EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Guerra y Paz

Silvestre Pacheco León

Enero 25, 2021

La Sputnik es la primera vacuna que se registró contra el coronavirus, la produjo Rusia que es el país más grande del mundo con una población de casi 150 millones de habitantes, dueños de una superficie de poco más de 17 millones de kilómetros cuadrados (México tiene 1.9 millones de kilómetros cuadrados de territorio) y es la potencia mundial que lideró a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en la llamada Guerra Fría contra Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial y hasta 1989, año en el que se produjo la caída del muro de Berlín y la reunificación alemana.
Durante su experiencia comunista, los rusos lograron convertirse en potencia económica gracias a que la riqueza del trabajo obrero dejó de ser propiedad de los burgueses y se convirtió en un bien público como lo plantea la teoría marxista.
Sin la apropiación privada del producto del trabajo, el Estado centralizó la economía y estableció las prioridades que exigía la confrontación mundial de aquel período en el que los países capitalistas se unieron en su contra por considerar que la experiencia soviética era una amenaza para los dueños del capital.
Con la vuelta al modelo de libre mercado auspiciado por la glasnot, que impulsó el reformador Mijail Gorvachov, el reacomodo de fuerzas al interior del Partido Comunista de la Unión Soviética que favoreció el ascenso de la derecha y el encumbramiento en el poder de Vladimir Putin como presidente de la Federación Rusa, su liderazgo del país está presente en el mundo, ahora en este tiempo de pandemia con la oferta de su vacuna Sputnik-V cuyo significado se traduce como “compañero de viaje” y la letra V que significa victoria sobre el coronavirus, la cual tiene fama de ser la más segura y completa de las que se encuentran en el mercado.
El gobierno mexicano ya anunció a través del secretario de Hacienda que comprará 12 millones de vacunas Sputnik-V para completar las dosis requeridas para inmunizar a toda la población.
Los rusos son, además de una potencia mundial avanzada, un pueblo solidario conocido en el mundo por su desempeño económico y sus avances científicos. En el deporte, el arte y la cultura ha tenido un papel destacado, con cientos de jóvenes campeones olímpicos que son aliciente para el desarrollo sano de los seres humanos, y la compañía Bolshoi que se pasea por el mundo mostrando lo más sofisticado del arte que alcanzan sus bailarines.
En literatura ha dado al mundo hasta cinco premios Nobel, los más conocidos, el poeta Boris Pasternak y el novelista Alexander Solyenitzin entre ellos.
Aunque inexplicablemente León Tolstoi no figura en esa lista, su novela Guerra y Paz es de las más leídas en el mundo (y también una de las más extensas), porque su atractiva trama en la que no falta el amor y el desamor se desarrolla en la vida cotidiana de unas pocas familias de la nobleza en la cual queda también expuesta la que viven sus siervos quienes misteriosamente se comportan como si dependieran de aquellos, y no al revés, dejando al lector que interprete el cambio que se produce en su conducta cuando la guerra los obliga a decidir como hombres libres.
El tema principal de la novela es la invasión napoleónica a la Rusia zarista de Alejandro I, poco tiempo después de haber hecho la guerra a España.
Como se sabe, la invasión francesa a Rusia se produjo en septiembre de 1812, pero pocos conocen que en su origen estuvo la intención del emperador francés por dominar a Inglaterra cerrando todos los puertos europeos para evitar la entrada de las mercaderías de aquel país a estos países.
El bloqueo afectó inmediatamente a la economía rusa y distanció a los emperadores que se daban un trato de hermanos, consecuentes con la idea de que ellos eran los representantes de Dios en la tierra y padres de todos los hombres, de siervos y amos.
Haciendo gala de detalles, con un conocimiento inusual de la guerra, el conde León Nicolaévich narra el enfrentamiento militar entre los dos ejércitos ocurrido en Borodino que produjo la mayor cantidad de muertes en una confrontación tal de confusión que nunca se pudo saber realmente quien ganó, pero que el lector puede conocer con lujo de detalles lo contradictorio de las órdenes que los oficiales procesan como pueden y que nadie termina atendiendo frente a la violencia desatada.
Al final lo que prevalece del enfrentamiento es la intención de llegar al corazón de Rusia donde no encuentran mayor obstáculo que la falta de vitualla que los habitantes queman al salir huyendo de sus pueblos.
La deslumbrante novela fue escrita por su autor a la edad de 35 años, invirtiendo en ella tres años de su vida en la que profundizó sobre la filosofía de la época con sus ideas cristianas con las que se elevó sobre personajes como Inmanuel Kant, reconociendo la posibilidad de que los hombres pudieran conocer la realidad mediante el uso de los sentidos y la razón que es propia de los seres humanos.
Quienes leyeron la biografía de Rasputín recordarán que el campesino curandero, incluso en la cúspide del poder como consejero del zar, se refería al emperador como “padrecito” término que resumía lo acendrado del poder patriarcal sobre la extendida servidumbre rusa.
La vida de la nobleza desarrollada en los grandes palacios donde menudeaban las fiestas, los bailes en los lujosos salones. La cacería como deporte a caballo y con una legión de perros finos eran la diversión y el esparcimiento habitual de la clase propietaria, dueña de pueblos enteros.
A través de Tolstoi uno se puede sumergir en el ambiente que reinaba a principios de 1800, el modelo de las ciudades rusas, el uso de la madera en la construcción de sus edificios, residencias y palacios que ardieron en el incendio de la capital, no se sabe si provocado por sus residentes o por los invasores que precedieron la llegada de Napoleón y durante su estadía de más de un mes despachando en el Kremlin.
Otro detalle que llama la atención en la vida rusa es la hospitalidad que se dispensaban las familias de la nobleza acostumbrada a recibir como huéspedes a sus amistades que se podían quedar viviendo con ellos durante largas temporadas entretenidos en juegos y diversiones que parecían no tener fin, siempre a costa de los dueños de las fincas quienes corrían con todos los gastos como si eso fuera su finalidad en la vida.
Un detalle final sobre Lev Nikolaevich Tolstoi que podrá confirmar cualquier lector cuidadoso de esta novela. Hay una escena en la que aparece el propio autor como parte de la corte del zar Alejandro I entregando de su mano la cinta de la Orden de San Jorge al general Kutuzov como reconocimiento por sus méritos militares frente al ejército de Napoleón que abandó el territorio patrio derrotado por el rigor del clima frío que funcionó como aliado determinante del imperio ruso.