Gaspard Estrada
Diciembre 28, 2016
El voto, hace unos días, de una resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre la colonización por parte de Israel de territorios palestinos en Cisjordania, estuvo en el centro de la agenda diplomática y mediática internacional en esta última semana. El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahou, denunció este voto del consejo de seguridad, calificándolo como un acto “parcial y vergonzoso”, al tiempo que convocó para consultas a los embajadores de los diez países miembros del Consejo de Seguridad con los cuales Israel tiene relaciones diplomáticas, el pasado 25 de diciembre, y anunció una revisión de las relaciones de su país con la ONU, organización que tendrá un nuevo secretario general el próximo primero de enero.
Si bien el voto en la ONU no tiene un efecto jurídico vinculante de inmediato, al haber sido votado bajo el amparo del artículo sexto de la Carta de las Naciones Unidas, lo que le da un carácter consultivo y no impositivo, y lo que hubiera ocurrido si se hubiera invocado el artículo séptimo, su alcance político y diplomático es muy importante. Se trata de la primera ocasión en décadas en la cual Estados Unidos no ejerce su poder de veto para impedir la aprobación de una resolución contraria a Israel sobre ese asunto en el seno del consejo de seguridad de la ONU, la principal instancia de toma de decisión de ese organismo internacional.
Este hecho político se lleva a cabo en el contexto de una creciente derechización de la sociedad y de la clase política israelí. Si bien durante los años 1990 la voluntad política de llegar a un acuerdo de paz teniendo como marco las fronteras de 1967 (al término de la guerra de los seis días) existía en buena parte de la élite política de ese país, hoy en día ya no es el caso. Las sucesivas victorias de los partidos de derecha vinculados a los movimientos de judíos ortodoxos y de inmigrantes rusos, han contribuido a disminuir el espacio político de una solución negociada en el parlamento israelí (la “Knesset”). Esta tendencia llegó a su ápice en 2015, cuando fue electo el parlamento más conservador desde la creación de ese país, en 1948.
A raíz de esta realidad política, Benjamin Netanhayou ha montado una agenda destinada a provocar que el proceso de paz no prospere, al mantener la política de colonización de territorios palestinos. Para numerosos especialistas de este conflicto, los efectos de esta política son tan importantes que hoy en día es casi imposible que un acuerdo de paz entre Israel y Palestina se lleve a cabo teniendo como fronteras las trazadas en 1967.
Sin embargo, a pesar de esta realidad difícil de aceptar, la comunidad internacional ha intentado mantener con vida el proceso de paz iniciado a principios de los años 1990 (a raíz de la conferencia de Madrid de 1991 y de la firma de los acuerdos de Oslo en 1993) bajo los auspicios de Estados Unidos, en particular de los presidentes George Bush y Bill Clinton.
En efecto, a pesar de no existir avances en el terreno político, la comunidad internacional se ha rehusado a hacer cambios en su estrategia política. Si bien personalidades con peso político han sido nombradas para encontrar salidas políticas al conflicto, como el ex primer ministro británico Tony Blair, nadie ha sido capaz de cambiar la correlación de fuerzas a favor de una solución negociada. Desde ese punto de vista, es posible que la voluntad política de Barack Obama, al no presentar su veto a la iniciativa de resolución de Nueva Zelanda, Senegal, Venezuela, y Malasia, sea de dejar una marca en la historia, a falta de haber podido encontrar una solución al conflicto entre Israel y Palestina, y teniendo en perspectiva la voluntad del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, de apoyar las iniciativas del gobierno israelí.
El probable reconocimiento por parte de Estados Unidos de Jerusalén como capital de Israel por parte de la administración Trump puede marcar un parteaguas en el conflicto entre estos dos países. Esperemos que no desemboque en una nueva Intifada.
Twitter: @Gaspard_Estrada
* Director ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París