EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los cien años de Álvaro Carrillo / 2

Anituy Rebolledo Ayerdi

Septiembre 26, 2019

El acervo musical de Álvaro Carrillo consta de unas 300 canciones, creadas entre 1956 y 1969, el año en que murió Foto: Tomada de internet
El acervo musical de Álvaro Carrillo consta de unas 300 canciones, creadas entre 1956 y 1969, el año en que murió Foto: Tomada de internet

Hay ausencias que triunfan y la nuestra triunfó

Amor mío

Celia titula su primera canción en 1937 el joven estudiante llamado Álvaro Carrillo, de Cacahuatepec, Oaxaca. La dedicaba, por supuesto, a una mujercita que le roba la atención en la clase. De esa misma época son Morenita linda, seguramente para una nueva conquista y Amuzgueñita, ésta a pedido de un amigo para su trigueña. Eran tantos los compañeros de escuela que le pedían a Álvaro serenatas para sus morras, que lo que hizo este fue utilizar para ellas una canción, quizás Celia, cambiando el nombre por el de cada homenajeada. Ya en la década de los 40 surgen Magnolia, Flores del corazón, Azul y Matemáticamente, sin ser esta, creemos, una raíz cuadrada al ritmo de chilena. Y una probadita de lo que vendrá: Eso.
Será a mediados de la década de los 50 cuando el ingeniero agrónomo se asome por primera vez al escenario nacional con un bolero. Se trata de Cancionero, cantado en la XEW, con pujidito y toda la cosa, por María Victoria. En cambio una primera grabación, El cometa, interpretado por Carlos Madrigal, no tendrá ninguna resonancia.
1956 es el año del campanazo con Amor mío, interpretado por el trío Los Duendes ( Antonio Pérez Meza, Gilberto Saucillo y Pepe Jara). La estructura original y novedosa de la pieza asombra al mundo musical mexicano; sorprende particularmente el ritmo fascinante de sus versos y el manejo genial de la metáfora. Amor mío, dedicada a Rosa Elena, hija de un primer matrimonio fallecida tempranamente, es la primera obra del maestro que logra una rápida internacionalización. La lleva Lucho Gatica, chileno, a sus giras por los países sudamericanos y a Estados Unidos, triunfando clamorosamente.
A partir de entonces Álvaro se hablará de tú con los grandes creadores del momento. No le sacará al parche cuando al año siguiente Roberto Cantoral presente El reloj, La barca y Tu condena. Tampoco al maese Vicente Garrido con Te me olvidas y Todo y nada. El responderá con balas de plata: Sabrá Dios, Un minuto de amor, Cancionero, Ya vivimos y un recuperado Eso.
Al año siguiente (1958), nuestro personaje publica sus canciones rancheras Gallo corriente y Eso merece un trago. Entabla con Cuco Sánchez un duelo cerrado apostando este con No soy monedita de oro. Los boleros carrillistas Allá tú y De qué sirvió quererte, nada tendrán que hacer frente a La puerta de Luis Demetrio; Una semana sin ti, de Vicente Garrido; Cuatro palabras, de Federico Bahena; Regálame esta noche, de Roberto Cantoral y Gema, de Güicho Cisneros.
Álvaro Carrillo cerrará los 50 con Sabor a mí, una de sus más elevadas cumbres melódicas. También, No te vayas, no y Mi camino. Se da el lujo, asimismo, de lanzar Luz de luna, el vals peruano más hermoso jamás escuchado, incluso en Perú. La competencia es rudísima y sin concesiones. El magíster Agustín Lara da señales de vida con Tengo ganas de un beso; Enrique Fabregat planta su Jacaranda, todavía reverdeciente; Consuelo Velázquez declara una Tenaz obsesión, y Güicho Cisneros mata con una tercia: Alma de cristal, Como un duende y Tres regalos.

Revolucionario

A treinta años de la naturalización del bolero cubano por acciones sucesivas de Guty Cárdenas –Nunca– y Agustín Lara –Imposible–, Álvaro Carrillo, músico intuitivo como aquellos, lo reanima con aires de renovación nacionalista. El oaxaqueño se meterá a fondo en la estructura ya esclerosada del género, asegurándole una larga vida como baluarte del romanticismo musical en México y el resto de Latinoamérica.
“La obra de Álvaro Carrillo –analiza el musicólogo chileno Juan S. Garrido–, está impregnada del romanticismo que imperó en nuestros compatriotas desde la aparición de Agustín Lara, apartándose de la inspiración de los norteamericanos, notoria en algunos de nuestros hacedores de canciones. Hay en sus canciones un sello de patente originalidad y sabor mexicano”.
–Un ingeniero agrónomo sin formación musical, ¿vanguardia nacional de la música romántica?
–¡Efectivamente! –acepta el doctor Pablo Dueñas, estudioso del fenómeno. El compositor oaxaqueño renovó la canción sentimental con tonalidades modernistas que perduran hasta nuestros días. Sus boleros, con una cadencia distinta a lo que se componía a fines de los cincuenta, tuvieron tanta aceptación que formaron una muralla contra los géneros llegados de fuera por esos años.
Para el doctor Dueñas, Álvaro Carrillo abrió en México con sus interpretaciones la corriente del feeling, una forma jazzeada de bolero, y señala a Armando Manzanero como el más aventajado alumno de la escuela carrillista.
Por su parte, la musicóloga Yolanda Moreno Rivas, recuerda que en los 50 el bolero estaba amenazado insidiosamente por el híbrido bolero-ranchero. Urgía entonces una defensa efectiva mediante la reestructuración a fondo del género. En este proceso participarán Vicente Garrido con Un solo corazón; José Antonio Méndez con Si me comprendieras; César Portillo de la Luz, Contigo a la distancia y Álvaro Carrillo con Sabor a mí.

