EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Guerrero en estos días. La tragedia de Iguala y el drama de Ayotzinapa

Rogelio Ortega Martínez

Diciembre 30, 2015

 Lo dije en su momento y lo seguiré diciendo siempre: se debe buscar y encontrar la verdad. La verdad no debe decretarse nunca. La verdad se investiga. Y tratándose de una tragedia de la magnitud de la Noche de Ayotzinapa, la única, la verdad de la tragedia de Iguala debe seguirse investigando con todo el peso del Estado y sus instituciones, en todas las líneas e involucrando permanentemente a los familiares y a los organismos de derechos humanos.

Hoy escribo estas líneas cerca de culminar el año 2015, con dolor persistente y sufrimiento perenne por lo acaecido en Iguala de la Independencia la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014. Yo, en ese entonces, fungía como secretario general de la Universidad Autónoma de Guerrero. Recuerdo que amaneció el sábado 27 y nos reunimos en el auditorio de la Unidad Académica de Medicina de la UAGro. Habíamos organizado junto con el rector, Dr. Javier Saldaña, El Pino, Citlali Guerrero y Geovanni Manrique, un Diplomado sobre la vida y la obra de José Revueltas para conmemorar el centenario de su natalicio (20-11-1914). Estábamos, Salvador Martínez Della Rocca, Pino, y yo, en el presídium junto al escritor Juan Villoro para presentarlo y escuchar su conferencia magistral sobre el autor de Los muros de agua. Ya la noticia, de lo acontecido durante la trágica noche y la larga madrugada del 26 y 27, se sabía. Había expectación, perplejidad y malestar. No con la magnitud de lo que hoy se conoce, ni de sus consecuencias que aún no culminan. Ni con la intensidad de lo que día a día fue creciendo en odio y rabia desbordados. Todos los ahí reunidos de inmediato expresamos nuestra solidaridad con Ayotzinapa, pero en especial Juan Villoro, sensible, preocupado y fraterno desde ese momento con los muchachos de Ayotzinapa. Eran ya, y siguen siendo, grandes minutos, largas horas y días de incertidumbre. Pero sobretodo, y especialmente en esos instantes inmediatos, imperaba un sentimiento de esperanza, el deseo y la certidumbre de que los jóvenes estudiantes normalistas se encontraran con vida. Sabíamos que en otros eventos de confrontación entre normalistas y policías se detenía a estudiantes y luego se les liberaba, teníamos fe de que fuera algo similar, o que al ser atacados se hubieran dispersado y aparecieran en sus casas, con familiares, amigos o en la escuela. Comenzaron a pasar las horas y se hizo con precisión la cuantificación. Seis personas perdieron la vida en la trágica noche, destaca el joven David Josué García Evangelista, jugador del equipo Los Avispones, representativo de Chilpancingo nuestra ciudad capital. Más de una treintena resultaron heridos, y sobresale el joven Aldo Gutiérrez Solano, estudiante de la Normal de Ayotzinapa, en la trágica noche una bala de AR-15 le atravesó la cabeza de lado a lado destruyendo más de un cuarenta por ciento de su masa cerebral; Aldo lleva más de un año debatiéndose entre la vida y la muerte en el Hospital Nacional de Neurología de la Ciudad de México; en la lista de personas que resultaron heridas y heridos destacan: Fátima Viridiana Bahena Peña, profesora; Edgar Andrés Vargas, estudiante normalista; Miguel Ríos Ney, de Los Avispones; Enrique Hernández Carranza, taxista de Iguala; Aureliano García Cerón, taxista de Iguala; y, Gabriel Rentería Galeana, también de Los Avispones, entre otros. Y, finalmente, se comenzó a reconocer oficialmente como desaparecidos 43 jóvenes estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa “Profesor Raúl Isidro Burgos”. Se establecieron las cifras, los daños, pero pasaban los días y nada, demasiados días para no presentar a los muchachos, si estaban detenidos por alguna instancia judicial o corporación policial. Las autoridades estatales, así como el gobierno federal, dejaron pasar horas extraordinarias sin intervenir de manera decidida, enérgica y con prontitud. Finalmente, a los tres días de la tragedia, el gobierno federal atrajo el caso, para que la Procuraduría General de la República realizara la investigación. Pasaron los días y la perplejidad e indignación crecía. Cada minuto que transcurría sin repuesta por parte de las autoridades, obraba en su contra y favorecía la crispación e indignación social. Día con día aumentaba la solidaridad amplia, de muchos sectores sociales y las movilizaciones en las calles congregaban a miles de personas.
