EL-SUR

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Guerrero, México

Opinión

Hongosto: carne de Dios

Andrés Juárez

Agosto 03, 2019

Carne de dios, pajarito, corona de Cristo, derrumbe, peligroso mosquero, San Isidro. México tiene fama mundial por estas hermosas palabras. Los hongos alucinógenos de las zonas boscosas, sumados a los rituales prehispánicos para guiar a quien los consume en un camino de descubrimiento interior, son un atractivo ejemplo de lo que ahora se da por llamar “patrimonio biocultural”. No basta con saber cuál es el hongo alucinógeno y diferenciarlo del venenoso o del alimentario: hay que saber cantar y bailar para regresar con bien de ese camino al interior de uno mismo. Mientras estaba en la Séptima Feria Mazahua del Hongo, los jóvenes que vendían hongos alucinógenos –decían– envueltos en hoja de plátano me hicieron pensar, por su mirada un poco extraviada, en que consumir una ración sin el ritual de las veladas con sonidos de oquedades de barro y cánticos en mazateco no resulta tan excitante. La biodiversidad sin la cultura queda incompleta, porque la biodiversidad, su conocimiento, uso y conservación, ha sido una construcción social milenaria.
El grupo de organismos más numeroso de la biósfera es el integrado por insectos, arácnidos, crustáceos y miriápodos –cienpiés, milpiés–, los artrópodos, pues–. En segundo lugar, por número de especies, están los hongos. En todo el mundo es probable que existan un millón 500 mil especies, de las cuales se ha descrito apenas 5 por ciento. De las especies conocidas y estudiadas, en México existen entre 6 mil y 10 mil, según el autor que se consulte. Mientras estaba en la Feria Mazahua del Hongo observaba un puesto de comida con al menos 15 platos distintos con hongos como base, pero preparados con no más de cinco tipos de hongos. Cinco especies de hongos en un universo de al menos 6 mil… Mucho para una pequeña localidad enclavada dentro de una cuenca cerrada que forma una laguna intermitente, pero demasiado pequeño para la diversidad de hongos presente en nuestros bosques. ¿Qué ha pasado? ¿Nunca se supo comer más especies o hemos perdido ese conocimiento?
Me entero de que China, Japón y España son los países que mejor aprovechan sus recursos fúngicos. El caso de aprovechamiento de trufas en España y la producción de conservas en China o el símbolo cultural de la amistad para el hongo matzutake en Japón son ejemplos de beneficios a la población mientras se conservan los recursos forestales. Y pienso que en México sabemos muy poco –la gente común, no los especialistas, que los tenemos a raudales– sobre la riqueza que tenemos allá, en los bosques, ese espacio lejano y ajeno. Estando en la Feria Mazahua del Hongo escuchaba a un investigador del Instituto Politécnico Nacional asegurar que México es el segundo país del mundo con mayor diversidad genética de hongos. Y yo quería salir ya de la plática para ir con los estudiantes del Instituto Tecnológico de Valle de Bravo para probar el ceviche de hongos o las tostadas de salpicón de hongo sobre una cama de geminado de brócoli. Me preguntaba cuántas formas de alimentos se pueden generar con hongos silvestres mientras la “población en general” se conforma con comer champiñones enlatados.
Unas mujeres “animadoras campesinas”, que se dedican a traspasar conocimiento y entusiasmo a otros productores campesinos para mantener sistemas productivos sin envenenar al agua y la tierra, llevaron a la Feria Mazahua del Hongo una serie de biopreparados. Con estos líquidos se puede combatir plagas y enfermedades de plantas, nutrir el suelo o fortalecer la floración, hacer enraizamiento y brote de frutas. Mientras las observaba me di cuenta de que ninguna llevaba un biopreparado a base de hongos. Me llené de vergüenza porque era mi responsabilidad. Recordé el hongo conocido como “matamoscas” –famoso por ser alucinógeno y estar relacionado con rituales religiosos en varios países, como India–, cuyo nombre se debe a que sirve para preparar potentes venenos contra moscas, al hervirse y mezclarse con leche. Un señor decía en la muestra de hongos regionales que “a ese cafecito de ahí le decimos ‘matasuegras’; con un poquito se quita uno de problemas”. Basta de violencias en este país, pensé. Ahora me pregunto hasta qué nivel se aprovecha la diversidad genética de los hongos con propiedades toxicológicas. Porque más allá de tener minerales, antioxidantes y aminoácidos importantes para la salud humana –sin caer en el nutricionismo–, los hongos pueden ser aprovechados para la salud de plantas, animales domésticos y suelos. Las comunidades lo saben, la industria lo aprovecha. ¿En qué momento dejamos ese conocimiento transversal en el basurero de nuestra historia?
Más allá del delicioso viaje culinario, ir a la Séptima Feria Mazahua del Hongo me permitió conectarme con una historia perdida. Los hongos son un tesoro digno de visibilidad. Y sólo pido algún día la oportunidad de un “derrumbe” digno.

La caminera

Si se perdieron la Feria Mazahua del Hongo y sus feministas raíces, o la deTlaxiaco en Oaxaca o la de Amecameca –todas en julio–, apenas empieza “hongosto” y pueden llegar a la de Maravatío, Michoacán, del 9 al 11 de agosto. O bien, lanzarse a cualquier comunidad de Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Estado de México y sus mercados tradicionales, donde pueden comprar hongos silvestres. Piensen que para colectar una cubeta de hongos se recorren cerros enteros por jornadas de 10 horas, así que a valorar el trabajo comunitario de recolección y disfrutar de la diversidad de sabores.