EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

HABLEMOS DE LIBROS

La 1ª Gran Transformación La consumación de la Independencia de México, hoy hace 200 años (1821-2021)

Julio Moguel

Mayo 12, 2021

(Décima segunda parte)

I. Una vez más el Sur profundo. El turno de Vicente Guerrero

Veíamos, en la entrega anterior, cómo es que Pedro Ascencio, maestro natural en el arte de la guerra popular y de guerrillas, mantenía a raya a los realistas en la comarca de Tlataya. Pero el jefe mayor en esta guerra era sin discusión alguna el mulato Vicente Guerrero, quien abarcaba un territorio de combate extendido prácticamente sobre toda la zona regada por el caudaloso río Mezcala.
El 20 de mayo de 1820 Guerrero nombró como segundo jefe al brigadier José María Lobato, reforzando las líneas interiores de sus tropas y desplegando una línea de batallas que, bajo la misma prescripción o lógica con la que se movía Pedro Ascencio, daba golpe tras golpe a “las diseminadas tropas de Armijo, atacándolas de continuo y moviéndose con sorprendente rapidez en aquel quebrado y ardiente suelo donde hallaba un soldado en cada habitante y un reducto natural en cada aspereza”.
Siguiendo las líneas de aproximación histórica desarrollada por Julio Zárate, podemos constatar, en este punto, que desde el centro del poder virreinal, encabezado por Apodaca, seguros de que faltaba muy poco para terminar en definitiva con cualquier foco de insurrección, concentraba sus mayores esfuerzos en desarticular y aniquilar justo a los poderes que reemergían en el Sur, enviando a Armijo, hacia mediados de marzo, la siguiente misiva:
“Reitero a V.S. lo que le digo en otra orden de esta fecha: que sin perder momento tome cuantas medidas sean conducentes a destruir a los cabecillas de Guerrero y Pedro Ascencio, aprovechando la favorable estación de secas, pues sería muy perjudicial al servicio del Rey Nuestro Señor, y por consecuencia muy sensible para mí, que llegasen las aguas sin haber exterminado a esos malvados y secuaces, que casi son los únicos que han quedado agavillados en la Nueva España, lo que aviso a V.S. para su cumplimiento”.
Pero las lluvias llegaron justo a tiempo para afiliarse a las potencias insurgentes, de tal forma que las fuerzas carniceras dirigidas por Armijo no sólo no tuvieron posibilidades de avanzar, sino que sufrieron revés tras revés en y desde esos territorios rebeldes que no parecían estar dispuestos a entregarse, “a pedir perdón al vencedor”, ni a “degollarse” o “entregarse vilmente unos a otros para merecerlo”, tal y como había planteado que sucedería desde la pluma del historiador Alamán.

II. La reconstitución de un ejército en activo, punta de lanza que precipitó los acontecimientos en favor de la lucha independentista

Tiene razón el historiador Julio Zárate cuando señalaba que cada habitante de aquel Sur profundo era un rebelde en los hechos o en potencia. De tal manera que cada espacio del entorno era un campo minado para el ejército realista.
Pero no bastaba a los insurgentes generar grupos multiplicados de guerrilla que pudieran desplegar la hasta ese momento exitosa “guerra de la pulga”. Se requería conformar un cuerpo sólido y disciplinado con capacidades militares de mayor envergadura, de tal forma que, aprovechando el generoso “tiempo de las lluvias”, Vicente Guerrero y Pedro Ascencio lograron “poner en pie de guerra a más de dos mil hombres”, preparando con ello lo que tendría que venir, a saber, la combinación de los golpes sorpresivos de pequeños o medianos destacamentos guerreros con una línea de combate que llegara a confrontarse militarmente en campos o en territorios “abiertos”.
Las seguridades en torno a un rápido desenlace favorable a los poderes virreinales empezaron a menguar o a hacerse cada vez menos elocuentes, con muestras de desesperación conforme avanzaba el año de 1820.
El 27 de octubre de 1820 Apodaca mostraba la referida impaciencia y desesperación por el poco o nulo avance de Armijo contra las fuerzas insurgentes, en una misiva que, dadas las evidencias que presenta, vale la pena referir en este artículo. Decía en su “carta de mandato”:
“Es preciso, es indispensable y urgente que V.S. y las tropas de su mando obren activamente contra Guerrero y sus gavillas, para lo que tiene V.S. a su disposición medios muy suficientes, por lo que espero que, adoptando las operaciones que le indiqué en orden del 17 del presente, hagan que inmediatamente tengan el resultado ventajoso que será consiguiente. Me es sensible me haga V.S. las citas que me expresa, y también considere al regimiento de la Corona, que he puesto a sus inmediatas órdenes, absolutamente inútil por su gente y armamento, cuando aquélla y éste han operado con la mayor brillantez y actividad en el Bajío, de donde no salió sino por el estado de la pacificación de aquel distrito, y para enviarlo a V.S. en vista de los continuos pedidos que me hacía de tropas; y cuando yo esperaba que esta providencia calmaría el estado de la sedición en ese rumbo, mediante la actividad de la persecución a las gavillas que lo hostilizan, y cuando hice separar al mismo tiempo los distritos de Zacatula, Huetamo, Cutzamala y otros, disminuyendo así las atenciones de V.S. y concentrándolas a un solo objeto, me encuentro con una retardación de mis esperanzas, muy sensible a mis deseos, y a la meditación y prontitud de mis providencias…Espero que el celo de V.S. removerá cualquier obstáculo que se le presente para llenar mis órdenes, que no tienen otro objeto que la tranquilidad de estas provincias y cumplir en un todo los deberes de mi destino”.

III. Las líneas y las entrelíneas de la misiva de Apodaca enviada a Armijo aquel 27 de octubre de 1820, y la renuncia de este último a sus deberes de guerra

Hemos querido presentar en extenso las líneas de la carta que Apodaca envió a Armijo en octubre de 1820, pues no sólo muestran la desesperación de los poderes virreinales con respecto a las que aún denominaban despectivamente y con desprecio como “gavillas”, sino que ofrecen una información histórica de gran significación para entender lo que “realmente estaba pasando” en el curso de la guerra.
Muestra, por ejemplo, cómo el “tema Guerrero y Pedro Ascencio” se convierte para los poderes virreinales en el problema central de aquel momento en el marco de la guerra, dejando de aparecer, por la vía de los hechos, como un “problema” meramente local o regional manejable fácilmente con la “ciencia y fuerza militar” de la Corona.
La mencionada carta de Apodaca a su subalterno y muy activo militar contrainsurgente tiene por lo demás un significado evidente: se trata de una especie de “regaño” y ultimátum en el que se define en sus entrelíneas que “si no se cumplen los deseos” y las órdenes dirigidas la cabeza de Armijo sería cortada en guillotina.
Y fue esto último lo que finalmente sucedió, cuando Armijo renunció en forma vergonzante a la comandancia del Sur durante los primeros días de noviembre de aquel intenso año de 1820.