EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

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Opinión

Kazuo Ishiguro: el Nobel que nunca abandona

Adán Ramírez Serret

Octubre 06, 2017

El premio Nobel de literatura, por fortuna, siempre es una incógnita. Al grado que no sólo toma por sorpresa a las casas de apuestas y a los seguidores de este galardón; sino que, incluso, asombra al propio premiado. En este caso Kazuo Ishiguro (Nagazaki, 1954) Premio Nobel de Literatura 2017, dijo en la rueda de prensa: “Es una noticia sorprendente y totalmente inesperada”.
En esta ocasión en especial, causó más sorpresa e incertidumbre, pues el ganador anterior había sido el músico Bob Dylan, y los nombres que sonaban eran de autores célebres como Amos Oz, Margaret Atwood, Javier Marías y otros menos conocidos pero que según filtraciones (poco confiables ahora sabemos) sonaban fuerte: el keniano Ngugi Wa Thiong’s y el poeta de Corea del Sur Ko Un.
Con todo, es preciso decir que Kazuo Ishiguro no es para nada un desconocido. Al contrario, es uno de los autores más importantes de Gran Bretaña. Dejó Japón a los 5 años de edad pues le ofrecieron trabajo a su padre en Inglaterra. El reciente Nobel se adaptó de tal manera, que no fue sino hasta 29 años más tarde que volvió a su país de origen. Esta asimilación de otra tierra, de otra cultura, y sin duda de otra literatura, es una de las claves para leer su obra.
Para ser Nobel y para pertenecer a la generación de la cual forma parte, Ishiguro ha escrito pocos libros, tan sólo siete novelas y un volumen de relatos. Pero, por fortuna, nunca está demás decirlo, en la literatura no importa la cantidad sino la calidad. A Ishiguro no le ha ido muy bien con la crítica exquisita pues además de mezclar la realidad con la fantasía (como Haruki Murakami, este eterno candidato al Nobel), es un autor de dos novelas, para grandes públicos y que incluso su obra ha sido llevada al cine con éxito.
Volvamos al tema de su generación; pertenece a la brillante prole de lo que la revista Granta denominó el Dream Team, formada por Ian McEwan, Martin Amis y Julian Barnes. Todos autores puristas, prolíficos, sesudos y geniales.
Me resulta interesante ver el nombre de Ishiguro junto al de estos autores, pues su obra adquiere un carácter singular. Y es que además de ser un gran estilista es mucho menos formal que aquellos para quienes la originalidad en cuanto a la manera de contar una historia, es definitiva. Desde mi perspectiva, si se me permite, Ishiguro es un tanto más tradicional, pues en sus libros persiste, antes que nada, la necesidad de contar una historia; lo que se narra, el significado y la impronta que deja en la vida de los personajes, es lo fundamental para el más reciente Nobel. Así, por citar tan sólo algunas de sus novelas, en Los restos del día cuenta la historia de un hombre (en cine interpretada nada más y nada menos que por Anthony Hopkins) que por dedicar su vida a su pasión –ser jefe del servicio de una familia noble– nunca quiso ni pudo consolidar una relación con la mujer de la que estaba enamorado. En Nunca me abandones cuenta la historia (también llevada al cine) de un grupo de jóvenes que viven en un internado y no saben que son clones para quienes su único destino es donar órganos. Y, en El gigante enterrado la historia de una pareja que ya en la tercera edad, luego de perder a su hijo y la memoria, van en busca de ambos en medio de la bruma y las penumbras.
Dije antes que Ishiguro se integró plenamente a Inglaterra y me parece que lo hizo de una forma tan profunda que sus obras son un homenaje a la gran novela europea: pues en Los restos del día parece ser una especie de Jane Austen; en Nunca me abandones se asemeja a Aldous Huxley y en El gigante enterrado a escritores artúricos como Chrétien de Troyes. También descubrió una esencia de ese país, y de nuestra cultura: la desconexión entre el mundo exterior y el mundo interior. La Academia Aueca cuando dio el veredicto, describió así al autor: “Sus novelas, de una gran fuerza emocional, han descubierto el abismo bajo nuestro ilusorio sentido de conexión con el mundo”.
En lo personal celebro que los premios, como el pasado FIL de lenguas romances a Emmanuel Carrère, se otorguen a muy buenos escritores que cuentan historias que interesan al gran público. Libros, que una vez que se leen, nunca te abandonan.