EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Juan Villoro: filósofo y niño

Adán Ramírez Serret

Febrero 09, 2018

 

En la historia más o menos reciente de las letras en México, hemos tenido la fortuna de contar con algunos autores, con ciertos escritores que en muchos sentidos son más que geniales artífices de poemas, ensayos o crónicas; sino que también son creadores de pensamiento y divulgadores de conocimientos. Pienso, por supuesto, en Alfonso Reyes, Octavio Paz y en Juan Villoro (Distrito Federal, 1956).
Se trata de figuras intelectuales que con su obra y pensamiento marcan un antes y un después; de personas generosas que no piensan tan solo que su obra deba tener grandes alcances estéticos; sino que también con ella, a través de sus libros, se abran las puertas del mundo del conocimiento a generaciones.
Está el caso de Alfonso Reyes que no solamente formó parte (al lado de José Vasconcelos y Pedro Enríquez Ureña) del Ateneo de la Juventud, que fundó revistas y acercó, por medio de sus ensayos, a los jóvenes poetas y ensayistas mexicanos a autores de la talla de Stephan Mallarmé. También fue una figura fundamental para los jóvenes escritores y en especial impulsor crucial apoyando en todos sentidos a la generación de nuevos lectores y escritores como Jorge Cuesta, Javier Villaurrutia y Gilberto Owen, los cuales con el paso del tiempo conoceríamos como Los contemporáneos.
Octavio Paz, sin duda mucho más polémico que Reyes, también fue un hombre que mediante poemas y ensayos acercó a los jóvenes a temas tan dispares como la fenomenología alemana y el budismo tántrico. Recordemos que Paz también fundó revistas como Barandal, Plural y Vuelta las cuales ampliaron de manera contundente el panorama literario mexicano.
El caso de Juan Villoro se relaciona con Reyes y Paz en cuanto a que con sus crónicas y ensayos amplía nuestros horizontes –no sólo literarios pues es un genial periodista–, a la vez que nos explica el nuestro. Y en mi caso particular, descubro muchas veces lo que pienso cuando lo leo. También ha divulgado la literatura y su paso como director de La jornada semanal es memorable. Sin embargo, se distancia de Reyes y Paz con dos rasgos cruciales. El primero, que se ha mantenido lejos de cargos públicos (del “ogro filantrópico” como le gustaba llamar a Thomas Hobbes al Estado). Recordemos que tanto Reyes como Paz fueron diplomáticos. Y el segundo rasgo que lo distancia, es un sentido del humor tan sarcástico y desobligado como el de Jorge Ibargüengoitia. Producto de esta mezcla de la influencia del autor de Palinodia del polvo y del de Estas ruinas; Villoro parafraseó la célebre definición de Reyes sobre el ensayo, “el centauro de los géneros”; retoma la idea y dice que la crónica es “el ornitorrinco de la prosa”.
Con el hilarante libro de crónicas Palmeras de brisa rápida, la memorable novela El testigo y ahora con la compilación de ensayos La utilidad del deseo, Villoro demuestra que la crónica, la novela, el ensayo, son extensiones de sí mismo. Brazos que pueden llegar a donde la persona de carne y hueso, no.
En La utilidad del deseo, Villoro despliega una maestría de originalidad y erudición de la que muy pocos se pueden jactar. La compilación toma su nombre del lema con el cual los hermanos Grimm “Entonces, cuando desear era útil”. Es revelador relacionar la escritura y lectura con el deseo. Así, en esta compilación de ensayos encontramos algunas de las obsesiones de Villoro como Gógol, López Velarde o Ibargüengoitia, más Peter Handke, Monsiváis, Rodolfo Usigli… y también nos llevamos algunas sorpresas. En lo personal el esperpéntico retrato de Karl Kraus y también en el primer texto, la conferencia que abre la compilación de ensayos, La pasión y la condena. En donde reflexiona con humor y profundidad sobre la excéntrica enfermedad de escribir y en donde llega a conclusiones como esta: “El arte no depende de los materiales, sino de la manera de usar ese barro común”.
Finalmente, el brillante Daniel Defoe: la invención de la realidad. Se trata de un retrato formidable del autor de Robinson Crusoe. Un retablo de época de la Restauración inglesa y del nacimiento de la crónica y de cierta novela que nunca se consideró como tal. En este ensayo nos cuenta que Defoe fue leído con pasión por filósofos como Rousseau y Kant y que utilizaron su novela para ejemplificar ideas. También tuvo otros lectores igual de exigentes: los niños. Villoro cuenta la hermosa historia que Defoe fue exhumado de su humilde tumba a una ilustre con el dinero donado por esos jóvenes lectores.
Juan Villoro, en La utilidad del deseo al reflexionar sobre la historia, la literatura y el mundo, muestra uno de sus más grandes y únicas virtudes, pensar como un filósofo con la frescura de un niño.
Juan Villoro, La utilidad del deseo, Barcelona, Anagrama, 2017. 387 páginas.