EL-SUR

Miércoles 17 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

HABLEMOS DE LIBROS

La 1ª Gran Transformación La consumación de la Independencia de México

Julio Moguel

Marzo 03, 2021

Hoy, hace 200 años (1821-2021)

(Segunda parte)

I. El Plan de Iguala: un prodigio de relojería

24 de febrero de 1821: día en el que Agustín de Iturbide hizo público el Plan de Iguala y, con ello, su adhesión a una perspectiva independentista que, híbrida en sus contenidos, como veremos, era sin lugar a duda la flecha que daría en el blanco preciso para lograr el ya largo anhelo de convertir a México en un país independiente.
Lo que salta a la vista sin duda de ese Plan es que se armó, en sus líneas fundamentales, como una obra maestra: declarando la independencia, pero al mismo tiempo estableciendo una fórmula de fidelidad a Fernando VII que, engañosa, quedaba sellada como una manera de evitar la ruptura con una parte de quienes, desde las posiciones pro-España, no comulgaban con el credo radical que había perfilado la perspectiva independentista de Morelos y su escuela de seguidores.
Decía el Plan de Iguala en sus líneas principales:
1º La religión de la Nueva España, es y será la católica, apostólica, romana, sin soberanía de otra alguna.
2º. La Nueva España es independiente de la antigua y de toda otra potencia, aun de nuestro continente.
3º. Su gobierno será monarquía moderada, con arreglo a la constitución peculiar y adaptable del reino.
4º. Será su emperador el señor don Fernando VII, y no presentándose personalmente en México dentro del término que las Cortes señalasen a prestar el juramento, serán llamados en su caso el serenísimo señor infante don Carlos, el señor don Francisco de Paula, el archiduque Carlos u otro individuo de casa reinante que estime por conveniente el Congreso.
5º. Ínterin las Cortes se reúnan, habrá una junta que tendrá por objeto tal reunión y hacer que se cumpla con el Plan en toda su extensión.
6º. Dicha junta, que se denominará gubernativa, debe componerse de los vocales de que habla la carta oficial dirigida al excelentísimo señor virrey.
7º. Ínterin el señor Fernando VII se presenta en México y hace juramento, gobernará la junta a nombre de su Majestad, en virtud del juramento de fidelidad que le tiene prestado la nación; sin embargo de que se suspenderán todas las órdenes que diere, ínterin no haya prestado dicho juramento.
8º. Si el señor don Fernando VII no se dignare venir a México, ínterin se resuelve el emperador que debe coronarse, la junta o la regencia mandará en nombre de la nación.
9º. Este gobierno será sostenido por el ejército de las Tres Garantías […]
[…]
11vo. Las Cortes establecerán en seguida la Constitución del imperio mexicano.
12vo. Todos los habitantes de la Nueva España, sin distinción alguna de europeos, africanos ni indios, son ciudadanos de esta monarquía con opinión a todo empleo, según su mérito y virtudes.
El Plan de Iguala continúa con artículos que van del 13vo al 24vo, y son sin lugar a duda relevantes, pero de ellos hablaremos en otro momento. Por lo pronto nos detenemos en esta primera parte, verdadera joya de relojería, pues expresa con suficiente claridad la mecánica deconstructiva-reconstructiva sobre la cuál fue lanzada la bomba que reanimó en definitiva la lucha independentista, bajo un formato que, lleno de sutiles puntos y de contrapuntos difíciles de descifrar, permitió, no obstante, abrir de nuevo curso a la esperanza y terminó por “precipitar” el proceso insurreccional.

II. Las claves “contradictorias” del Plan de Iguala

Decir que se trataba de fundar una “monarquía moderada”, y que Fernando VII –o, en caso, el “señor infante don Carlos”, o “el señor don Francisco de Paula”, o “el archiduque Carlos u otro individuo de casa reinante”– sería la cabeza del Imperio a construir, no comulgaba en absoluto con los principios y valores por los que habían luchado los independentistas que venían de la “rama” de Hidalgo, Morelos o Guerrero. Pero entraba en franca contradicción con el segundo punto del referido plan, donde se indicaba simple y llanamente que “La Nueva España [era] independiente de la antigua y de toda otra potencia, aun de nuestro continente.”
Más aún: el señalamiento de que cualquiera de los personajes mencionados –Fernando VII, en primer lugar– tenían que presentarse en México para juramentar y, sólo bajo tales condiciones, podrían ejercer su condición mandataria, colocaba el asunto prácticamente en sus mínimas posibilidades de concreción, dejando entonces abierta con suficiente claridad la perspectiva de una real independencia; una “junta gubernativa” entraría en el escenario en “el ínterin” para hacerse cargo del poder ejecutivo nacional.
Y a nadie pudo pasarle por alto el artículo 12vo, que, en una franca ruptura ideológica y política con el sistema de castas anteriormente prevaleciente, señalaba que “Todos los habitantes de la Nueva España, sin distinción alguna de europeos, africanos ni indios, [serían considerados] ciudadanos de esta monarquía con opinión a todo empleo, según su mérito y virtudes.

III. El Plan de Iguala en “su coyuntura”: Iturbide, con los ases bajo la manga

El Plan de Iguala estuvo así redactado con filigránica inteligencia, abriendo puentes francos a las más diversas alianzas posibles en el momento que entonces se vivía a lo largo y ancho de la Nueva España.
¿Redactado para abrir el camino al encumbramiento de Iturbide? Nadie lo puede dudar. ¿Redactado para imponerse a sí mismo “la corona” dentro de un régimen de “monarquía moderada”? Cualquiera que conociera en aquél entonces su trayectoria política y guerrera podía jurar que esos contenidos se encontraban en las líneas y en las entrelíneas del mencionado Plan.
Pero cabe destacar el hecho de que aquél sanguinario contrainsurgente que ahora perfilaba una ruta independentista sabía leer a la perfección “la coyuntura” en la que se encontraba y, con ello, el papel disparador o detonante que “su Plan” podría tener: después de un poco más de 10 años de guerra y destrucción, prácticamente todos en la Nueva España anhelaban que llegara la paz. Y si en ese punto se abría una rendijita prometedora –Iturbide lo sabía– las cosas se precipitarían en busca de la independencia v de la libertad.