EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La confrontación como política

Humberto Musacchio

Septiembre 02, 2021

Se eleva la temperatura en nuestra vida pública. Lo peor es que, al parecer, todos los actores colaboran con entusiasmo al calentamiento global de la política. Varios hechos ocurridos en los últimos días atentan contra la convivencia y dañan la salud de la República.
El bloqueo al vehículo presidencial en Chiapas evidencia varios hechos: el primero es la inadecuada protección que tiene el Ejecutivo federal, con un equipo incapaz de prever hechos como el ocurrido a las puertas de un cuartel donde, en ese momento, estaba el secretario de la Defensa Nacional. Ni la guardia personal del mandatario ni los elementos militares fueron capaces de impedir lo sucedido.
Para empeorar las cosas, el mandatario descalificó no sólo el procedimiento, sino la protesta misma de los maestros de la CNTE, a quienes, por cierto, acompañaban normalistas de Mactumactzá y otros grupos que demandan solución a sus problemas. De modo, pues, que había razones de peso para pedir respuestas al responsable de la política nacional.
Andrés Manuel López Obrador insultó a los miembros de la CNTE comparando su protesta con la del ultraderechista Frena (Frente Nacional Anti AMLO). Los profesores de la Coordinadora magisterial sí tienen razones para protestar, pues ya son varias décadas de oponerse a la contrarreforma educativa de Peña Nieto, de esperar prestaciones siempre regateadas y de promesas incumplidas.
Por su parte, los muchachos de Mactumactzá no estaba ahí por mera ocurrencia, pues el Díaz Ordaz que “gobierna” Chiapas mantenía a más de 90 estudiantes presos por demandar exámenes presenciales, y no por internet, pues la mayoría de ellos ni siquiera tienen computadora, además de que el procedimiento no garantiza certeza en los resultados. Tan era legítima la manifestación, que dos días después el pequeño sátrapa del estado fronterizo se desistió de los cargos contra los jóvenes.
En la misma línea de confrontación se produjo el pasado lunes un zipizape en el Congreso de la Ciudad de México, cuando alcaldes de la oposición, acompañados de sus guaruras y buscadores de empleo intentaron penetrar por la fuerza en el edificio de Donceles y Allende, lo que impidió un contingente policiaco que había llamado la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara, la panista Ana Patricia Báez.
No obstante lo anterior, los partidos de la alianza PAN-PRI-PRD acusaron a Claudia Sheinbaum y a Martí Batres de haber enviado a la policía por su iniciativa y los responsabilizaron por los hechos de violencia. Pero no hay tal, pues fue la diputada Báez Guerrero quien solicitó la presencia de la fuerza pública por razones obvias, lo que no ha impedido la campaña de mentiras contra Sheinbaum y Batres.
Nadie, absolutamente nadie puede ingresar por la fuerza al recinto de Donceles, porque tanto la sede como la persona de los diputados es inviolable, y si se permite el ingreso en plan de gresca, resulta previsible el resultado. La diputada Báez actuó responsablemente y con estricto apego a la ley. La lesión en la nariz que sufrió Lía Limón fue a consecuencia de que ella chocó contra el escudo de un policía, no por una agresión, como lo vienen repitiendo los antimorenistas.
Como suele ocurrir, ya se prometió una investigación y hay quien pretende sancionar a los elementos policiacos que custodiaban la Cámara. Pero sería muy injusto, pues los uniformados se limitaron a resistir las embestidas de sus atacantes. Nada más. La misma firmeza de quienes dan las órdenes quisiéramos ver ante las feminazis que pintarrajean edificios y monumentos, destruyen propiedad pública y agreden con ácido o con fuego a las mujeres policías.
En la exacerbación de los ánimos se mezclan las fobias entre partidos políticos, el poder que no puede, las demandas legítimas y las formas que no se apegan a la ley. Por eso, como dice Porfirio Muñoz Ledo: ¡Serénense!