercita es una variante de la eutanasia. El relato es completamente lineal, la autora no está interesada en demostrar las habilidades para construir una maqueta sumamente novedosa sino que se permite trabajar sólo sobre los personajes de una manera tradicional y se sirve de los actos, bien justificados de los personajes, para anudar y desanudar los destinos que van tejiendo la trama. El núcleo es la relación entre Bonaria Urrai, la accabadora, y Maria Listru, una “fill’e anima” y protagonista de esta historia.
Tzia Bonaria es una costurera. De eso mantiene a “su familia”: dos adolescentes y María, la nueva hija; sobre quien recae todo el peso de la historia. La hija adoptiva que fue entregada a Urrai al comienzo del libro, pues la madre biológica, una viuda demasiado pobre para mantenerla, quien se desentendió de ella porque no la quiere.
El concepto, “fillus de anima” tuvo una gran importancia para Murgia, quien ha definido a muchas personas como “hijos elegidos” y ese concepto ha influido también en la denominación de “familia queer”. Maria y Tzia Bonaria establecen un vínculo que sólo se mantiene si cada una de ellas dice la verdad, no importa lo dolorosa que sea. Tener confianza en la otra es la única manera de mantenerse juntas. María, en la casa de Tzia Bonaria, experimenta la insólita sensación de haberse vuelto importante. No es la única “hija del alma” de Tzia Bonaira, pero es quien rápidamente establece un lazo sentimental con la accabadora.
Los días pasan sin novedades; las noches, en cambio, son toda una aventura. No sólo porque Tzia pensaba se desvelaba pensando cómo le daría de comer a sus chicas, quien junto a ella “no pasarían malos tratos”. Pero eran pobres y la comida era esencial para estar bien. Se las arreglaba como podía. Tzia Bonaria Urrai era vieja desde joven. No era viuda, pero sí soltera. Se comportaba como una viuda. Decían que su esposo murió en la guerra, pero la gente contaba otras cosas. Afirmaban, por ejemplo, que no fue la guerra la que le robó al marido, porque Raffaele Zincu no había muerto. Ellos creían que él, inteligente como era, había encontrado una mujer y se ahorró el viaje de regreso para explicarle a Bonaria todo lo ocurrido. La narradora cimenta en el lector la idea de que la muerte es una liberación, tanto para el que se queda como para el que se va. Es la libertad absoluta en este plano terrenal. María es una niña que atiende todos los chismes sin entenderlos. Está rodeada de mujeres que a pesar de que tienen vivos a sus maridos se comportan como viudas. Las mujeres imantan otra energía. Siempre.
Bonaria asiste a los llamados de su oficio. No culmina todos, “porque no es el momento” y cuando llegaba la hora de actuar lo hacía con piedad. No es alguien que vaya por el mundo quedando bien con los demás, sólo escucha a los que la solicitan, entabla diálogo con los familiares del moribundo, pero la voz cantante, la voz que permite toda acción, siempre es la de los postrados. María va entendiendo que Bonaria esconde algo, pero no se atreve a preguntarle nada al respecto. Tiempo después tuvo la oportunidad de tocar el tema largamente postergado y la respuesta hace que María saliera de Cerdeña, también que consiga un trabajo como niñera y traté de cambiar el rumbo de su destino; pero Cerdeña es un nudo en el corazón para María y ella debe regresar a darle fin a un enigma que Michela elaboró con sumo cuidado. En Accabadora se recrea –o reescribe– una leyenda. Eso implica necesariamente cambiar el punto de vista y el tono de un relato. Murgia lo logra. Convierte la historia de una mujer que da una buena muerte a los moribundos en una enseñanza acerca de los vínculos afectivos entre mujeres, lazos de apoyo y cariño que facilitan las relaciones vitales entre una generación y otra, entre una familia y otra. Insisto, esta es una novela que puesta en manos de un bisoño podría ser un relato gótico, pero tomada por una feminista el resultado es muy atractivo, porque Accabadora termina siendo una alegoría del buen vivir, aunque la parte más vigorosa del texto sea el tratamiento que se la da a la muerte.
Obviamente el morbo crece cuando se piensa en la accabadora como una mujer que usa un atuendo “más negro que la noche” y se “cubre la espalda con una chal sombrío” para deambular por las noches haciendo resonar los suecos por las calles del pueblo. Quien asume la humanidad de toda esa historia es justamente María. Sobre ella recae un aspecto, ¿por qué una costurera adopta a una niña? Dicho de otra manera, ¿por qué una mujer pobre protege y mantiene a una niña? ¿Por qué la hace convivir con tres mujeres más en una casa pequeña? Sería muy petulante decir que la enseñó a convivir sanamente con otras mujeres, pero la realidad de los hechos es otra. La accabadora le dio un poco de espacio y de apoyo a María para que la niña fuera ganando confianza en sí misma e hiciera con su vida algo más que soportar a una madre que la detesta. Insisto: debe leerse a esta novela como la reescritura de una leyenda, pero matizada por los ojos de María, por la comprensión del mundo que tiene la niña y gracias al buen trabajo de la voz narrativa el lector siempre está cerca de los personajes, cerca de las acciones, pero no los invade de manera omnisciente. Esa voz está ahí y narra los hechos, le permite al lector entender que todas las leyendas del mundo guardan historias de resiliencia femenina. Murgia nos recuerda eso. Ni más, ni menos. Una novela sencilla que comunica exactamente lo que una feminista quiere comunicar. Sirvan estas referencias textuales para invitarlo a conocer la obra de una narradora italiana sumamente interesante.