EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

HABLEMOS DE LIBROS

La 1ª Gran Transformación

Julio Moguel

Agosto 18, 2021

La consumación de la
Independencia de México,
hoy hace 200 años (1821-2021)
(Vigésima sexta parte)

I. El virreinato se encamina al precipicio con su respuesta de guerra al Plan de Iguala

La gran acumulación de fuerzas militares desarrollada por Apodaca para combatir a la “nueva insurgencia” representada ahora por lo que se constituiría en el Ejército Trigarante tuvo un efecto contradictorio y no necesariamente favorable a los cálculos que había hecho Iturbide desde aquel memorable 24 de febrero de 1821 en el que proclamó el Plan de Iguala. No pocos jefes militares realistas, que inicialmente se habían sumado a la proclama de Iturbide, dieron un vuelco de 180 grados cuando se enteraron que los altos mandos del poder virreinal no aceptarían ninguna de las condiciones y propuestas de quien hasta ese momento había sido “el gran líder militar” de la contrainsurgencia.
Entre los realistas que habían aceptado el Plan de Iguala y que ahora defeccionaban se encontraba el teniente del escuadrón de Cuernavaca, Vicente Marmolejo, siguiendo los pasos de este último Tomás Cajigal, cabeza militar de los realistas en el pueblo de Taxco, y luego el teniente coronel Martin Almela, jefe del batallón de Murcia. No faltaron otras “bajas” en el bloque de fuerzas que antes habían sido fieles al llamado de Iturbide, por lo que los lineamientos de la respuesta que habría darse en la espera de una ofensiva militar “sin precedentes” tuvo que ser afinada y modificada en algunos sentidos por el ahora “independentista” Agustín de Iturbide.
Pero el balance global era en definitiva favorable para el movimiento que conformaría el Ejército Trigarante. Las adhesiones populares y de todo tipo al Plan de Iguala se volcaron en días como en catarata, y ya no sólo en el Sur profundo sino en una buena parte del territorio de la Nueva España.
Pronto –muy pronto– se sabría “por quién doblarían las campanas”.
Y es en este punto preciso en el que habrá que reconocer en definitiva los méritos del “Iturbide de 1821”: como se ha hecho evidente en lo que hemos venido relatando, y se confirmará en lo que sigue, la astucia, la inteligencia y las capacidades guerreras de Iturbide contarán en definitiva como un plus “sine-qua-non” de lo que fue o significó esta última fase de la guerra.

II. Nicolás Bravo se suma a las fuerzas militares del Ejército Trigarante

Sumar a Vicente Guerrero al Plan de Iguala y a los nuevos planes de lucha contra el régimen virreinal por parte de Iturbide fue sin lugar a duda la piedra de toque que marcó las rutas que llevarían finalmente al triunfo independentista. Pero este último personaje, hasta antes del 24 de febrero definitivamente siniestro, requería nuevos “activos” de prestigio y de capacidades de combate en su esquema militar ofensivo, por lo que se dirigió por carta a Nicolás Bravo, en ese momento con residencia en Cuautla. Los contenidos de la referida misiva pueden adivinarse: la invitación directa a que se incorporara al nuevo proceso de rebeldía contra las fuerzas virreinales, llegando al punto –como había hecho con Guerrero– de proponerle una entrevista personal, “única forma de poder llegar a acuerdos consistentes y decisivos”.
La reunión se realizó en Iguala, y tuvo el resultado que a esas alturas ya podía haberse esperado, a saber, la incorporación activa de Nicolás Bravo al “nuevo proceso independentista”, en las condiciones que este último ilustre personaje había establecido: tener libertad de acción para manejar sus propios contingentes militares, y manejarse sobre el espacio de sus “propios terrenos de guerra”. Por la pluma del historiador Bustamante sabemos, además, que “Nicolás Bravo contestó con su acostumbrada dignidad que no aspiraba a distinciones, y que su único deseo era concurrir a la independencia y a la libertad de la patria”.
Con el terreno pantanoso y complejo de aquel momento Bravo no tuvo al inicio de su intervención militar, después del encuentro con Iturbide, las mejores condiciones de convocatoria para construir una fuerza militar más o menos consistente que sumara con eficacia y poder a las líneas trazadas por lo que sería el Ejército Trigarante. Pero muy pronto demostraría su liderazgo y capacidad de convocatoria, pues ya a principios de abril [de 1821] se encontraba en Izúcar al mando de alrededor de quinientos hombres disciplinados y armados.

III. La insurgencia crece y se multiplica “por metástasis” en todo el territorio de la Nueva España. Apodaca, antes ciego, descubre de pronto que el final de su régimen entraba en una ruta sin retorno…hacia el fracaso

No podríamos, en este breve espacio, hacer un recuento exhaustivo en torno a las fuerzas que día a día se sumaban al Plan de Iguala y “la nueva insurgencia”, ahora respaldada, entre otros, por figuras como la de Vicente Guerrero y Nicolás Bravo.
Pero quepa aquí mencionar que en el Oriente, Sur y El Bajío del país se modificaron en días las correlaciones de fuerzas. Un historiador de alta estima en esta serie señala justo este cambio radical en las circunstancias, regalándonos la siguiente estampa sobre el asunto:
“Apodaca [comprendió este cambio abrupto de las relaciones de fuerza] al recibir las noticias de los sucesos [armados] del Bajío, que unidas a los acontecimientos de Oriente le anunciaban recia e incontrastable tormenta. Cruel en extremo debió ser el desengaño sufrido por aquel alto funcionario, pues que las deserciones efectuadas en el campamento de Iturbide, a principios de aquel mismo mes [de marzo] le hicieron concebir la esperanza de que e breve quedaría destruida la revolución”. [Julio Zárate]
A pesar de los intensos y persistentes intentos de Apodaca por hacer llamados a las fuerzas realistas y a la población de rechazar “los engaños” de Iturbide, la rebelión se fue extendiendo como mancha de tinta en otros estados significativos, como fueron los casos, entre otros, de Michoacán y Guanajuato.
Como la cabra se encamina naturalmente al monte, Iturbide lo hizo directamente hacia el Bajío, donde había logrado, en su etapa de contrainsurgencia, establecer una fuerza propia en la que los realistas “seguían siendo fieles a su jefe”.
Y en ese su caminar hacia centro-occidente del reino Iturbide habría de recordar aquella tarde brumosa en la que, en las Lomas de Santa María. en Valladolid, había encabezado la batalla “pico” en la que Morelos, en definitiva, había sufrido la mayor derrota en todo su periplo de comandancia insurgente. Y sin duda recordaba en ese punto, el mencionado Iturbide, que él mismo había dirigido aquella impresionante “victoria” por parte de las fuerzas realistas contra el ejército rebelde.