EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Guerrero

Florencio Salazar

Octubre 30, 2018

“No sé porqué ustedes quieren ser gobernadores –me dijo en plural. De las tres obras básica para el desarrollo, se hicieron dos: Punta Diamante y la Autopista del Sol. No logré convencer al secretario de Agricultura para que asignara 40 mil millones de pesos, necesarios para desazolvar las presas y recuperar los distritos de riego”.
Faltaban pocos días para que entregara el gobierno. Estaba solo, en su pequeño despacho ubicado a un costado del comedor de Casa Guerrero. Agregó: “He analizado, pensado, qué más se podría hacer para sacar al estado de su atraso”.
Como gobernador, es de los que entregó mejores resultados. Tuvo una visión integral y era muy creativo. Pero esa tarde su imagen era de desaliento.
“He llegado a la conclusión de que Guerrero no tiene futuro”.
Durante mucho tiempo he recordado esa conversación con José Francisco Ruiz Massieu, y me resisto a aceptar sus palabras concluyentes.
Desde adolescente he recorrido el estado por diversas causas políticas. Fui a Tierra Caliente, por esa terracería de polvo amarillo, fino y penetrante, sobre el que avanzaba la Flecha Roja, mirando con temor los voladeros interminables.
También pasé por la carretera de roca viva y su peligroso Paso de las Garzas, de Tlapa a Huamuxtitlán. Y claro, por la brecha de barro de Chilpancingo a Chilapa, en la que frecuentemente se atascaban las “Gacelas”. Tengo memoria de la mala carretera de Costa Chica o la angosta pavimentada de Costa Grande.
Uno de los paisajes más bellos que recuerdo de esos viajes, es el de los árboles frondosos, cuyas copas se enlazaban para hacer un impresionante túnel vegetal en la carretera entre Zihuatanejo y La Unión. “Diles a los de La Unión que deben llamarse desunión, y que mientras no se unan, no iré a visitarlos”, me dijo enérgico el gobernador Caritino Maldonado Pérez.
Hace medio siglo, para viajar a La Montaña, Ciudad Altamirano o Cuajinicuilapa / Ometepec, era más fácil hacerlo en una de las avionetas que despegaban de Chilpancingo. Los pilotos apretujaban a los pasajeros en las pequeñas cabinas, además de ir tapados por gallinas y huacales. Una vez la avioneta no arrancaba. “Orita lo arreglo”, dijo el piloto. Buscó una corcholata que colocó en alguna parte del motor y luego de encenderlo empezaron a girar las hélices.
En el agotamiento de la segunda década del siglo XXI, Guerrero se ha transformado. Sus regiones están comunicadas, se ha multiplicado la infraestructura educativa y de salud pública, han crecido las inversiones y…
seguimos siendo el tercer estado con mayor atraso en el país, y también, el tercero en violencia.
Durante el predominio del PRI, los conflictos políticos eran sobre todo internos. Al estado se le controlaba desde el centro; allá se formaban los políticos, míticos y distantes, en cuyo rededor se formaban grupos de seguidores, que apostaban a su “gallo”, como próximo gobernador.
Los locales que quedaban fuera del gobierno, por fallarle a la gubernatura, contaban los días que faltaban para que cayera el gobernador en turno. Y sí, siempre hubo cabezas que rodaron por la desaparición de los poderes.
Me dijo el secretario privado que el gobernador me esperaba a las 10 de la noche, y me advirtió que sería el último en ser recibido porque él tenía deseos de hablar largo conmigo. Cuando pasé al despacho era como la una de la mañana. El gobernador Israel Nogueda Otero tenía los ojos enrojecidos. Le dije que lo veía otro día. “No –contestó–, a ver si el que viene trabaja hasta estas horas”. Al día siguiente yo salí a Piedras Negras, Coahuila, a una reunión de la CNOP. Allá me enteré, por los periódicos, que habían desaparecido los poderes en Guerrero.
Ahora, los problemas son de otra índole y más graves. Como señaló Héctor Astudillo Flores: “El problema de Guerrero no es político, es la violencia”. La violencia que envuelve todo y nos atosiga.
Alejado de la frivolidad y del despotismo, Astudillo Flores ha cruzado la mitad de su gobierno. Es un gobernador que recorre regiones y municipios, de la misma manera que tiene una agenda abierta para atender, igual a representantes de barrios, que a empresarios y dirigentes políticos. Sabe escuchar y resolver.
¿Entonces por qué no disminuye la violencia? El problema de la violencia es multifactorial, y no todos sus orígenes obedecen a asuntos locales. Además, convertida la delincuencia en un fenómeno global, los recursos económicos que mueve son –cifras de hace seis años– del orden de los 20 mil millones de dólares, sólo por debajo de la entonces renta petrolera y de las remesas.
¿Estamos mejor que en el pasado? Sin duda, pero con un rostro despiadado la violencia sigue, y siguen los pobres y la desigualdad.
Ruiz Massieu está de pie acomodando papeles en su escritorio y yo frente a él. En realidad él habla para sí mismo:
“Guerrero no tiene futuro”.
Y lo pienso una y otra vez…