EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Guerrero, el invicto

Florencio Salazar

Agosto 10, 2021

Si algo se salvó de la revolución insurgente lo debemos en gran medida a Guerrero.
José Emilio Pacheco.

Nacido el 9 de agosto de 1782, Vicente Guerrero es el caudillo insurgente menos conocido en la República, a pesar de haber sido la figura decisiva en la consumación de la lndependencia Nacional. El hecho de que los presidentes de la República ignoren su nombre en la ceremonia del Grito de la Independencia lo aleja del conocimiento popular, ya que ese acto se replica en todo el país.
Sólo el presidente Carlos Salinas de Gortari mencionó al epónimo el 15 de septiembre de 1989. El gobernador José Francisco Ruiz Massieu se lo propuso; incluso se inauguró en Los Pinos el salón “Vicente Guerrero”, con un retrato al óleo de Raúl Anguiano. Ese salón dejó de existir.
La historia nacional la hemos conocido como la lucha entre buenos y malos. Los malos perdieron y los buenos ganaron. Es decir, la clase gobernante ha impuesto su ideología a través de la educación, que es la manera más eficaz de adoctrinar a una nación. La zaga ideológica nos ha hecho anticolonialistas, liberales, republicanos y federalistas, nacionalistas revolucionarios, demócratas y pacifistas.
Son inocultables los abusos de poder de Iturbide, Santa Anna y Porfirio Díaz, por mencionar a la triada expulsada del Pantheon Nacional. ¿Cuál sería su destino histórico si Iturbide no se hubiera coronado emperador, Santa Anna rechazara la cesión de la mitad del territorio nacional y Díaz celebrara las elecciones prometidas en 1908? Lo más probable es que Iturbide fuera El Libertador de México, Santa Anna el constructor del Estado mexicano y Díaz el gran estadista modernizador y demócrata.
La historia es especulativa y en constante movimiento en virtud del descubrimiento de nuevos documentos y testimonios, nuevas interpretaciones de los existentes y hallazgos diversos. Pero también, como se ha dicho, es la única de las ciencias sociales que se aproxima a la ciencia pura.
La posibilidad de la especulación y de la comprobación científica se enriquece con la imaginación narrativa y hace posible, por ejemplo, la cada vez más explorada vía de la novela biográfica. El Seductor de la Patria de Enrique Serna, la trilogía Africanus de Santiago Posteguillo y Los Reyes Malditos de Maurice Druon, recogen hechos históricos señalados con pie de página y refiere su bibliografía. El narrador construye puentes entre acontecimientos para asumir lo que pudo ser cierto y dar continuidad al sentido de la biografía colectiva.
Lo que quiero argumentar es la importancia del contexto. No podemos calificar al pasado con los valores de hoy. No podemos vivir en un siglo plagado de sorpresas, con la falsa disyuntiva de escoger entre buenos y malos. No obstante, hay valores indeclinables, como son los de la lealtad a los principios y los principios de la libertad. Estos valores fueron asumidos a plenitud por el Último insurgente.
Sin Vicente Guerrero e Iturbide la consumación de la Independencia no hubiese sido posible en 1821. El realista no pudo derrotar al guerrillero; el guerrillero no pudo tener el control de la capital de México. Pero es clara la diferencia entre uno y otro. “En el sur don Vicente Guerrero –dice su biógrafo Herminio Chávez Guerrero– era el impulsor de la lucha; alentador de todos los desalientos; el paño de lágrimas de los pobres y legendario vencedor y héroe de mil batallas, a quien los mexicanos entregaban su hacienda para que se proporcionara armas y su corazón para abonarle entereza”.
Las coincidencias entre Guerrero e Iturbide las provocan las condiciones políticas y militares de España y su colonia. Iturbide con sagacidad política advirtió la debilidad de la metrópoli por la invasión napoleónica a España (1812) y la Constitución liberal española de 1814. Traicionando a todos, pacta el Plan de Iguala con Guerrero.
Vicente Guerrero, intuitivo y conocedor del paisaje geográfico y humano de las principales ciudades, poblados y caseríos del sur insurgente (Guerrero y Oaxaca), Querétaro, San Luis Potosí, Acapulco, Ciudad de México, entre otros lugares, hasta donde lo llevaron su oficio de arriero aprovechando su conocimiento para amurallarse en serranías y cordilleras. También fue un político hábil, que supo identificar el momento para el acuerdo.
Guerrero, señala José Mancisidor, “incapaz de anteponer sus miras particulares al bien del país y convertir en ley ambiciones que no tenían albergue en su corazón, no reclamó nada que no fuera, como se lo explicó y recalcó a Iturbide, la total independencia de la patria”. Negociar sin perder el objetivo fue el talento de don Vicente.
Las condiciones acercan a dos acérrimos enemigos. Guerre-ro no desmerece al reconocer a Iturbide emperador. Habían pasado once años de luchas sangrientas, de errar en las selvas tropicales, de pelear con las uñas. Es el contexto el que explica su valerosa decisión. Primero romper las cadenas de acero y luego las de seda.
Comparto el análisis de Vicente Fuentes Díaz sobre el pacto de Guerrero con Iturbide: “¿Cuándo una revolución si en verdad lo es, ha marchado en línea recta y siempre ascendente? Las revoluciones dan rodeos, avanzan, retroceden, vuelven a avanzar, buscan nuevas rutas cuando las transitadas no sirven y retornan al rodeo. Lo esencial es no traicionar los principios ni abandonar las metas. En 1820-1821 el camino de la historia llevaba a la transacción. Nadie como Vicente Guerrero, según lo mostraría entonces, podía entenderla y realizarla”.
Como también cita Héctor Astudillo, al inaugurar el bronce que enaltece al Consumador en la Plaza Cívica de Chilpancingo, en los escasos nueve meses de su mandato Vicente Guerrero decretó la abolición de la esclavitud, su gobierno derrotó al brigadier español Barradas que pretendía reconquistar México y se negó a vender Texas a Estados Unidos.
Jorge Armendáriz es puntual en su brevedad: “Casi todos los historiadores usan el término invicto para calificar al Vicente Guerrero de esos años, mismo que no se puede aplicar ni a Hidalgo ni a Morelos”.
Víctima de la conspiración, es secuestrado a bordo del bergantín Colombo por el genovés Francisco Picaluga y entregado en Huatulco, Oaxaca, para después ser fusilado en Cuilapam.
En sus célebres Apuntes para mis hijos dice don Benito Juárez: “La Guerra de Independencia iniciada el 15 de septiembre de 1810 por el venerable cura don Miguel Hidalgo y Costilla con unos cuantos indígenas armados de escopetas, lanzas y palos y conservada en las montañas del sur por el ilustre ciudadano Vicente Guerrero, llegó a terminarse con el triunfo definitivo del ejército independiente”.