EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Guelaguetza, farsa y feminicidios

Tryno Maldonado

Agosto 02, 2022

METALES PESADOS

 

Guelaguetza proviene del zapoteco guendalezaa. Aunque en su origen tiene que ver con la reciprocidad y la ayuda mutua, colectiva, ha sido traducida y relacionada en las versiones folkloristas con los presentes y las ofrendas. En prácticamente todas sus acepciones, el vocablo ofrenda implica dedicar dones o bienes a un ente superior. Y no está exento, por su origen confesional, del matiz esencialmente religioso. Pero también, en los orígenes españoles de la castellanización y cooptación del propio concepto de la Guelaguetza, de una carga profundamente colonial y de subordinación.
La fiesta es el espacio por antonomasia para la organización de las resistencias de los pueblos. Suele ser cooptada por los colonos o los gobiernos partidistas en muy distintas épocas para disuadir de sembrar la semilla de la organización y el levantamiento. Es entonces que la fiesta se degrada, sin remedio, a un simulacro edulcorado, inerme, a un ámbito acotado en el que se simulan los rituales para darle salida a esas pasiones y potencias de la fiesta, pero en el que invariablemente se replican los mecanismos y las jerarquías de subordinación impuestas por el racismo y el orden colonial.
La Guelaguetza cooptada por los gobiernos partidistas, tal como se celebra hoy en día, no es más que el reducto de la condición colonial y del sistema de castas imperante.
La Guelaguetza no tiene su origen en los modos de organización de los pueblos mesoamericanos. Se ideó en 1932, durante el 400 aniversario de la fundación española de la ciudad de Oaxaca, por la dificultad que al Estado-nación le implicaba encasillar la enorme diversidad de sus pueblos y regiones. La Guelaguetza se concibió, bajo la naciente ideología y simbolismo nacionalista del PNR –más tarde PRI–, como un mero espectáculo.
Según explica Olga Montes García en La fiesta de la Guelaguetza: reconstrucción sociocultural del racismo en Oaxaca, “con el homenaje racial se buscó crear la unidad oaxaqueña a nivel de lo ideológico, pero poco se hizo para destruir el orden económico que tenía a los pueblos indios de Oaxaca sumidos en la miseria. Lo que se creó fue un espacio para legitimar la dominación sobre los indios mediante la reproducción del estereotipo de indio que la sociedad criolla quiere. A su vez, este espacio permite transmitir una idea sobre la sociedad oaxaqueña que poco tiene que ver con la realidad: una sociedad tolerante, plural, en donde todo está en orden”.
Hoy en día la Guelaguetza cumple esa misma función de folklorismo y domesticación para beneplácito de gobernantes y turistas nacionales y extranjeros. Vivimos en condición de “colonialismo interno”. Una condición social que pretende otorgar oportunidades y ciudadanía a los individuos, pero únicamente bajo criterios de exclusión o inclusión similares a los de la situación colonial. La Guelaguetza es una parte significativa de ese macro simulacro.
Así lo dejó claro la desmedida represión policial que sufrió la saxofonista mixteca María Elena Ríos al manifestarse pacíficamente durante la función vespertina de este evento oficial el pasado 25 de julio en el cerro de El Fortín. Las imágenes de lo ocurrido han dado la vuelta al mundo.
María Elena Ríos sobrevivió a un intento de feminicidio después de un ataque con ácido en septiembre de 2019. El agresor, Juan Antonio Vera Carrizal –un exdiputado y empresario que tiene fuertes vínculos con la fiscalía de Oaxaca y el PRI local– sigue libre; pero el gobierno le ha retirado las medidas de seguridad a María Elena, a pesar de que su vida y la de sus familiares corre alto riesgo. La última amenaza la recibió el 26 de abril, justo el mes en que las medidas de protección le fueran retiradas.
La manta que María Elena desplegó y por la que fue expulsada violentamente de la Guelaguetza decía: “Oaxaca feminicida”.
De inmediato, más de cien colectivas y organizaciones feministas, además de unas 200 mujeres, se sumaron a su protesta en un comunicado en repudio al actuar de los guardaespaldas del gobernador Alejandro Murat y los distintos cuerpos policiales que, en conjunto, reprimieron a la saxofonista de 29 años. Las acciones directas y protestas en la capital de Oaxaca refrendaron durante la semana restante de la “fiesta” de la Guelaguetza lo esencial de la denuncia de María Elena: en Oaxaca han ocurrido 667 feminicidios tan sólo durante el sexenio de Murat (de acuerdo con la contabilización de la organización Consorcio Oaxaca).
¿Qué ocurría en el palco del gobernador e invitados mientras María Elena era sometida por decenas de policías en el palco contiguo? La escena fue estremecedora por el contraste con la protección e impunidad total que se otorga a sí mismo el poder: el exsecretario de la Defensa Nacional Salvador Cienfuegos –acusado de narcotráfico por Estados Unidos, pero repatriado y protegido por los gobiernos del morenista Andrés Manuel López Obrador y del priista Alejandro Murat– repartía alegremente regalos a los asistentes a la gran farsa manchada con sangre llamada Guelaguetza.