EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

HABLEMOS DE LIBROS

La 1ª Gran Transformación La consumación de la Independencia de México, hoy hace 200 años (1821-2021)

Julio Moguel

Junio 30, 2021

(Décima novena parte)

I. Primeros planos de la entrada en acción de Iturbide en la lucha contra la insurgencia del Sur comandada por Vicente Guerrero y Pedro Ascencio

Habíamos visto, en la entrega de la semana pasada, que Iturbide salió de la ciudad de México el 16 de noviembre de 1820 hacia las tierras rebeldes del Sur, con el objetivo único y preciso de derrotar en toda la línea a los núcleos insurgentes que comandaban Vicente Guerrero y Pedro Ascencio. Y ello –decíamos–, en el entendido de que derrotar a tales núcleos independentistas era el medio preciso para potenciar su propia fuerza y convertirse en el gran mandón de todo el territorio novohispano.
Cuenta Iturbide, el 21 de diciembre de 1820 –según un reporte que él mismo hace para enviar al virrey–, con 2 mil 500 soldados en forma, pero sabe que hay destacamentos dispersos en diversas partes del territorio sureño –destacamentos que quedaron varados en algunos lugares después de la retirada de Armijo– que reforzarían sus ya muy poderosas fuerzas.
Pensaba Iturbide que la clave del éxito era realizar una acción envolvente en la que lograra atacar con un solo golpe tanto a las fuerzas de Guerrero, internado en ese momento en la sierra de Jaliaca, como a las fuerzas de Pedro Ascencio, fincadas en los alrededores de Tlataya. El plan incluía la idea de imponer una barrera militar sobre el territorio que impidiera que los dos contingentes rebeldes pudieran llegar a converger físicamente.
El jefe militar realista Pablo Moya se encargaría de cubrir con 400 hombres los “puntos de línea” entre Acapulco y Chilpancingo. La línea posible de fuego sería reforzada por los militares que estaban apostados en el Fuerte de San Diego. No bastaba ello para impedir la vinculación sobre el terreno de las fuerzas de Guerrero y de Ascencio: dos cuerpos más del ejército realista quedaron situados del lado derecho del caudaloso río Mezcala. Sólo faltaba lanzar sendas columnas de arrojados soldados realistas contra cada uno de los bloques guerreros que bajo tales supuestos se encontraban “bloqueados”.

II. La primera y humillante derrota realista, a cargo de las fuerzas de Ascencio

Cabe aquí recoger el excelente relato de hechos realizado por el ya varias veces mencionado en esta serie por el historiador Julio Zárate, pues no podría acudirse en este caso a mejor fuente que, de paso, integra en un solo texto la “mirada” del historiador Alamán:
“Iturbide avanzó hasta San Martín de los Lubianos, donde combinó con el coronel Ráfols algunos movimientos militares, y en seguida marchó a Acatempan con el propósito de recoger el destacamento que allí estaba situado. Entre tanto, Pedro Ascencio, que seguía con atención los movimientos del enemigo, se había emboscado en las cercanías de Tlataya, y en la madrugada del 28 de diciembre de 1820, cayó con ochocientos hombres sobre la retaguardia de Iturbide mandada por el general don José María González. El punto que escogió Ascencio para arremeter a los realistas era una vereda dominada por un alto cerro cubierto de maleza, y orillada, hacia el lado contrario, por un profundo barranco. Fue tan impetuosa la acometida de los valientes de Ascencio que, revueltos y confundidos con los realistas en la estrecha vereda, y no pudiendo disparar sus fusiles, golpeaban con los cañones de éstos a sus espantados contrarios. El capital González cayó herido mortalmente, y también sucumbieron 108 soldados que formaban toda la retaguardia. El centro mandado por el capitán Quintanilla fue a su vez atacado por los independientes, pero se sostuvo valientemente hasta dar tiempo a Iturbide para que enviase en su auxilio los granaderos de la Corona y los dragones de España. Ascencio intentó entonces cortar el centro, colocándose entre éste y la vanguardia, pero Quintanilla se retiró con rapidez y unióse a Iturbide, quien dispuso pasar la noche en una altura parapetándose con las cargas que llevaba. La firmeza con que el centro se sostuvo al mando de Quintanilla salvó a Iturbide, dice el historiador Alamán, pero desbaratado aquél no hubiera podido éste resistir el ataque de fuerzas tan superiores, reunidas las suyas a dos compañías de infantería y pocos dragones, estorbado además con todas las cargas, en las lomas de suave descenso a que había salido ya y que terminan en la llanura”.

El relato de Zárate –y de Alamán incluido– no tiene desperdicio. Iturbide se encontraba de pronto con un fenómeno indescifrable en y desde sus “artes militares”. Visto de lejos y con la mente fría, podía decirse sin titubeos que las tierras del Sur y sus secretos habían dado una regia lección a los realistas. Pero ello no era visible ni comprensible para un Iturbide ensoberbecido y racista. Seguramente pensó en aquel momento que simplemente “la suerte, entonces, no le había favorecido”.
¡Qué desproporción “de hechos” visto el asunto desde los asépticos y cuasi-científicos cálculos de Iturbide diseñados días antes sobre el tablero! Cómo veremos más adelante, el gran jefe militar de los realistas consideró esta derrota como un hecho menor y circunstancial; nada que lo llevara a pensar que la victoria de las fuerzas de Ascencio mostraban el músculo férreo de aquel insumiso “México profundo”.

III. La segunda y también humillante derrota realista, a cargo de Vicente Guerrero

Demos una vez más la palabra en este punto al relato histórico del lúcido historiador Julio Zárate:
“Apenas hubo vuelto Iturbide a Teleolapan recibió la noticia de que el comandante de la línea de Acapulco, don Carlos Moya, acababa de sufrir un revés considerable. En efecto, el 2 de enero de 1821 Guerrero, a la cabeza de cuatrocientos hombres, había tomado a viva fuerza el punto de Zapotepec, cortando la línea realista y destrozando la compañía de granaderos del batallón del Sur; el ataque fue tan imprevisto que el primer aviso que recibió Moya de la aparición de los independientes fue también el del desastre que habían sufrido sus destacamentos, por lo que informó a Iturbide pidiéndole que enviase a marchas dobles una división que contuviese los avances de Guerrero; pero aquel jefe le dirigió una severa reprimenda y en el informe que dirigió al virrey lo calificó de inepto, achacando a su descuido e impericia la derrota que habían sufrido en ese rumbo las tropas realistas”.
¿Bastaría esta segunda derrota humillante de Iturbide para aprender la lección y modificar sus planes de combate? Ya lo veremos.