EL-SUR

Lunes 04 de Noviembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Hiroko Oyamada: humanos al otro lado del mundo

Adán Ramírez Serret

Marzo 18, 2022

 

Leer literatura japonesa es estar dispuesto a enfrentar códigos extraños. Un mundo alterno también habitado por humanos, pero que se rige bajo reglas completamente diferentes. Ese fenómeno a veces apasionante y por momentos desconcertante de observar al otro sucede siempre con autores como Yukio Mishima, Kenzaburo Oé o Yasunari Kawabata.
Son humanos, no cabe duda, pero los sentimientos y pasiones que compartimos, el amor, los celos y la soledad, los enfrentan de manera completamente opuesta a nosotros. En lugar de gritar o llorar, miran hacia adentro o hacia otro lado y siguen con sus vidas mientras adentro las aguas son cada vez más turbulentas.
Quizá también podamos observar al otro en nuestro vecino, nuestra familia o nuestra pareja: otra persona envuelta en carne y hueso y que no somos nosotros. Sin embargo, siempre es más difícil comprender a las personas que hemos visto durante todas nuestras vidas.
Por eso la literatura japonesa no es sólo una tradición por descubrir, paisajes por conocer… es la posibilidad de observar humanos al otro lado del mundo.
Pienso en la otredad, en los otros lados del mundo, quizá incluso en el lado oscuro de la luna, porque habito otra atmósfera desde que leo Agujero, de Hiroko Oyamada (Hiroshima, 1983).
La novela comienza con un matrimonio de treintañeros. No les preocupa mucho su relación y más bien son indiferentes ante el mundo. No sé si la palabra para describirlos sea normales. Ella y él trabajan todo el día y cuando están juntos él está enfrascado siempre en su teléfono. Ni se aman, ni se odian. No son ni ricos, ni pobres y ninguno de los dos se muere por tener hijos, y si acaso llegaran a tenerlos, tampoco les preocupa.
Dado este escenario, al esposo le ofrecen un trabajo en el pequeño pueblo de donde es originario. Allí viven aún sus padres y poseen y alquilan una casa justo al lado de donde viven, así que le proponen al hijo mudarse allí sin pagar renta.
Por lo tanto, la narradora, de un día para el otro, se descubre como ama de casa, sin hijos, viviendo junto a sus suegros y terminando sus labores al mediodía. Recuerda su vida anterior en la gran ciudad en donde trabajaba de sol a sol, en donde una compañera de trabajo le decía que era muy afortunada al poder irse de la ciudad, tener tiempo de estar en su casa, ser mamá y hacer galletas. Sin embargo, a ella esto no le ilusiona para nada cuando lo vive. Tampoco es que quiera hacer algo en particular, pero esa vida pasiva la desespera.
Pasa los días viendo al abuelo de su esposo regando todo el tiempo de manera obsesiva, al grado de hacerlo incluso cuando llueve. La novela parece tratar sobre el contraste de la vida de una gran ciudad y un pequeño pueblito, pero comienza a haber guiños, el abuelo riega incluso con lluvia, su suegra actúa extraño, con excesivo respeto, falsa… y las cosas dan un giro cuando su suegra le pide el favor de hacer un pago. Se dirige a hacerlo, cuando ve un animal extraño, no es un perro, no es una comadreja ni un tanuki (un mamífero endémico de Japón de aspecto similar a un cruce entre perro y mapache). Le llama la atención este animal, y a la manera de Alicia en el país de las maravillas, comienza a seguirlo, y a causa de esto, cae en un agujero.
A partir de aquí la novela se vuelve apasionante y perturbadora, pues sucede aquello que todos hemos vivido en la vida a partir de un momento particular, ¿o todo es completamente igual y nosotros cambiamos o el mundo giró de un momento a otro? Quizá las cosas siempre han sido de esta manera, pero nunca se había dado cuenta.
Luego de salir del agujero, el mundo es extraño para la narradora. El pueblo comienza a ser habitado por personas que no había visto hasta entonces. Algo no termina de cuadrar, un misterio se esconde detrás de cada persona y de cada animal.
Hiroko Oyamada demuestra con esta novela, que en todo el planeta hay humanos, pero que en Japón, las personas, son el otro lado del mundo en donde nos vemos reflejados y nos descubrimos más fieles que nunca.

Hiroko Oyamada, Agujero, Madrid, Impedimenta, 2021. 200 páginas.