EL-SUR

Miércoles 08 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

HABLEMOS DE LIBROS

La 1ª Gran Transformación La consumación de la Independencia de México

Julio Moguel

Febrero 24, 2021

Hoy, hace 200 años (1821-2021)

(Primera parte)

I

La 1ª Transformación de México –según los términos clasificatorios que ahora se han definido desde el gobierno, políticos e ideólogos de “La 4ª”– empezó el 16 de septiembre de 1910 y se extendió hasta el 27 de septiembre de 1821, día en que fue declarada la Independencia. Estamos pues en el tiempo conmemorativo de los 200 años, por lo que el ciclo histórico en cuestión se convierte, día a día, en momento de reflexión, evaluación, remembranza significativa e, inevitablemente, en referente comparativo del sistema de régimen que a estas alturas del partido se cocina en nuestras patrias (así le llamaban en aquellos años a los grandes espacios “socialmente integrados” regionales que forjaban el ser en construcción de la Nación mexicana).
Pero hay que darle –acaso de alguna forma arbitraria– a esta revisión de aquella 1ª Transformación un carácter concreto y narrativo, de tal forma que podamos evitar los grandes y recurrentes vicios de la generalidad o del decir lo que ya dicen los “díceres” históricos desde hace tiempo. Por ello escogemos, para la referida revisión, el 24 de febrero de 1821 –en la lógica ya probada por mí en este mismo medio periodístico del “hoy, hace 200 años”– como punto de partida para el relato, pues fue justo en esa fecha cuando Agustín de Iturbide, rompiendo en definitiva con las estructuras de dominio de la Nueva España –como veremos, en una fórmula que no llegaba necesariamente a la ruptura con España–, publicó un manifiesto dirigido a

“Los habitantes todos de Nueva España, sin distinción de origen de nacimiento, en la que declaraba la independencia de México [dado que] el mejor conocimiento que todos los hijos de México poseían de los elementos de la riqueza de su patria, la mayor ilustración en ellos difundida, la gran distancia en que se hallaba la colonia de la metrópoli, y la opinión general de los pueblos a favor de la emancipación obligaban a proclamar la independencia absoluta de México, tanto respecto de España como de cualquier otra nación”.

II

24 de febrero de 1821, en su “hoy de hace 200 años”, es el punto de partida de esta nueva serie que aparecerá en un artículo semanal en este diario que llegará al 27 de septiembre de 2021, día en el que se “consumó” la independencia en 1821 –y que en el ahora histórico que vivimos adquirirá sin duda una grande relevancia conmemorativa.
Aprovecho esta primera entrega para señalar que los 11 años que separan el inicio del “cierre” de la Independencia –del 16 de septiembre de 1910 al 27 de septiembre de 1821–, en los inevitables flash backs y vínculos narrativos a los que se obligan las aproximaciones históricas de este tipo, hacen a un lado la concepción arbórea de la historia para comprometerse, en lo posible, con una concepción rizomática o, en su caso, tratando de seguir la pista del “método indiciario” que perfiló en su momento el pensador italiano Carlo Ginzburg. No pretenderemos entonces explicar “el final” por “el origen”, a la manera de “los dialécticos”, ni estableceremos juicios sumarios desde “nuestra visión” en el presente.
Prefiero entender la historia desde el lado de sus múltiples manifestaciones rizomáticas o metastásicas, dándole a lo contingente y a lo azaroso, en lo posible, su debido y bien ganado lugar.
Extendemos nuestro distanciamiento de aproximación a lo que termina siendo una especie de “filosofía de la historia”, e incluso de la historia que, construida desde sus “grandes trancos”, trazan líneas diacrónicas unívocas en las que en cualquiera de sus “cortes” se puede adivinar el final.
Rechazamos asimismo la idea de la historia “dialéctico-pendular”, pues en ello ya hay una predeterminación de la mente o del espíritu para entender o dar cuenta del significado del hecho o del acontecimiento sin el mayor anclaje en las determinantes “de coyuntura” o en las “buenas” o “malas” decisiones –político-militares, por ejemplo– que alcanzaron logros históricos determinados, o no.
Pongo aquí un ejemplo conocido: ¿fue un error de Morelos empecinarse en atacar el Fuerte de San Diego –de Acapulco– permitiendo con ello que el virrey Calleja tuviera todo el tiempo del mundo para reorganizar a su ejército y tomar ventajas decisivas en la guerra? Es posible. Pero tendrían que considerarse más elementos o circunstancias que las que generalmente se observan para llegar ese “juicio implacable” al que, por ejemplo, arriba sin mayores trámites el conocido –y eterno– historiador Julio Zárate.
Otro ejemplo importante, más directamente ligado ahora a nuestro tema: ¿fue un error de Vicente Guerrero “entregarse” a las promesas de Iturbide para llegar finalmente al punto conocido en el que el 27 de septiembre de 1821 se alcanzó el “cierre” independentista?
De este y de otros momentos habremos de hablar en nuestra serie.

III

No haremos entonces un seguimiento histórico lineal, del 24 de febrero al 27 de septiembre de 1821. Intercalaremos “imagen”, colores y formas, en un formato circular que retome puntos previos o puntos posteriores de aquel acontecimiento: daremos, por ejemplo, particular importancia en descodificar –deconstruir, diría Jaques Derrida– las perspectivas propiamente patriarcales de la historia, pero también los usos del lenguaje de la época y el manejo de los gestos, de y desde donde fueron marcándose líneas de vinculaciones interpersonales y de “cuerpos” –individuales o colectivos, personalidades y ejércitos, gavillas o núcleos sociales que por distintas razones no han sido la “materia” preferida de La Historia.
Entre los colores buscaremos dar su espacio a “la negritud” y a “lo cobrizo”; y entre los acontecimientos fijaremos la atención en temas que pudieran aparecer como intrascendentes para el gran zoom de las aproximaciones históricas.
Y, a lo que comúnmente se reduce la historia o historias de “personajes” o de “personalidades”, buscaremos aportar elementos para una historia que tome en cuenta a las multitudes o de “las masas” que se implicaron en los acontecimientos del periodo, en aquellos días tan magníficos como terribles de la 1ª Gran Transformación.
Dicho todo esto, abriremos la siguiente entrega con una revisión del momento y contenidos con los que Agustín de Iturbide se jugó la suerte insurreccional, dando un viraje de 180 grados en el perfil de sus muy conocidas andanzas desde los albores del proceso independentista.