EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

HABLEMOS DE LIBROS

La 1ª Gran Transformación La consumación de la Independencia de México, hoy hace 200 años (1821-2021)

Julio Moguel

Julio 14, 2021

(Vigésima primera parte)

I. Nota de introducción a este capítulo de la serie

La entrega anterior dio cuenta, en lo fundamental, de la carta que el 10 de enero de 1821 Iturbide le envía a Vicente Guerrero, donde en una mezcla de “buenas intenciones”, de mensajes cifrados y de fórmulas amenazantes, “invita” al líder de las tropas insurgentes del Sur a sumarse al objetivo “común” de construir una Nación libre y “ciudadana”, bajo un formato monárquico en el que pudiera aceptarse que “viniera” a gobernar a la Nueva España Don Fernando VII o sus hermanos Carlos o Don Francisco de Paula.
Pero veíamos a la vez que, con todo y su “buena voluntad negociadora”, Iturbide mantiene una actitud soberbia y amenazante al señalar que, de negarse a la referida “conciliación”, cuenta con las fuerzas militares suficientes para batir a la insurgencia sureña en el campo de batalla.
Desde ese podio construido en y desde su muy identificable megalomanía, Iturbide termina su misiva al jefe de la insurgencia sureña señalando que el teniente coronel Berdejo tomaría el mando “que tenía el señor Moya”, previniéndole que, si los rebeldes entraban “en contestación”, suspendería toda operación contra las tropas insurgentes “hasta el tiempo necesario” para saber la respuesta de Guerrero.

II. Vicente Guerrero responde a la carta que Iturbide le envió

La carta que Vicente Guerrero da a la misiva de Iturbide es quizás uno de los documentos más relevadores de una historia que en muchas de sus aristas ha sido distorsionada por diversas fuentes historiográficas. Fechada el 20 de enero de 1821, no tiene desperdicio alguno para dejar claramente sentada la posición de la insurgencia sureña, ya para entonces fuerza eje o clave del movimiento insurgente nacional. Veamos algunas de sus partes relevantes. Dice Guerrero en dicho texto:
“Convengamos en que usted equivocadamente ha sido uno de nuestros mayores enemigos y que no ha perdonado medios para asegurar nuestra esclavitud; pero si entra en conferencia consigo mismo, conocerá que siendo americano ha obrado mal; que su deber le exige lo contrario; que su honor lo encamina a mayores empresas, dignas de su reputación militar; que la patria espera de usted mejor acogida; que su estado le ha puesto en sus manos fuerzas capaces de salvarla; y que si nada de esto sucediese, Dios y los hombres castigarán su indolencia”.
No hay en estas letras un átomo de obsecuencia ni un gramo de temor o de “reconsideración”: Guerrero simple y llanamente lo ubica como uno de los “mayores enemigos” de la insurgencia, “que no ha perdonado medios para asegurar nuestra esclavitud”. Esta frase tiene una lectura simple y transparente: el líder de los rebeldes considera a su interlocutor como un cruel y sanguinario contrincante, haciendo a un lado cualquier forma de lenguaje o de mensaje que pudiera parecer lisonjero o adulador.
Más aún: Guerrero le pide entrar “en conferencia consigo mismo”, para que identifique y señale sin mayores trámites “que ha obrado mal”, y que, en consecuencia, lo que tiene que hacer no es propiamente pedir que la insurgencia siga su supuesta “arenga libertaria” sino simple y llanamente dar una vuelta para rectificar sin más su trayectoria. Rematando el significativo pasaje con una flecha que Guerrero lanza directamente hacia su mente y corazón, al puntualizar que, si así no lo hiciere, “Dios y los hombres castigarán su indolencia”.

III. Guerrero define quién es quién en la guerra que se sigue, sin dar un paso atrás en cuanto a sus posiciones revolucionarias

Lo que sigue en la misiva que Guerrero manda a Iturbide hay otras aristas significativamente reveladoras:
“Usted y todo hombre sensato, lejos de irritarse con mi rústico discurso, se gloriarán de mi resistencia; y podrán redargüir a estas mis reflexiones, supuesto que por lo que usted se manifiesta interesado. Si ésta inflama a usted, ¿qué, pues, le retarda para declararse por la más pura de todas las causas? Sepa usted distinguir, y no se confunda; defienda usted sus verdaderos derechos, y esto le labrará la corona más grande: entienda usted que yo no soy de aquellos que aspiran a dictar leyes, ni pretendo erigirme en tirano de mis semejantes decídase usted por los verdaderos intereses de la nación, y entonces tendrá la satisfacción de verme militar a sus órdenes, y conocerá a un hombre desprendido de la ambición, y que sólo aspira a sustraerse de la opresión, y no a elevarse sobre las ruinas de sus compatriotas”.
¿Puede pedirse a Guerrero un texto de mayor sobriedad y de más alta estatura en su calidad prosística? Las letras simplemente rasgan de lado a lado y de arriba abajo el traje retórico y perfumado con el que Iturbide quiere disfrazarse ahora de “independentista”. Porque, si así lo quiere, si ese es su deseo, “¿qué le retarda para declararse por la pura de todas las causas?”. El tono del texto de Guerrero ridiculiza la figura de quien quiere en realidad “labrar una corona”, y erigirse en el “renovado” tirano del país.
Pero quiere Guerrero también responder a la prepotencia o a la altanería con la que Iturbide presume de sus capacidades militares para vencer a la insurgencia del Sur y, con ello, a la insurgencia nacional:
“Esta es mi decisión, y para ello cuento con una fuerza regular, disciplinada y valiente, que a su vista y con la opinión general de los pueblos huyen despavoridos cuando tratan de sojuzgarla; que está decidida a sacudir el yugo o morir, y con el testimonio de mi propia conciencia, que nada teme cuando por delante se le presenta la justicia en su favor”.
Valoración de Guerrero que tiene que catarse en el plano de los hechos y no en el de la imaginería de quienes entonces se consideraban aún dueños absolutos del Imperio.
Y justamente esos eran los hechos simples en el curso de la guerra: el ejército contra el que se enfrentaba Iturbide era el pueblo mismo, con presencia en cada uno de los rincones del terreno de guerra, comandado en este caso por una “fuerza regular, disciplinada y valiente” que no temía a nada y que estaba dispuesta a vencer o morir.
“Si revisamos los capítulos anteriores veremos que Guerrero no blofeaba ni presumía en vano de tener la fuerza necesaria para enfrentar al ejército realista en cada una de sus líneas. La combinación de la “guerra de la pulga” desplegada a través de pequeños o medianos núcleos armados con la de la formación de una fuerza militar disciplinada y valiente que ya a esas alturas contaba con alrededor de 2 mil 500 efectivos marcaba la línea, embarnecida, de lo que Morelos o Galeana habían dejado como herencia.