EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Imagina lo que haces y haz lo que imaginas

Adán Ramírez Serret

Octubre 26, 2018

 

Una pregunta completamente legítima a la que se enfrenta cualquier lector, es la razón por la cual un libro es bueno. ¿Qué lo hace diferente de los demás? Es un asunto que naturalmente no tiene una sola puerta de salida, sino muchas. Se puede decir que una novela es muy buena, escrita por un autor que crea y desarrolla grandes historias, personajes formidables o que escribe como un dios. También podemos pensar en Ricardo Piglia, quien decía que un escritor es bueno cuando hace literatura de manera directa. Pues, en general, un escritor normal se concentra en no hacer la clase de libros que le disgustan; mientras que los grandes, Shakespeare o Dante, son de los pocos que escriben, y logran, claro, una literatura que sí quieren hacer.
Una noche reciente de insomnio, mientras releía A la sombra de las muchachas en flor, de Marcel Proust, me encontré con una reflexión que me pareció deslumbrante. Esta es que cada libro bueno es único; que su esencia sólo puede contenerse en sus páginas. Cuando nos dice alguien más que está leyendo algo muy bueno no nos entusiasma porque no lo conocemos y cuando al fin lo leemos descubrimos que es único en su especie. Dueño de una belleza única y de un placer que sólo ese libro puede darnos.
Pienso esto a partir de la última novela de Juan José Millás (Valencia, 1946), Que nadie duerma. Se trata de un autor que en algún momento leí mucho y que también es muy conocido por su columna semanal en el periódico El País. Recuerdo, sobre todo, que me gustó muchísimo No mires debajo de la cama. Una ligera y entretenida novela sobre la vida de la ropa, de las prendas con las que nos vestimos, de su existencia cuando no están sobre nuestro cuerpo. Se grabaron en mi mente las historias de un abrigo solitario y sobre todo de un zapato eternamente deprimido porque enterraron a su par en el pie cortado de su dueño.
La literatura es de los pocos lugares en donde es mejor tener pocas reglas. Por lo tanto como lector tengo pocas. Una de ellas, abandonar un libro si no me interesa. Le había perdido la pista a Millás y no recordaba el último libro que me hubiera gustado de él. Comencé el más reciente y en un principio no me interesó, pero bastó que le diera una segunda oportunidad, otra regla básica, para que me atrapara.
Millás usualmente escribe sobre mundos extraños y personajes inusuales. Piensa que algo real no debe ser necesariamente realista.
Su más reciente novela, Que nadie duerma es la historia de una mujer que ha llevado una vida un tanto anodina, la llama el narrador cómplice, falsa delgada, pues aunque parece menuda tiene las piernas fuertes y un buen trasero y está obsesionada con los hombres pájaro. Un día, poco después de ser despedida de su trabajo burocrático, decide tomar como lema de vida lo que le dice un taxista, “imagina lo que haces y haz lo que imaginas”.
Decide invertir el poco dinero que tiene y compra un taxi. Lleva ya algunos días de estar en su nueva vida cuando mientras se baña escucha que se cuela por la ventana del baño por enésima vez la ópera Turandot de Puccini, en donde dice una de las arias, ‘Nessum dorma’, que nadie duerma. Algo la interpela y decide conocer al vecino que la ha atormentado con la música.
A partir de aquí su vida cambia y solo tiene un fin: volver a ver a este vecino. Se lanza a las calles de Madrid, conduciendo el taxi burbuja en donde no deja de sonar Turandot. Imaginando que es una princesa pequinesa enamorada de un rey persa.
Que nadie duerma es una oportunidad de encontrarse con otros mundos, de descubrir otras realidades. Me recuerda unas líneas del poeta Paul Eluard, quien decía, “Hay otros mundos pero están en este”. Millás nos descubre esa otra realidad que está enfrente de nuestras narices pero que nunca habíamos visto.
(Juan José Millás, Que nadie duerma, Madrid, Alfaguara, 2018. 216 páginas).