EL-SUR

Jueves 02 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Jorge F. Hernández y Cochabamba

Adán Ramírez Serret

Mayo 19, 2023

Para Mabelita: la cochala más entrañable.

Jorge F. Hernández (Ciudad de México, 1962) es uno de los personajes más singulares de la literatura mexicana. Lo es por su sentido del humor implacable capaz de sonrojar a Larry David, por su generosidad desbordada que abraza a propios y extraños y por sus novelas llenas de melancolía.
La Emperatriz de Lavapiés, por ejemplo, es un homenaje al pasado, a una generación y un país, que cambió de nacionalidad. Dice: “Por eso te volviste el amor de mi vida, porque contigo reimaginé Madrid y porque lo tuyo era todo lo mío, al revés: una mexicana en el espejo, que quería hablar como chulapona, que soñaba a España como tierra de colores”.
El universo de Jorge F. Hernández es literatura. Leerlo y platicar con él es habitar los libros; vivir un mundo en donde todos los héroes son escritores. Jorge parece sacado de una biblioteca, un Chesterton que, mientras platica, busca su sombrero en cada oración que regala a quien lo escuche.
Congruente con sus principios, Jorge tiene una librería, Pérgamo; ejerce la resistencia más sensata, quizá la única posible para un amante de la literatura: dedicar su vida a ser un puente entre los libros y sus lectores.
Cochabamba es la entrega más reciente de F. Hernández. Título que, más que una palabra, más que una ciudad, es un instrumento musical. Pareciera que uno crece, que uno aprende, que uno se enamora entre esas cuatro sílabas que resuenan como un nombre sacado de un cuento de hadas.
Porque esta novela es esto precisamente, un ejercicio lírico, un encadenamiento de frases que son imágenes y que cuentan la historia de una princesa cochala, de una acaudalada niña, de una joven, más bien, de Cochabamba.
Dice una las páginas de esta novela: “París como mancha de óleo blanco al fondo de una alfombra infinita de verdes que vienen como oleaje de Cochabamba, tierra sin mar pero con sílabas que navegan hasta la blanca mancha de pintura que llamamos París”.
El hábitat de esta novela, de Cochabamba, es el de Jorge F. Hernández, el del pespunte en donde se unen la vida y la literatura. Así, Hernández cuenta que esta historia se la platicaron, que él fue elegido, de manera explícita y sopesada, para escribir esta historia. Todo comenzó por el amigo de un amigo francés que lo invitó a comer, y que, en las primeras de cambio, entre los apretones de mano y los aperitivos, le dijo que escribiera la historia de su madre. A lo que Jorge, en el lujoso hotel en donde se reunían, aceptó mientras pasaba la comida completa, los postres, los cigarros y la tarde se hacía noche y luego madrugada hasta el amanecer.
Pues resulta que la madre de este francés fue una acaudalada joven de Cochabamba. Más bien la hija del hombre más rico de esta ciudad. Las cosas iban bien en su imperio, hasta que se presenta en su despacho un hermoso, alto y joven mulato para pedir la mano de su hija. El magnate además de indignarse, le preocupa que su hija se vaya a casar con alguien así, por lo que decide sacarla de la ciudad de bello nombre y hermosas personas para llevarla nada menos que a París, la ciudad de las luces y los sueños.
El narrador de esta novela confiesa que ha contado demasiadas veces esta historia desde que se la contaron. La historia lo ha acompañado en sobremesas durante buenos años. Por lo que la conoce como la palma de su mano.
La joven cochala llega a París en barco, en el cual llevaba lo necesario para que una princesa estuviera lo mejor posible, hasta vacas. Eran los años de la ebullición, del París era una fiesta de Hemingway, en donde esta joven sudamericana se convierte en la mujer más bella de todo París.
Una personaje de un cuento de hadas que habitó los días de París que parecían sacados de una hermosa novela que sólo podría concretar un enamorado del lenguaje como Jorge F. Hernández.
Jorge F. Hernández, Cochabamba, Ciudad de México, Alfaguara, 2023. 193 páginas.