Se fueron encontrando los hilos de la madeja. Comenzó a relucir el crimen organizado. Se supo abiertamente que la banda delincuencial de los autollamados Guerreros Unidos estaba vinculada a la policía municipal de Iguala, al presidente municipal José Luis Abarca y a su esposa. En esos días todavía hubo voces que con absoluta torpeza y falta de sensibilidad política expresaron su solidaridad con el alcalde e intentaron exonerarlo de su responsabilidad en la tragedia y en sus vínculos delincuenciales. La pareja aprovechó el tiempo de la impunidad e inanición gubernamental y huyó. Creció el agravio y se exacerbó el reclamo de justicia.  Se fue intensificando, día tras día, la participación de miles de personas y pronto comenzaron a realizarse actos de violencia y destrucción. Violencia simbólica, la que se dirige contra edificios públicos, contra las instituciones y los símbolos gubernamentales. Se incendió y se destruyó totalmente, archivos, equipo y mobiliario del Palacio Municipal de Iguala; parcialmente, el Palacio de Gobierno del estado; en varias ocasiones se realizaron actos de violencia y destrucción en la sede del Poder Legislativo de la entidad; las oficinas públicas de muchas dependencias fueron también atacadas por los manifestantes, así como las sedes de los partidos políticos, en especial las del PRI y el PRD. La consigna era sólo una: ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!
En otros sectores sociales de Guerrero existía preocupación con relación al desbordamiento incontenible de las acciones violentas. La universidad, a través de su rector y su H. Consejo Universitario, expresó su solidaridad con Ayotzinapa y los familiares de los estudiantes desaparecidos. El rector acompañado de destacados funcionarios y maestros universitarios, entre otros el Dr. Arturo Miranda y el MC Fernando Jiménez,  fue personalmente a Ayotzinapa a expresar su solidaridad. El MC. José Luis Hernández Rivera, director de la Normal de Ayotzinapa y su planta docente, promovió junto con la universidad y la Iglesia católica una Marcha-Peregrinación de solidaridad, oración y justicia, partiendo el día 23 de octubre de Ayotzinapa a Chilpancingo. Yo, como secretario general de la UAGro, representé en todo el trayecto al rector y a nuestra alma máter. Al llegar a Chilpancingo, el obispo Alejo Zavala recibió la marcha y ofició una liturgia pública acompañado de los sacerdotes de Chilpancingo y Tixtla. Al terminar el acto religioso, dio inicio el acto político. Cuatro personas hicieron uso de la palabra: el maestro Ramos Reyes, de la CETEG; el Dr. Bertoldo Martínez, del Movimiento Popular Guerrerense; la maestra Roberta Campos, a nombre de los familiares; y yo, a nombre del rector y en representación de la UAGro. Al subir al estrado, me enteré que en las redes sociales se estaba difundiendo la noticia de que el gobernador Ángel Aguirre solicitaba licencia la Congreso local para retirarse del cargo. El 26 de octubre tomé protesta como gobernador interino ante la LX legislatura del Congreso del estado de Guerrero.
