Ángel Aguirre Rivero
Septiembre 10, 2021
(Segunda de tres partes)
En mi libro La otra verdad, hago el ejercicio de visualizar cómo sería el futuro para Guerrero.
Para continuar con el análisis de cómo podrían ser los años venideros y qué tendríamos que hacer para lograrlo, transcribo los siguientes párrafos para mis lectores de El Sur:
¿Qué necesita Guerrero para que no estemos atrás en casi todo, con mucha desigualdad? Buscar grandes detonadores del empleo en Guerrero, porque al paso de los años aún no los tenemos.
Yo buscaba traer grandes empresas, fábricas, industrias que pudieran dar empleo a la gente del estado.
Cuando visito por ejemplo otras regiones y otras entidades del país, (Aguascalientes que es mucho más pequeño que nosotros, San Luis Potosí, Guanajuato, o no se diga lo estados del norte), veo que ese es nuestro gran talón de Aquiles, y a eso se agrega, por ejemplo, que hay estados donde prácticamente no existen comunidades dispersas como sí ocurre en Guerrero. Entonces ¿qué hacer con esa gran lejanía en que viven muchas comunidades para poder llevarles servicios públicos?
Platicando con el exgobernador Juan Sabines, que implementó un proyecto muy interesante para la concentración de comunidades, me decía: –mira, la verdad que llegamos al grado de que les propuse que mantuvieran su casita, allá donde ellos vivieron siempre y que se fueran allá a un centro de población, donde pudiéramos ofrecerles un mayor número de servicios, y la gente regresaba otra vez a sus casas donde vivieron desde siempre. No es fácil romper con eso.
Yo le doy una gran importancia a la parte agrícola, sí necesitamos diversificar los cultivos. ¿Desde cuándo se hicieron las últimas o las únicas presas en Guerrero?, con el general Lázaro Cárdenas. Los grandes distritos de riego fueron construidos con él.
Entonces ¿cómo vamos a competir con otras entidades del norte? Guerrero no tiene ni el cinco por ciento de lo que tiene Sinaloa, ¿cómo vas a alternar cultivos si no tienes riego? Eso se ha descuidado.
¿Por qué es adorado Cárdenas en la Tierra Caliente y en todo el estado?, porque tuvo esa visión.
La Tierra Caliente, Iguala, todo eso era muy rico; se han perdido muchos cultivos como el ajonjolí que era uno de los productos de mayor relevancia; el melón se ha venido abajo; el café está en la peor crisis de su historia, de parte de la sierra de Atoyac. Entonces, lo que digo es que necesitamos tecnificar el campo guerrerense, pero obviamente con estrategias inteligentes y realistas.
También hay que decir que los guerrerenses tenemos fama de ser proclives a los conflictos y eso desde luego ahuyenta la posibilidad de traer grandes inversiones.
Si el capital privado no se interesa, el presupuesto federal debe ser visto como el gran detonador de grandes proyectos e inversiones para entidades como la nuestra.
Yo tengo la esperanza de que el presidente López Obrador retome el proyecto cardenista, sería un acto de justicia impostergable.
Del anecdotario
A Arturo Palma Carro lo conozco desde hace 25 años, y siempre se ha dedicado a los temas de agua potable y saneamiento.
No es fortuito que hoy ocupe la presidencia de la asociación nacional de organismos públicos dedicados a las obras de agua potable y drenaje.
Hace unos días, la American Water Works (una de las asociaciones más importantes en el ámbito internacional en estos temas), tuvo a bien otorgarle el premio “George Warren Fuller”, una de las condecoraciones más importantes a nivel mundial.
Lo anterior, basado en su dedicación de más de 35 años de excelencia al servicio de los temas de agua y saneamiento.
En verdad celebro dicho reconocimiento, pues conozco la calidad profesional de Arturo, a quien invité durante mi segunda gestión en el gobierno de Guerrero, como director de la Comisión de Agua potable y Alcantarillado (Capaseg).
Juntos logramos avances históricos, pues incrementamos como nunca la dotación de estos servicios, no sólo a las grandes ciudades, sino más importante aún: a comunidades pequeñas de alta marginación.
Obras como el nuevo centro de captación de agua potable en Acapulco de Lomas de Chapultepec, la magna obra para la dotación de agua potable de Ometepec o la presa de Olinalá que construyó mi gobierno, la planta tratadora de aguas negras en Iguala, son sólo un ejemplo de lo que logramos por aquellos años.
Tengo muy presente cuando los huracanes Boris e Ingrid y Manuel nos golpearon con toda su fuerza; le pregunté a Arturo a cuánto ascendían los daños por este fenómeno natural.
Me contestó que serían más de 600 millones de pesos, y que al gobierno del estado le tocaba aportar 300, es decir la mitad del monto de los daños.
Mi respuesta fue contundente: “No tenemos esos recursos y no quiero endeudar a nuestro estado… así que hay que ver cómo le hacemos para atender la emergencia”.
–Señor gobernador, tengo una estrategia para que no hagamos esa aportación –me respondió.
Arturo hábilmente rentó un hotel completo en Acapulco para hospedar en esos días a los funcionarios de la Conagua a quienes logró persuadir para que no hiciéramos el monto de esa aportación.
Aunado a mis gestiones con el presidente Enrique Peña Nieto, logramos que se nos eximiera de ese monto, que hubiera sido catastrófico para las finanzas del estado.
Con Arturo, logramos también colocar a Guerrero entre las tres entidades que más recursos recibían a nivel nacional para este tipo de obras, un hecho histórico que no se ha repetido.
Cuando viajaba por Costa Grande en mis giras de trabajo, casi siempre me detenía en un lugar denominado El Calvario, desde donde disfrutaba de la inmensidad del mar y sus hermosas playas de Costa Grande.
Un día se acercaron los restauranteros de esa zona para pedirme la introducción de la luz a sus modestos negocios, petición que les cumplí con creces y que ellos aún tienen presente.
Pescado frito, sopecitos, caldo de camarón y langostas al mojo de ajo, eran infaltables cada vez que pasaba a saludarlos.
En una ocasión Arturo y otro colaborador se hicieron un reto para ver quien se terminaba primero un caballito de tequila. Arturo hábilmente depositó el tequila en el molcajete que se encontraba en la mesa.
–Te gané –gritó y su contendiente no tuvo más que asumir la derrota.
Al servirnos la salsa todos nos cruzamos las miradas.
Uno de mis colaboradores me dijo: –¿Oiga gobernador no se le hace media rara esta salsa?
Como yo ya conocía de la broma, solté la carcajada.
Lo que pasa es que esta es una “salsa borracha” porque Palmita, como yo siempre le llamo, le puso una buena dosis de tequila… y todos nos empezamos a reír.
La vida es así…