Adán Ramírez Serret
Agosto 23, 2019
J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940), Premio Nobel de Literatura 2003, es un autor inaprensible, siempre huidizo. A pesar de haber leído más de 10 libros suyos, siento que apenas y lo conozco y cada vez que me acerco a su obra, termino con una sensación de vacío y con la certeza de que la humanidad es una especie extraña y perversa.
Siempre lo desconozco porque desaparece detrás de miles de máscaras que van desde vestirse de Dostoievski (sí, nada más y nada menos, pues en El maestro de San Petersburgo se pone las ropas de este autor único), parodia de manera magistral a Daniel Defoe o puede escribir como una mujer (brutalmente verosímil) en Elizabeth Costello.
Y por si fuera poco, tiene una trilogía autobiográfica y novelas como Esperando a los bárbaros, En medio de ninguna parte y Desgracia, que sólo pudieron haber sido escritas por él.
No es fácil hablar de este autor pues cada uno de sus libros es profundo y enigmático. Coetzee es un hombre terriblemente inteligente y horrendamente crudo que parece estar dispuesto a vivir a contracorriente, aunque esto sea tan destructivo como suena.
Al ser un autor sudafricano su identidad lingüística es compleja pues su lengua materna es el afrikáans pero se educó en Inglaterra y luego en Estados Unidos, por lo que la lengua en la que ha escrito su obra, es el inglés.
Sin embargo, Coetzee dice no sentirse augusto con el mundo intelectual en lengua inglesa ni con la jerarquía que este idioma tiene en el mundo. Por lo que decidió que su más reciente libro, escrito en inglés, sin duda, y traducido al español por la argentina Elena Marengo, fuera considerado un libro escrito en castellano y por lo tanto se publicó primero en esta lengua. Así que La muerte de Jesús salió primero en español y en el octubre de este año, saldrá en inglés y después en las demás lenguas.
Su última entrega, pues, es La muerte de Jesús con la que da fin a una saga que comenzó con La infancia de Jesús y Los días de Jesús en la escuela. Es el fin de una parábola terrible. Una que intenta dar un mensaje que se anuncia pero que es difícil, sino imposible, de aprender.
Este fin de la trilogía es una novela escrita con una gran sencillez. Pareciera que el estilista ya mencionado arriba se cansara de sí mismo y se decidiera a escribir una novela de la manera más sencilla posible, limitándose a contar la anécdota.
Esta trilogía es la historia de un niño enigmático que en la primera parte lo vemos llegar a un mundo sin memoria. David es un niño con miles de preguntas y es adoptado por un hombre, Simón, y una mujer, Inés, que no tienen ninguna particularidad más que vivir en una profunda soledad y en estar dispuestos a tomar al niño como hijo.
En la segunda parte, Los días de Jesús en la escuela, el niño, el joven mesías, cultiva la admiración de todos al ser brutalmente bueno y hermoso a la vez que tienen un talento único para la danza y el futbol.
Coetzee es portador de una brutal ironía en esta tercera entrega pues estamos ante el niño poco antes de ser adolescente y que se encuentra seguro de ser portador de un mensaje que salvará a la humanidad. Es también brutalmente divertido pues el libro con el que el niño difunde sus enseñanzas no es otro que El Quijote en una versión para niños. Lo sabe de memoria y se niega a leer otro libro y a poner en tela de juicio los hechos que este libro narra.
La novela puede llegar a ser bastante provocadora pues el personaje del mesías es cada vez más antipático, es capaz de hacer sufrir a sus padres adoptivos en nombre de la sabiduría que posee.
La muerte de Jesús es una parábola irónica y profunda que refleja el fanatismo de quienes se consideran portadores de la verdad y quienes están dispuestos a sacrificar una vida en nombre de un destino divino.
(J. M. Coetzee, La muerte de Jesús, Ciudad de México, Random House, 2019. 189 páginas).