EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Hablemos de conocimiento, trabajo y educación

Eduardo Pérez Haro

Julio 12, 2016

Para Eduardo Pérez Aguilar.

En cosa de dos años ya tendremos electo al sucesor de Enrique Peña Nieto, y todo indica que saldrá de quienes postule el maniatado sistema de partidos mientras que en el resto del mundo tampoco se avizora un cambio de grandes contrastes frente al panorama poco alentador de los tiempos que corren.
Y los jóvenes que habrán de cruzar por los tiempos venideros se tornan ambiguos, sin saber a ciencia cierta qué hacer. Los menos optan por prácticas afirmativas sobre el desarrollo sustentable en un juego ético por los equilibrios perdidos o anhelados; otros se inscriben en el hedonismo como solución en sí misma; algunos suponen que la contracultura es suficiente al ser distinta al bodrio global; los más, inciertos y apáticos, andan despacio hacia lo que les depare el destino, y muy pocos se inscriben en un esfuerzo por el entendimiento e intervienen en la política o en las artes con denodado esfuerzo y épicos propósitos.
Los adultos no lejos de las redes que atrapan a los jóvenes de hoy, desesperados, nadando a contracorriente, en un mundo globalizado que no resolvió sus anhelos, ni individuales ni societales, como tampoco resolvió el continente o el bloque de países, y ahora quieren desglobalizarse porque la fórmul@ del libre comercio se transfiguró en proceso en el que las nuevas tecnologías se socializaban teniendo como contrapartida el encumbramiento centralizado de las rentas, las ganancias y el interés del crédito. “Desarrollo desigual y combinado” hubieran consignado mis maestros.
La era digit@l nos trajo mayor velocidad de movimientos, de transportación, de comunicación, pero nos dejó saturados, sin tiempo libre. No hay manera siquiera de la vista familiar o el descanso, siempre estamos ocup@dos. Los estudiantes miran el celular, el face, el whats, el twit pero ya no tienen tiempo para atender al profesor ni estando en clase, ni las familias pueden platicar por la misma razón y sin embargo nadie tiene futuro.
La obediencia vigilada, el tributo y el trabajo para los que por alguna suerte lo irán pepenando, es la forma que se forja. Para muchos ya es, para otros ahí viene, para los más no hay nada. Nos oponemos a que así sea, y sin embargo. ¿Acaso derrotero insalvable? Hay credos y teorías, no exentos de miedos y buena voluntad que tendremos que reconocer por sus límites seculares y probados en el tiempo.
No obstante, tenemos el derecho de insistir para los que no podemos abandonar el esfuerzo por el conocimiento, el arte y la política como bien común, y en ello existe una posibilidad real porque se sabe de las contradicciones no universales sino de las que particularmente acusa nuestro tiempo. Y es tarea ingente atender la gradualidad de ese proceso que viene aparejado al desempeño de los actos del cambio en esos tres ámbitos, amén del trabajo diario con el que nos ganamos la vida.
El conocimiento que está en todas partes, brilla por su ausencia, y esta es una primera contradicción, la cultura es una de sus expresiones, la técnica otra, ambas se precisan como mediadoras del conocimiento, pero no lo comprenden en sí mismas. Su praxis es su condición y su libre albedrío, pero el hecho no es individual sino de los individuos que viven en sociedad. No hay de otros.
Recuerdo a mis maestros, los más, terribles, pero de todos modos ahí hay una deuda. Y ahora que se atraviesan tiempos que avanzan hacia un mundo nada incierto sino profundamente desigual y desequilibrado, ahora que nos hace tanta falta entender nos golpean el acceso al aula y a los libros porque los requerimientos técnicos de la gran empresa y el gran capital sólo precisan de algunos y lo demás ya no se requiere.
Ni los individuos, ni los pequeños o medianos capitales se requieren, o digamos que sí, que incluso son imprescindibles, pero no es preciso que estén todos los individuos pues “con los mejores basta”. Los individuos que no tengan trabajo vivirán de los que lo tienen, tampoco es necesario que los capitales se diseminen en manos de pequeños o medianos empresarios y para depurarlos sólo es cosa de tiempo, para que se absorban por los grandes mientras tanto pueden permanecer, por ahora incluso vienen bien, pero en un prolongado, aunque, cada vez más, acelerado proceso de absorción-eliminación.
Surge la pregunta de si esta es una reflexión fatídica sin mejor perspectiva y ya hemos dicho que no, pero este es el curso que ahora presenta. ¿Puede ser frenado? sí, y ¿puede ser transformado? también, porque en toda contradicción yace el embrión de su superación, pero vuelve aparecer la exigencia del conocimiento, las artes y la política frente al empirismo brutal de la concentración de la renta, la ganancia y el interés pues a todas luces estos son ganadores mientras las naciones y las sociedades se debilitan, se extenúan, se consumen, dentro y fuera de las potencias económicas del mundo que, menguadas y fragmentadas, están.
Los maestros de la CNTE son parte de esos maestros terribles que muchos padecimos y sin embargo les debemos mucho, no nos gustan como son, podrían ser mejores, ellos y nosotros lo sabemos, también nosotros podríamos ser mejores, y nuestros gobernantes podrían ser menos salvajes.
Hoy los profesores deformados por el sistema se oponen a ser defenestrados por el sistema que los procreó y los propagó por una educación pública y popular. Hoy, como diría el maestro Manuel Pérez Rocha el sistema –por intervención directa de las cúpulas del sector privado (Mexicanos Primero)– supone qué cuadros técnicos requiere, pero también tiene claro que eso lo resuelve con las escuelas privadas, y sus pupilos Enrique y Aurelio presuponen que eso es lo que hay que hacer con la educación pública. Por desconocimiento y pérfido despliegue contra la historia.
La medida es una reforma que permita deshacerse de los maestros que ya no le sirven para el modelito de “eficiencia por competencia” que requieren las empresas del gran capital porque esas son las empresas a las que se debe el poder político, sin demérito de sus habilidades clientelares y trinquetes electorales”, a la vez que son estas empresas las que nutren el discurso del “PIB-crecimiento económico” como tabla con la que se surfea el proceso de concentración-centralización de la riqueza versus la desigualdad social, productiva y regional.
Aquí surge una discusión sobre la educación, ¿educación para qué? Esta pregunta le convierte en una discusión sobre la nación y no me lo tomen a mal, pero es también una discusión sobre el mundo que queremos, no iremos a la discusión del mundo, aunque sí, tampoco iremos en esta coyuntura a la discusión sobre el país posible, aunque sí, podemos iniciar la discusión sobre la educación, pero antes hay una discusión sobre el trabajo.
Sí, la reforma laboral debe ser discutida, pero antes, antes discutamos el respeto al trabajo de los maestros y en paralelo emprendamos la discusión sobre la educación y hagámosla a un lado, pongámosla en la congeladora o tiremos a la basura la reforma educativa que no ha traído nada que no sean problemas y desplantes de la autoridad además de una diarrea de frases irresponsables sobre el mal que se le hace a los niños y al abasto popular, como si de veras.
O bien, que se haga como dicen los maestros de la CNTE y los no subordinados del SNTE, que se respete el trabajo de los maestros como principio para la reforma educativa que habrá de ser discutida.
Puede ser un buen prólogo para advertir las premisas sobre las que deberá ajustarse nuestra elección por el próximo presidente de la República. La continuidad del régimen en curso cava su tumba con singular esmero. Y quien aspire que no haga cuentas alegres con el hartazgo como fundamento, pues se requiere del respeto al trabajo y la educación de todos, del conocimiento, de las artes y la política.

[email protected]