Tryno Maldonado
Septiembre 11, 2018
Mi hijo es César Manuel González. Uno de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Tengo 45 años, pero aquí siento que me avejenté ya. Antes de que pasara esto, cuatro años atrás, me sentía con menos desgaste. Y ahora me veo a mí misma y me digo: “Ya me acabé”. Mira, me encané mucho más rápido.
De mi corazón yo siento que estoy viviendo un proceso. Antes no tenía tanta desesperación, tanto dolor. “Bendito Dios que mi familia está junta”, decía antes de que pasara todo esto, aunque a veces nos las viéramos difíciles. No había nada que no se pudiera remediar. En este caso, no. En este caso te das cuenta de que te falta tu hijo, tu hijo que tanto protegiste, que hiciste crecer, que hiciste un niño de bien…
Mi corazón. Siento que se destroza lo más hondo de mi corazón. Siento que se me desgarra. Ese sentimiento me llega cuando no tenemos ni noticias ni avances en la investigación, cuando haces todo lo posible porque te den una respuesta y no la hay. He sentido ese dolor desgarrante desde el fondo de mi corazón de no tener a mi hijo, de no tener a esos muchachos. Los queremos mucho y, a pesar de que no son de mi sangre, ya son de mi familia. Siempre pido por ellos. Pido a Diosito que los ilumine y los proteja para que puedan regresar.
Como al año de desaparecido soñaba con mi hijo. Soñaba que estábamos así como ahorita, en las marchas. Lo veía, pero con tanta gente otra vez se me perdía. Eso es lo que siempre he soñado. No tiene mucho que lo soñé otra vez. En el sueño lo ando buscando. Su cara está igual. Sueño que ya llegó y le digo: “¡Bueno, te estábamos buscando!”. Pero él se queda callado. No me dice nada. Y en un momento otra vez lo pierdo. Y despierto.
Lo que hemos platicado con las otras mamás es que a lo mejor ya no se ven igual. A lo mejor sus facciones están más maduras. ¿Cuántos años ya pasaron? O que les haya crecido el cabello. Yo de una forma u otra lo voy a reconocer. ¿No comerán? ¿No tomarán agua? ¿Cómo se verá? ¿Qué los pondrán a hacer? No de gratis los han de tener por ahí. Han de estar bien mugrosos. Él seguido se enfermaba del estómago, de las anginas, una alergia de la nariz. Y me pregunto luego: ¿no estará así, estornude y estornude? Padece mucho del dolor de sus pies. Porque no tiene arquito, lo tiene así, plano. Por eso usaba de niño zapatos ortopédicos. Le dolían en tiempo de frío. Y ya viene el tiempo de frío. Las lluvias.
Mi hijo no fue desaparecido en la calle Juan N. Álvarez. Iba con los del Palacio de Justicia de Iguala. Ahí sí no hubo un rumbo para dónde se los llevaron. ¿No se los habrán llevado hasta la sierra? Tú sabes que en su momento aquéllos no permitieron subir a buscar hasta la sierra. Ni a los mismos del gobierno les permitieron. Luego me pongo a pensar eso. En algún lugar están. Los vamos a volver a ver.
Tú lo has visto. Nos dicen de todo en las marchas. Que somos vividores, que queremos dinero. Eso me irrita. Me causa dolor. Estamos buscando a nuestros hijos. Pero he aprendido a canalizar eso. Es gente desinformada, que nada más cree lo que ven en sus teles.
Además de que aparezcan César Manuel y los muchachos, para mí hacer justicia consistiría también en conocer la verdad. Esa verdad que ocultó el gobierno. Esa verdad que ellos tramaron ocultar con tanta crueldad pensando que nosotros somos gente que no está preparada, que no estudiamos. Se les hizo fácil decir: “Engañamos a estas personas, les decimos que fue esto –el incendio de los 43 normalistas en el basurero de Cocula, del que la evidencia científica demostró que no hubo tal– y ya”.
Antes yo sí creía en las leyes. Pero he visto que el gobierno sólo las aplica para su beneficio. Cuando veíamos a un candidato joven como Enrique Peña Nieto, hasta llegamos a creer que iba a hacer algo, que iba a hacer algo por los jóvenes. Pero luego te pasa esto, y tú misma visibilizas y te das cuenta de que, además de que los gobiernos se ponen a ellos solos, ellos deciden por nosotros. Pero no en conformidad a lo que nosotros queremos: vivir bien, tener salud, que no te despojen de tu territorio, que no te desaparezcan, que no haya muertes… tantas cosas. Lo que estamos viviendo en realidad es una forma de que el gobierno se está deshaciendo de sus obstáculos: entre más jóvenes matan y desaparecen, más le beneficia. Los jóvenes son los que se están dando cuenta de cómo este sistema está gobernando.
Bendito Dios, no me ha pasado nada. A veces comemos una vez al día. A veces dos. Pero no tenemos un horario. Es muy rara la vez que comamos bien. A Mario, mi esposo, le ha pasado de todo.
Cuando se murió doña Minerva –madre de Everardo Rodríguez Bello, uno de los 43 desaparecidos–, hijo… Yo lloré hasta donde no. Lo vivimos feo, triste. Un dolor… un dolor… Se fue sin saber de su hijo. Te duele saber que ya se fue una de las mamás. Ella a lo mejor no sabía que tenía ese mal que la mató, pero a consecuencia de esto se alteró más, mucho más.
Yo no quiero… yo no quiero irme así.