EL-SUR

Martes 28 de Noviembre de 2023

Guerrero, México

Opinión

Hacia una segunda vuelta entre la izquierda y la extrema derecha en Brasil

Gaspard Estrada

Septiembre 19, 2018

 

El pasado lunes, la casa encuestadora MDA publicó una nueva encuesta sobre la elección presidencial del próximo 7 de octubre. Por primera vez, Fernando Haddad, el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) en reemplazo del ex presidente Lula, está colocado en segundo lugar, con el 18% de los votos, cuando hace poco más de tres semanas su intención de voto no rebasaba los dos dígitos, con 4%. Por su lado, el candidato de la extrema derecha, Jair Bolsonaro, obtiene 28%, hasta ahora su mejor resultado desde el inicio de la campaña presidencial. De tal suerte que esta última parece polarizarse entre la candidatura del PT y Jair Bolsonaro, lo cual sería un hecho inédito. En efecto, Bolsonaro ha basado su campaña en la demonización del PT, el aumento del uso de armas, así como una pauta abiertamente racista, homofóbica y sexista.
Para el Partido de la Social-Democracia Brasileña (PSDB), y en particular para su candidato, el ex gobernador del estado de Sao Paulo, este resultado es una verdadera tragedia. Según la misma encuesta de MDA, Alckmin obtendría apenas el 6% de los votos, es decir, el PSDB obtendría el peor resultado de su historia. Más aún, ese partido tiene serias posibilidades de perder en Sao Paulo, que ha venido gobernando de manera ininterrumpida desde hace más de 30 años. De tal suerte que el partido se quedaría sin su base electoral principal e histórica.
¿Cómo es posible entender que el puntero de las encuestas en Brasil sea un político de extrema derecha, con un discurso abiertamente racista? En primer lugar, hay que destacar el hecho que en 2014, fecha de la última elección presidencial, el candidato del PSDB, Aécio Neves, impugnó el resultado y no reconoció el veredicto de las urnas. Más adelante, en 2015, ese mismo partido apoyó en el Congreso la aprobación de las llamadas “pautas bomba” promovidas por el entonces presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha. Estas pautas tenían como objetivo agravar la situación económica del país, que ya vivía en aquel entonces una profunda crisis de las cuentas públicas, en franca contradicción con el ideario del PSDB, que hasta ese entonces siempre había defendido el control del gasto público. Un año después, en 2016, el PSDB decidió sumarse a la iniciativa de los líderes del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), dirigidos por Eduardo Cunha y Michel Temer, que tenían en mente destituir a la entonces presidenta Dilma Rousseff por “maquillaje de las cuentas públicas”. Después de que la destitución se llevara a cabo –considerada por muchos especialistas como un golpe de Estado parlamentario– varios políticos del PSDB ocuparon puestos clave en el gabinete del actual presidente Michel Temer. De tal suerte que hoy los electores asocian a este partido con el gobierno Temer, que es masivamente desaprobado por los brasileños, pues al día de hoy, Temer dispone únicamente de 4% de aprobación, es decir dentro del margen de error estadístico de la encuesta.
Por ende, no sorprende el pésimo resultado de Geraldo Alckmin en las encuestas de opinión. El electorado tradicional del PSDB, conservador, se ha venido radicalizando con los años conforme las derrotas electorales frente al PT se han ido multiplicando. El problema ahora es que este electorado no quiere votar en el PSDB, porque ese partido representa la continuidad con el gobierno Temer, en un momento en el que los brasileños están desesperados por un cambio. De tal manera que, paradójicamente, el PT ha logrado capitalizar a posteriori la destitución de Dilma, y el encarcelamiento injusto de Lula. Si el PSDB hubiera respetado las reglas del juego democrático, es posible que su candidato estuviese en primer lugar de las encuestas, o al menos en una posición competitiva. No es el caso al día de hoy. En un primer intento de autocrítica, el ex presidente nacional del PSDB, Tasso Jereissati, declaró al periódico carioca O Globo que el PSDB nunca debió haber rechazado la elección de 2014, ni apoyar las “pautas bomba” de Eduardo Cunha y mucho menos participar en el gobierno de Michel Temer. Se trata de una primera autocrítica, que sigue siendo insuficiente.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.