EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Julio Verne en Guerrero

Florencio Salazar

Febrero 26, 2019

 

Jamás hubiera pensado que Julio Verne hubiera escrito sobre México y menos aún sobre el sur. De su amplia novelística recordamos obras memorables, muchas de ellas leídas o vistas en el cine. Pensar que Miguel Strogoff pasara galopando por nuestras tierras o que el submarino de las 20 mil leguas emergiera en nuestras costas, es algo que supera la imaginación.
De pronto, me obsequian un ejemplar de Un drama en México, novela corta de Julio Verne (Ed. Porrúa, 1988, México), publicada por vez primera en 1867, que se refiere al amotinamiento de la tripulación de dos embarcaciones españolas: El Asia, navío de alto bordo y La Constancia, bergantín de ocho cañones”.
Dos sujetos ambiciosos, el teniente Martínez y el gaviero José, conspiran contra el capitán Ortega, a quien reducen en alta mar, someten a sus escasos y valientes partidarios, asesinan al comandante simulando un accidente, para luego enfilarse a México. La idea es vender a la antigua colonia los dos buques y repartirse el dinero.
Después de tocar “la Baja California” se enfilan hacia Acapulco. “De los cuatro puertos que México tiene en el Océano Pacífico, San Blas, Zacatula, Tehuantepec y Acapulco, este último ofrece más recursos para los buques”. Dice el narrador que la ciudad está mal construida, pero su bahía es segura y podría albergar más de 100 buques.
Los siniestros conspiradores antes de anclar en el puerto, izando de inmediato una bandera verde, blanca y roja, bajan velas para detener a los navíos y colocarlos a salvo del bien guarecido puerto, que disponía de bastiones con siete cañones y de 30 piezas de artillería en el Fuerte de San Diego.
El teniente Martínez y el gaviero José a bordo de una lancha llegan a Acapulco, para entrevistarse con el gobernador y proponerle el negocio. Pero el gobernador no tiene dinero para una adquisición de semejante magnitud. Ello obliga a los complotistas a emprender un largo viaje hacia la Ciudad de México, a lomo de caballo para “reunirse con el general presidente de la confederación, la ratificación del contrato”, que era presidente, pero no general: Benito Juárez.
La descripción precisa que hace Verne del clima, topografía, ríos y poblaciones, hace suponer que leyó las notas del científico alemán Alexander Von Humboldt, quien procedente de Acapulco, pasó por Chilpancingo y arribó a Tasco en 1803. Pero el genial escritor francés también describe las características de México, de sus macizos montañosos y de sus grupos étnicos. Y las diferentes razas que se multiplican en “este redorado México”.
(“Aquí se encuentran: el mestizo, producto de un español y una india; el castizo, hijo de una mujer mestiza y de un español; el mulato, de una española y de un negro; el morisco, hijo de una mulata y de un español; el alvino, nacido de una morizca y de un español; el salto-atrás, hijo de un alvino y de una española; el tintin-claro, de un salto-atrás y de una española; el lobo, nacido de una india y de un negro; el carilujo, hijo de una india y de un lobo; el larsino; hijo de un lobo y de una mulata; el grifo, hijo de una negra y de un lobo; el albarazado, hijo de una loba y de un indio; el chanizo, hijo de una mestiza y de un indio”).
Así, la “inmensa llanura de Chilpancingo donde reina el más hermoso clima de México”, que “pertenece a las tierras templadas, está situado a mil quinientos metros sobre el nivel del mar y no conoce ni el calor de las tierras inferiores, ni el frío de las zonas elevadas”. Su temperatura media es de 20 a 22 grados, similar a la de Jalapa, refiere el autor de La vuelta al mundo en 80 días.
El Mexala es un pequeño afluente del Balsas. Pasaron las “aldeas de Contepec y de Iguala” y llegaron, entre montes de olivos, a Tasco: “era una gran ciudad comparada con las miserables aldeas que habían dejado atrás”.
Los avatares de los conspiradores cada vez son mas desafiantes. Mientras ellos descansan de sus monturas, una enorme roca cae sobre los caballos; han escogido una camino árido, que les hace recordar que “el agua es el vino del desierto”, y subiendo las faldas del Popocatépetl, viene el desenlace.
Al teniente Martínez lo asedia su conciencia y en un momento de locura clava su daga al gaviero José, para caer después, en lo más sombrío de la noche, de un puente colgante con el pavor en el rostro por la imagen del capitán traicionado. La traición, la deslealtad, no premia.
Muertos los ofertantes, según el autor, El Asia y La Constancia son los dos primeros buques de la nueva nación, que darán origen y fueron “el núcleo de la nueva escuadra”. Anclados en la bahía de Acapulco, en donde sus tripulaciones, en el imaginario, se quedaron a engrosar las casas españolas, causantes de la desigualdad social, que explotó en los primeros años del siguiente siglo, la rebeldía de Juan R. Escudero.
Y por ahí, entre la narrativa –la imaginación– y la historia –la realidad interpretada–, podemos seguir el hilo hasta nuestros días de la decadencia del clima en espera de que reverdezcan los olivos.