Federico Vite
Abril 19, 2016
Historia de una desaparición (Traducción de Eduardo Iriarte Goñi, Salamandra, España, 2012, 219 páginas), novela de Hisham Matar, escritor de origen libio, nacido en Nueva York, actualmente radicado en Londres. Este libro, segundo en la biografía de Matar, disecciona la vida de su padre, el opositor libio Jaballa Matar, quien fuera secuestrado en 1990 por sayones del coronel Gadafi en El Cairo, donde vivía exiliado con su familia y estuvo preso en Abu Selim. Un calvario para cualquier persona. Desde ahí sólo envió cartas que daban cuenta de su estancia en la zona oscura del alma humana. Ahí comienza el claroscuro que impacta directamente en la trama de la novela.Tomando como eje la realidad, Matar se adentra en la autopsia de una emoción. Jaballa se transforma en Kamal, el secuestro no ocurre en El Cairo sino en Suiza. Las fechas de eso hecho se modifican: Kamal desaparece en 1972, no en 1990. Hisham es Nuri. La imposibilidad de averiguar el paradero de su padre impide a Nuri relajar la existencia. Él es el receptáculo de una pasión abrumadora que se desborda: su padre. La desaparición conlleva, aparte de un dolor inmenso, los vínculos entre la madrastra y el hijo. El padre no fue capaz de amar a una sola mujer y la presencia femenina era esencial en él, librar muchas batallas era la sentencia. Así que las infidelidades surgen, casi como un correlato de la lucha política del padre, quien fuera prematuramente viudo y terminara casado con Mona, una inglesa 15 años más joven. Nuri crecerá bajo el cuidado de Naima, un espíritu dulce que le prodigará confianza y fe ciega. Kamal aprecia a su hijo, pero se siente celoso de él. Matar confiesa que en realidad, más que un alegato político, a él le interesaba hablar sobre las relaciones de masculinidad en este libro, sobre lo qué significa ser hombre. Y agrega en entrevista concedida a The Guardian: “En los últimos 80 años, por razones correctas, por razones que yo comprendo y apoyo, el interés colectivo se ha centrado en averiguar qué significa ser mujer, como dando por hecho que ya sabemos lo que es un hombre. Pero no, no lo sabemos. Nuri se siente atraído por Mona de un modo inequívocamente masculino. Al comienzo de la novela, está en ese momento, el tránsito de la infancia a la adolescencia, en que las mujeres siguen viendo a los chicos como asexuados, pero ya no lo son, la sexualidad despierta. Arranco el libro justo en el punto de competencia entre dos hombres”.Así que el relato comienza a erotizarse desde las primeras páginas. Unen sus soledades los personajes, caminan en círculos en torno a la desaparición del padre, la sombra de las sombras es paterna, pero esa atracción recíproca se transforma en amargura, porque a ellos los unió el que no está; sin la competencia sólo se tienen a sí mismos como algo vacuo, sin conexión, unidos por la solidez de un fantasma. Imantados, quizá. La aparición de Béatrice, la última amante de Kamal, disuelve varios de los misterios del libro, ata los caos sueltos que el autor trabajó con suficiencia. Historia de una desaparición es una buena novela, fuerte, emotiva. Nos recuerda las contradicciones esenciales de lo humano. Posee una prosa elegante, fina, llena de fuerza. Es difícil no enfrascarse en el libro. Matar es un autor que seduce. Llena de frases cortas, de la acertada creación de atmósferas, el documento bordea con una singularidad abrumadora las acciones políticas del padre, reflejos del arte de la rebeldía, bordea la discreción de un hombre acostumbrado a engañar y apropiarse de las almas, más que de los cuerpos. La voz en primera persona favorece profundamente la cercanía con el lector. Hay en Matar un poeta que describe con luz la pesada sombra de la ausencia, porque la soledad, como bien indica el autor, es cuando el tacto de lo oscuro únicamente nos acaricia y adentramos la mirada en nuestras heridas.“Intento conseguir el máximo impacto con el menor número de palabras”, confiesa Matar en la entrevista con The Guardian, “las palabras, por muchas que sean, no pueden igualar a las emociones, sólo evocarlas”. Bajo esa tesis, el inicio de la novela es impecable: “Hay ocasiones en que la ausencia de mi padre resulta tan pesada como un niño sentado en mi pecho”. Matar cuenta que la frase le vino a la cabeza mientras caminaba y que enseguida se dio cuenta de que tenía “la música, el ADN, la lógica del personaje Nuri”. No sólo tenía eso, sino la necesidad de poner sobre el papel los misterios que rondaban su existencia, el resultado es bastante afortunado. Esencialmente, el libro desmenuza la competencia de baja intensidad entre los hombres (padre e hijo), los temores, pareciera decirnos finalmente Matar, nos ayudan a comprender la fortaleza grisácea que subyace en la masculinidad; la soledad, aunque abruma y densifica los pensamientos del protagonista, conlleva la búsqueda de la identidad, donde estuvo el padre está el hijo, donde se bifurcaron los caminos empezó realmente la construcción del yo. No un yo como presencia fantasmal e inconsciente que se equivoca y se equivoca mucho, sino con la pretensión de asombrarse al experimentar la insolente epifanía de ser uno mismo. Que tengan buen martes.