Arturo Martínez Núñez
Febrero 27, 2018
Mala semana la que terminó para el candidato presidencial de la coalición Por México al Frente. Ricardo Anaya ha sido colocado en el centro de una grave acusación que de ser comprobada impactaría directamente en la línea de flotación de sus aspiraciones.
En campaña, surgen todo tipo de acusaciones que buscan desacreditar a los adversarios. Algunas son críticas abiertas a las posiciones políticas o propuestas. Otras, entran en el terreno de la descalificación personal y en las acusaciones delictuosas. Unas son hechas por actores políticos con nombre y apellido y muchas son filtraciones estratégicamente colocadas con el objetivo de dañar al oponente.
Los actores políticos deben de estar acostumbrados a recibir metralla del enemigo, así como una buena cantidad de fuego amigo. En política no hay sorpresas sino sorprendidos. Nadie debe de tomarse de manera personal los ataques, aun cuando éstos sean de índole privada. La lucha electoral se torna áspera y visceral. Muchos desearíamos que esto no fuera así, pero la condición humana hace que los adversarios intenten echar mano de todos los recursos, moralmente válidos o no, para destruir a sus rivales.
Sin embargo, más allá de la utilidad de las campañas negativas, mi percepción personal es que lejos de ayudar, pueden volverse en contra del emisor. Si una campaña se dedica a hablar mal del adversario, únicamente le estará dando publicidad y menciones gratuitas. En vez de utilizar los espacios para hablar bien de uno, si nos dedicamos a hablar mal de los demás, estaremos desperdiciando la oportunidad de dirigirnos al electorado en positivo. Las candidatas y candidatos deben de comunicarle al electorado los beneficios de votar a su favor y no los perjuicios de votar por el adversario.
Andrés Manuel López Obrador ha sido y sigue siendo atacado sistemáticamente desde hace por lo menos 30 años cuando comenzaba su carrera en Tabasco. De él se ha dicho de todo y sin embargo es muy poco lo que se le ha podido comprobar y es menor aun el daño que se la infligido. Si bien es cierto que en la campaña del 2006 sus adversarios lograron reducir su crecimiento con la campaña en la que se le señalaba como “un peligro para México”, la realidad es que hoy, todas o casi todas las acusaciones que se le hacen, tienen un efecto nulo en la imagen del tabasqueño que parece revestido en un teflón político. Adicionalmente, López Obrador ha descubierto que el humor es una herramienta más poderosa que la ira para contrarrestar las guerras de lodo.
Hablar mal del adversario no significa que uno se posicionará bien. Decir todo lo malo que es el rival, no significa que el electorado lo percibirá a uno como bueno. Agitar violentamente un árbol puede provocar que los frutos caigan en el terreno del vecino y no necesariamente en el propio. La peor estrategia para disminuir al enemigo es estar hablando todo el día de él. Eso simplemente lo mantiene en el inconsciente del electorado.
En política, la mejor defensa no es el ataque. Ni el mejor ataque es el frontal. En política el mejor ataque es hablar en positivo de la propuesta propia. La mejor defensa también. Los candidatos más astutos evitan caer en provocaciones. Hay una regla de oro: el candidato más atacado, usualmente es el que va a la cabeza. El mayor daño se causa ignorando a los atacantes. Contestando con humor, con inteligencia y con propuestas.
Cuando las guerras son intestinas es responsabilidad del líder buscar la armonía y la unidad. Nada daña más a un partido que las divisiones internas.
Cuando el Parlamento británico le encargó a Winston Churchill liderar su país en los complicados tiempos de la Segunda Guerra Mundial, el estadista comprendió de inmediato que no podría hacer frente a la Alemania nazi con una nación desunida. La gran hazaña de Churchill no fue militar ni política. La gran hazaña de Churchill fue unir a su pueblo al gobierno y al Estado, alrededor de la idea de la preservación de su independencia, de su forma de vida y del orgullo nacional. Los británicos decidieron que jamás se habrían de rendir. Que preferían ser derrotados y aniquilados antes que doblegarse ante el enemigo. Si Churchill no hubiese conseguido unir a su partido, a su Parlamento, a su gobierno y al pueblo, Gran Bretaña difícilmente habría podido hacer frente y derrotar a Alemania y sus aliados.
Para que un movimiento, campaña, partido o coalición resulten victoriosos, es indispensable preservar y procurar la unidad, la fraternidad y la solidaridad internas. En poco ayudan aquellos que buscan anteponer sus intereses personales a los de la causa mayor. Los conflictos internos por posiciones y candidaturas únicamente dañan a la tarea mayor. Las guerritas internas, los mensajes cifrados y las filtraciones periodísticas únicamente son utilizadas por los enanos políticos que no ven más allá de sus narices.
En momentos históricos, tenemos que seguir el ejemplo de Guerrero, de Morelos y de Álvarez, que antepusieron el interés general de la patria a sus intereses, filias, fobias y consideraciones personales. La grandeza de un dirigente se mide en función de su capacidad para construir coaliciones heterogéneas en la búsqueda de objetivos superiores. Todo lo demás es simplemente grilla barata.