La chilena

La versatilidad es otro componente singular en la obra de Álvaro Carrillo. Además del bolero, su fuerte, incursionó en otros géneros y formas musicales con resultados siempre felices. Su quehacer vernáculo desarrollado en la juventud, es particularmente valioso por sus contenidos y ritmo. Nuestro hombre comparte con José Agustín Ramírez el mérito de dar carácter urbano a una música eminentemente regional como la chilena. Esta fue para él “el arpegio cumbre que bailan los dioses, aquí en el Olimpo de mis pretensiones” (Canto a la Costa Chica).
Ya en las dos pasadas entregas de esta Contraportada, el ingeniero Miguel Arizmendi Herrera nos ofreció una catedra magistral sobre la chilena. La chilena, dice, bailada como Dios manda, sin brincoteos anorteñados por ser un ritmo para cortejar con elegancia y donaire. Y con el pañuelo en la mano.
Pinotepa es, a no dudarlo, la forma mejor acabada del género musical representativo de la Costa Chica. Otras, La sureña, mejor conocida como El negro de la costa, El bravero, El amuleto, La yerbabuena, Cacahuatepec y La cortijana. Y en un gesto muy de él pondrá al día, a pedido de sus autores, Charco choco y Alingo lingo. Estarían en la misma línea El toro rabón, de José Agustín Ramírez; La Sanmarqueña, del presbítero Emilio Vázquez; Verdad de Dios, de Vidal Ramírez; Guerrero es una cajita, de Antonio I. Delgado; Cuajinicuilapita de Moisés Vargas; Atolito con el dedo, de mi compadre Tadeo Arredondo; El negro puchunco, de Macario Luviano y Putlequita de Prudencio Navarrete.

Se te olvida

Para Juan S. Garrido, Álvaro Carrillo representa una gran figura en el cancionero mexicano, original y novedoso. Su personalidad habría de cobrar mayor brillo y lozanía ya que su producción, aunque no muy fecunda, fue muy variada.
Según esta y otras opiniones, a Carrillo le habría faltado tiempo para cuajar una obra monumental como la de otros grandes de la música mexicana. Comprensiblemente, según ya lo hemos visto, si se recuerda la distancia que hay de su primera grabación en 1956 –Sabor a mí– y la fecha de su muerte –1969– . A cambio de una obra vastísima, el autor entrañable ofrecerá productos acabados de muy alta calidad. Caso similar de un creador sin desperdicio sería el de Gonzalo Curiel, con la ventaja de su doctorado en música sobre el empirismo de nuestro hombre. Hoy mismo, Manzanero, por supuesto.
La mentira es sin duda la obra más grabada del compositor, incluso por celebridades internacionales. Entre ellas Frank Sinatra, Vicky Carr, Olga Guillot, Carmen Cavallaro, Ray Anthony y Ray Coniff, Tony Bennett, Duke Ellington, Plácido Domingo, Doris Day, Percy Faith, Rocio Durcal, Bobby Capó, José Feliciano, Connie Francis, Julio Iglesias, Gloria Lasso, Pablo Milanés, Antonio Prieto, Daniel Riolobos, Exo ( grupo coreano) Eddie Gormé, Yoshiro Hiroishi (japonés), Dyango y Gloria Stefan.
Le seguiría Sabor a mí con registros en toda Europa y La mentira, título adoptado por la temática de una telenovela –Páginas de la vida, de Ernesto Alonso– a la que fondea musicalmente. Su autor había bautizado el bolero simplemente como Se te olvida. La producción carrillista se intensificará en la última década de su existencia. Surgen entre 1960 y 1964 Como un lunar, Luz verde, Amor sin ley, Pronto, Orgullo, Seguiré mi viaje, Diariamente, El andariego, Te doy dos horas , Entonces y un increíble rock chachachá titulado El último tren.
Seguirá incontenible entre 1965 y 1966 con La señal, Camino blanco y Te doy dos horas , haciendo mutis en 1967. Con sobrada razón pues Armando Manzanero lanza ese año una demoledora blitzkrieg: Adoro, Contigo aprendí. Esta tarde vi llover. Llévatela, No y Te extraño. Para 1968 volverá con Entonces, mientras que Condénala se inscribe en el año de su muerte.

Las obras

Una vez instalado en “el olimpo de sus pretensiones” , la producción de Carillo será disputada por compañías grabadoras e intérpretes de aquí y de afuera. Ello posibilitará el registro fonográfico de buena parte de su acervo y la perdurabilidad de su obra a través de los años. Se habla de un acervo de 300 obras de las cuales seis están registradas en todas las formas de grabación.
Pepe Jara, El trovador solitario, vocero musical de Álvaro y su compañero de toda la vida, grabó lo muy íntimo del creador: Cuando seas para mí, Flores del corazón, Señora, Cada muchos años, Grito y Barrio pobre, entre otras.
Otros temas interesantes del maestro grabados por intérpretes de primera línea:
Besos ocultos (Irma Carlón); Amor sin ley y Pronto (Marco Antonio Muñiz); Muy adentro (Boby Capó); Ya vivimos y No es lo mismo (Antonio Prieto); Luz verde (María Victoria); Un minuto de amor (Libertad Lamarque); Un segundo después (Virginia López); Mi camino (Los Tres Ases); De que sirvió quererte (Lupe y Raúl); No te vayas, no (Hermanos Reyes); Gallo corriente (Charro Avitia); El bravero (Luis Aguilar); Eso merece un trago (Miguel Aceves Mejía) y Sabor a mí (Margie Bermejo), el feeling en su máxima expresión. (Continurá).