EL-SUR

Lunes 13 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Jalemos juntos

Eduardo Pérez Haro

Febrero 21, 2017

(Segunda parte)

Para Oscar Estrada.

Donald Trump pretende crear condiciones de inversión en su propio territorio, lo mismo hicieron los chinos y de ahí que los países (Brasil es un ejemplo) que se habían subido a su dinámica se vinieron abajo en cuanto dieron el giro para enfatizar el desarrollo interno. Los ingleses repararon en que su inscripción en la Unión Europea no les estaba dando las ganancias de otro tiempo y optaron por promover su salida, y su población los respaldó contra todo pronóstico y deseos del pensamiento tradicional de las tecnocracias propias del auge globalizador de los 80 y 90, al igual que lo obtuvo el estrambótico presidente de Estados Unidos. Luego entonces, no sólo hay un presidente loco de por medio sino la prefiguración de una etapa de capitalismo cifrada por el nacionalismo globalizado.
La ayuda monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos (la FED) que se activó a partir de la crisis del 2008 para apalancar la recuperación de la economía norteamericana, no ha dado resultados porque hay una suerte de engolosinamiento (inercia y afán de preponderancia) del sector financiero donde éste presta dinero para que le paguen en primer lugar, pago de intereses sobre intereses, y en grado alguno abonar al capital, y ya lo que sobre para lo que ustedes gusten y manden en la producción de bienes y servicios. Bien, pero ¿cuál es el problema? Pues sencillamente que la emisión de moneda es deuda, y ahora resulta que la deuda es mucho muy grande (aunque la estadística del Banco Internacional de Pagos presupone cifras mucho mayores, quedémonos por ahora con la deuda reconocida por el FMI como gran problema y ésta es del orden de 152 billones de dólares lo que significa más del doble del producto mundial), y hay más dinero del que se requiere para facilitar los intercambios de productos lo que, en principio, representa un desequilibrio que debilita el poder de compra del dinero.
Con lo cual, ambos aspectos, mucha deuda y mucho dinero, configuran un problema de proporciones mayúsculas, no sólo por el tamaño y el trabajo productivo futuro que ello presupone para pagar la deuda, sino que es tan grande que se torna impagable, lo que de cumplirse implicaría el colapso del mismo sistema financiero con la consecuencia de una recesión sistémica (ausencia de crecimiento económico en forma generalizada) por decir lo menos. Y como señalábamos, el hecho de tanta deuda presupone mucho dinero que, en presencia de baja producción de bienes y servicios, como lo muestra el bajo crecimiento económico, se traduce en principio en una presión inflacionaria pero que en la proximidad de una recesión se devolvería bajo la forma de una condición deflacionaria que estaría tipificando no una recesión sino claramente una depresión económica internacional.
La economía mundial que crecía a ritmos del 6 por ciento durante la posguerra, se quebró en el 73-74 como ya lo referíamos antes, y se recuperó en la globalización pero por debajo de 5 por ciento en sus mejores momentos; después, entrado el presente siglo, se colocó por debajo del 4 por ciento y ahora se presume que lo podría hacer debajo del 3 por ciento, pero entiéndase que este promedio tendencial a la baja no es menor gracias a China que, siendo la segunda economía más grande del mundo, crece para el 2015 al 6.9 por ciento y la India que siendo la séptima economía más grande lo hace al 7.6 por ciento pues Estados Unidos para ese mismo año alcanza el 2.4 por ciento con lo que claramente la economía mundial está en problemas provocados y acentuados por el debilitamiento de las economías de los países desarrollados con el agregado de que los fenómenos de la desigualdad dejaron de ser privativos de los países atrasados para convertirse en un creciente y extendido problema de los países desarrollados como el mismísimo Estados Unidos.
De manera que las principales economías del mundo dejaron de tener en la globalización una ruta de crecimiento económico y a la vez albergaron la desigualdad y la pobreza en su seno, con lo que están tomando distancia para intentar recomponer sus condiciones de crecimiento con base en el mercado interior y de ahí su nacionalismo de ahora, que en la expresión de Donald Trump presupone un programa de desarrollo de la infraestructura y un proceso de reindustrialización enmarcados por el proteccionismo.
