EL-SUR

Jueves 05 de Diciembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Juan Gabriel Vásquez y el mar de fondo

Adán Ramírez Serret

Noviembre 29, 2019

 

Hay escritores, como Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973), para quienes la narrativa, las ficciones que construyen historias, no son otra cosa que dilemas éticos.
La lista, la familia de autores que escriben desde esta posición, se cuenta con los dedos de una mano. En un primer golpe, me vienen a la mente los rusos Antón Chejov y Lèv Tolstoi; y otros grandes y perversos como Patricia Highsmith o Vladimir Nabokov, del cual, por cierto, se ha rescatado una entrevista en donde declara que Humbert Humbert no era otra cosa que un depravado y que la novela Lolita no es otra cosa que la confesión de un pedófilo.
Heredero de esta tradición de escritores –vaya responsabilidad–, Juan Gabriel Vásquez ha hecho del conjunto de su obra, y esto se descubre cada vez más con cada libro suyo nuevo, una especie de dilema ético en donde lo que se discute en cada historia que escribe no es lo que aparece de manera explícita en la trama (infidelidades, traiciones o deserciones), sino aquello que es innombrable para los personajes, pero que define cada segundo de sus vidas.
Pienso, por supuesto, en algunas de sus obras paradigmáticas como El ruido de las cosas al caer, novela sobre el narcotráfico en donde se propuso que podría aparecer todo, menos los lugares comunes (sexo, violencia y drogas) que abundan en libros de este género. Las reputaciones, una nouvelle en donde en pocas páginas pone sobre la mesa el dilema ético, la terrible posibilidad de culpar a alguien en un arranque de odio y llevarlo a la muerte. Y, también, en La forma de las ruinas, una novela en la cual, con un grado fuerte de auto ficción, se pregunta no sólo en qué momento se arruinó Colombia, sino también qué fue lo que en verdad sucedió en aquellos hechos innombrables que fueron el parteaguas de la historia reciente de un país.
Canciones para el incendio, su más reciente libro de relatos, es, me atrevo a decir, su obra más personal; no sólo porque aparezca un personaje muy parecido al narrador, con su mismo nombre y misma historia personal (como en el relato Aeropuerto, en donde cuenta la anécdota en donde fue extra en una película de Polanski y la obsesión que le causó aquel hombre con una vida oscura cuya esposa fue asesinada), sino porque varios de estos relatos parecen dialogar con sus novelas ya mencionadas y algunas otras.
En Mujer en la orilla, por ejemplo, dialoga con Las reputaciones pues es la historia de una mujer que tiene que enfrentarse a una declaración ominosa que hizo en el pasado. La razón de su culpa no sólo es oscura sino enigmática. La anécdota hace referencia a aquellos momentos en los cuáles, sin saber bien a bien la razón, hacemos declaraciones monstruosas que pueden destruir la vida de otras personas. Es, por cierto, brillante la forma en que Juan Gabriel Vásquez considera el acto de decir como una forma de acción: no solamente somos culpables de lo que hacemos sino también de aquello que decimos. Hay una constante preocupación por el pasado: visto como algo que nunca se ha ido y es presente.
En todos estos relatos aparece la presencia del pasado como un elemento definitivo. El de un hombre estadunidense, por ejemplo, que encuentra el narrador en París, fue soldado en Corea y tuvo un gran amigo quien después murió y tuvo que darle la terrible noticia a su esposa. El narrador escucha la historia y mientras lo hace se pregunta cuál es la razón por la cual le estén contando esto. El tiempo pasa, pero la anécdota se queda prendada, y algunos años después, siente la necesidad de ir a visitar a aquel personaje que le contó esa historia. Es imposible dar con él así que busca a la viuda y entonces descubre la razón por la cual le contaron esa historia.
Finalmente, el último relato, Canciones para el incendio, es la historia de la novela La forma de las ruinas, es una especie de diario detrás de cámaras del suceso imposible de contar, de la belleza de una investigación y de las sorpresas que conlleva hacerla.
Juan Gabriel Vásquez, en este segundo libro de relatos, me parece un autor imprescindible por profundo, por brillante y porque su escritura es una especie de refugio desde donde se puede observar el mundo.
(Juan Gabriel Vásquez, Canciones para el incendio, Ciudad de México, Alfaguara, 2019. 262 páginas).