Antes del 26 y 27 de septiembre, el crimen organizado realizaba acciones de secuestro y desaparición forzada de hombres y mujeres en distintas ciudades y comunidades de Guerrero, pero esa trágica noche se topó con Ayotzinapa. Esta circunstancia marcó un antes y un después en la historia reciente del estado de Guerrero. Ocasionó la más grave e intensa crisis política y social que se ha vivido en la entidad desde la Revolución Mexicana. Es posible que de no haberle pasado esta tragedia a Ayotzinapa, no se habría destapado la complicidad del alcalde de Iguala con el crimen organizado; las fragilidades del Estado mexicano y la penetración de la delincuencia organizada en las instituciones. Un año antes, la noche del 2 y la madrugada del 3 de julio del 2013, el mismo grupo delincuencial Guerrero Unidos entró a Cocula y sustrajo de sus viviendas a 17 jóvenes. Al día siguiente había miedo y terror, nadie se atrevía a denunciar. Hoy, ciertamente la delincuencia organizada sigue cometiendo crímenes todos los días, pero después de Ayotzinapa ya nada es ni puede ser igual. Solamente en Iguala hay más de 300 desaparecidos y dos comités de familiares que han perdido el miedo y piden, solicitan y reclaman a las autoridades su apoyo para localizar a sus seres queridos, víctimas de la narcoviolencia. Al toparse con Ayotzinapa, que es un colectivo de larga data y tradición de lucha; gregarios y con una impresionante capacidad de organización y respuesta inmediata, solidarios entre sí y con todas las luchas sociales, se destapó la Caja de Pandora. Los estudiantes de Ayotzinapa, la CETEG, el Movimiento Popular Guerrerense y los familiares de los 43 jóvenes desparecidos rompieron de un solo tajo el nudo gordiano.
Hay muchas preguntas que están todavía en el aire y pendientes de responder. Durante mi gobierno me propuse que en todos mis discurso e intervenciones públicas y privadas hablaría de la tragedia de Iguala y del drama de Ayotzinapa. Lo dije en su momento y lo seguiré diciendo siempre: se debe buscar y encontrar la verdad. La verdad no debe decretarse nunca. La verdad se investiga. Y tratándose de una tragedia de la magnitud de la Noche de Ayotzinapa, la única, la verdad de la tragedia de Iguala debe seguirse investigando con todo el peso del Estado mexicano y sus instituciones, en todas las líneas de investigación e involucrando permanentemente a los agraviados, a los familiares y a los organismos e instituciones solidarias y defensoras de los derechos humanos. Ésta es y será la única y mejor forma de resarcir, enmendar y reparar el agravio y el daño. Con la verdad y la justicia. Solidaridad, coadyuvancia y acompañamiento con Ayotzinapa y a los familiares de los agraviados de la tragedia de Iguala.
Que el 2016 sea de justicia, armonía y paz para el desarrollo de Guerrero y esté siempre presente el nombre de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa: Abel García Hernández, Abelardo Hernández Peniten, Adán Abraján de la Cruz, Antonio Santana Maestro, Benjamín Ascencio Bautista, Bernardo Flores Alcaraz, Carlos Iván Ramírez Villareal, Carlos Lorenzo Hernández Muñoz, César Manuel González Hernández, Chistian Alfonso Rodríguez Telumbre, Chistian Tomás Colón Garnica, Cutberto Ortiz Ramos, Dorian González Parral, Emiliano Alen Gaspar de la Cruz, Everardo Rodríguez Bello, Felipe Arnulfo Rosas, Giovanni Galindes Guerrero, Israel Caballero Sánchez, Israel Jacinto Lugardo, Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa, Jonás Trujillo González, Jorge Álvarez Nava, Jorge Aníbal Cruz Mendoza, Jorge Antonio Tizapa Legideño, Jorge Luis González Parral, José Ángel Campos Cantor, José Ángel Navarrete González, José Eduardo Bartolo Tlatempa, José Luis Luna Torres, Joshivani Guerrero de la Cruz, Julio César López Patolzin, Leonel Castro Abarca, Luis Ángel Abarca Carrillo, Luis Ángel Francisco Arzola, Magdaleno Rubén Lauro Villegas, Marcial Pablo Baranda, Marco Antonio Gómez Molina, Martín Getzemany Sánchez García, Mauricio Ortega Valerio, Miguel Ángel Hernández Martínez, Miguel Ángel Mendoza Zacarías, Saúl Bruno García; y, Alexander Mora Venancio.