Esto no implica desdecirse del comercio exterior ni tampoco renunciar a la globalización (que en su sentido más amplio no sólo es crecimiento del comercio exterior sino también un patrón tecnológico productivo, de organización del trabajo, la producción y el comercio sin registro antes de la década de los 70), pero sí un ajuste de sus términos y condiciones, ahora bajo la tesitura de un nacionalismo globalizado, que sin duda para las economías avanzadas presupone un problema de no fácil resolución por cuanto presupone un financiamiento de que no disponen salvo bajo la condición de mayor endeudamiento, amén de las mencionadas medidas proteccionistas, pero este es tan solo uno de los varios problemas que habrá de enfrentar este nuevo trazo de la economía global y particularmente de Estados Unidos con Trump como presidente, cuestión que analizaremos en otra oportunidad de una manera puntual y más amplia.
Lo que ahora nos interesa destacar es que este esquema de nacionalismo globalizado con el restablecimiento de barreras proteccionistas para los países dependientes, como México, representa un esquema indigerible por cuanto le cambian el escenario en 180 grados con la circunstancia de tener que, en adelante, intentar andar sin la locomotora Estados Unidos de la que se había enganchado (el crecimiento económico concentrado en algunas empresas abocadas al comercio exterior) además de cargar con el peso de los rezagos acumulados en los factores fundamentales de la capacidad productiva y de comercio nacionales (tecnología, infraestructura, calificación de la fuerza de trabajo, organización de la producción, diversificación de mercados, financiamiento y nuevo arreglo institucional) que nuestro país enfrenta precisamente porque los abandonó por lo mismo, es decir, por asirse al proceso (su ensueño) norteamericano de libre comercio globalizador a manera de doctrina (en favor de grupos empresariales privilegiados) y no como parte de una estrategia completa de desarrollo nacional donde se hubiere actuado, a la par del crecimiento del comercio exterior, en la superación de las insuficiencias estructurales referidas en el paréntesis, como de alguna manera sí sucedió en otros países (Tigres Asiáticos, Europa del norte, incluso Turquía, Sudáfrica y otros).
Así pues, existe un declive en la dinámica de crecimiento de la economía mundial, acentuada en los países más desarrollados, pero el problema más delicado, grave sin duda alguna, es el desmedido endeudamiento de las empresas, de los países y de las personas y la sobredimensión del capital accionario en las bolsas de valores (aspecto de la mayor relevancia que también tendremos que desarrollar en otra oportunidad) que en la base dependen del intercambio de bienes y servicios con franca tendencia de disminución relativa, pero, lo más grave de lo grave, es que los monopolios financieros y del comercio, principalmente, viven al amparo de los estados-gobierno que se aprestan a impedir su quiebra (sobreoferta de crédito) mediante el mecanismo de socializar la deuda impidiendo su crisis a cambio del trabajo futuro, y donde ustedes podrán entender, esto no se resuelve ni con la emisión de dinero ni por la vía fiscal mientras los esfuerzos de la política económica, de la inversión y del trabajo, no se encaminen a resarcir las insuficiencias, arriba señaladas, en la capacidad de producción y de comercio, que a su vez presuponen un redimensionamiento y regreso del sistema financiero a su condición auxiliar del proceso de producción, basado en el ahorro y no en la deuda, donde se finca la economía real que le da basamento al dinero y no al revés.
De esta manera, la política económica para remontar las debilidades de la capacidad productiva y un esquema de reordenamiento del sistema financiero en México, se perfilan como los contenidos de la unidad nacional para un desarrollo productivo incluyente de México y no en la evocación nostálgica del modelo excluyente del comercio exterior y la guerra contra Trump.

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