EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

HABLEMOS DE LIBROS

La Constitución de Querétaro 1916-1917; hoy hace 104 años

Julio Moguel

Diciembre 18, 2020

 

Décimasegunda parte

I. El debate en torno al artículo 3º constitucional

El debate en torno al artículo 3º constitucional se abrió el 11 de diciembre, en la 8ª Sesión Ordinaria del Congreso, y se reabrió en forma, con la presencia del presidente Carranza –no podía faltar a esta específica cita, pretendiendo dar con su presencia la fuerza que, ya era obvio, faltaba al núcleo carrancista en el debate constitucional–, en la 12ª Sesión Ordinaria del Congreso, el 13 de diciembre de 1916.
Conviene aquí recordar la fórmula de redacción que había escogido el Jefe Máximo para ubicar el tema de la educación, para pasar de inmediato a cotejarla con la que propuso desde el 11 de diciembre la Comisión de Constitución. Definía la propuesta presentada por Carranza:
“Artículo 3º. Habrá plena libertad de enseñanza, pero será laica la que se dé en los establecimientos oficiales de educación, y gratuita la enseñanza primaria superior y elemental, que se imparta en los mismos establecimientos”.
“Corregía” la propuesta la Comisión de Constitución:
“Artículo 3º. Habrá libertad de enseñanza; pero será laica la que se dé en los establecimientos oficiales de educación, lo mismo que la enseñanza primaria elemental y superior que se imparta en los establecimientos particulares. Ninguna corporación religiosa, ministro de algún culto o persona perteneciente a alguna asociación semejante, podrá establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria, ni impartir enseñanza personalmente en ningún colegio. Las escuelas primarias particulares sólo podrán establecerse sujetándose a la vigilancia del Gobierno. La enseñanza primaria será obligatoria para todos los mexicanos y en los establecimientos oficiales será impartida gratuitamente.
¡¡Menuda diferencia!!
En los considerandos para presentar esta fórmula de redacción, leída sobria y desapasionadamente por el diputado Lizardi, secretario del Congreso, se indicaban con suficiente claridad el sentido de la propuesta de cambios que presentaba la Comisión:
“La enseñanza religiosa, que entraña la explicación de las ideas más abstractas, ideas que no puede asimilar la inteligencia de la niñez, esa enseñanza contribuye a contrariar el desarrollo psicológico natural del niño y tiende a producir cierta deformación de su espíritu, semejante a la deformación física que podría producir un método gimnástico vicioso: en consecuencia, el Estado debe proscribir toda enseñanza religiosa en todas las escuelas primarias, sean oficiales o particulares […]”
En suma: el jacobinismo, expresado en su más pura y radical expresión, sin mediación alguna para tender puentes con un carrancismo que, como quedó demostrado en el debate, resultó ser para los constituyentes más papista que el Papa.

II. El inicio de “la Revolución en la Revolución”

Que en esta diferencia quedaría sellada la suerte del Congreso quedó claramente establecida por las frases con la que Múgica inició su discurso en defensa de la redacción propuesta por la Comisión:
“Señores diputados: Estamos en el momento más solemne de la revolución […]; ningún momento […] de los que la revolución ha pasado ha sido tan grande, tan palpitante, tan solemne como el momento en el que el Congreso Constituyente, aquí reunido, [discute] el artículo 3º de la Constitución […]”
Algunos carrancistas del Congreso, y el mismísimo Carranza, no podían creer que quien hacía uso de la palabra fuera aquel joven inquieto que unos años antes había firmado el Plan de Guadalupe, o ese “ingeniero diestro de sistemas organizativos complejos” que había formado parte del gabinete de Jefe Máximo cuando éste mandataba desde Veracruz.
De fácil palabra y clara inteligencia, con capacidades extraordinarias para tejer las más amplias alianzas, el Múgica que ahora escuchaban, con desconcierto, era más bien, y descarnadamente, el periodista que había estado ligado al magonismo o el que había participado decididamente, al lado de Lucio Blanco, en aquél famoso primer reparto agrario de la Hacienda de los Borregos en el estado de Tamaulipas.
Múgica había crecido en su autonomía y había embarnecido en las letras o con las armas en la acción y el pensamiento “radical”, y ahora estaba dispuesto a dirigir la batalla “más grande y palpitante” de la Revolución.
Ganar el artículo 3º constitucional en las propias narices del Jefe Máximo del país convertía a Múgica, en definitiva, en el “arquitecto” de mayores vuelos de todo el cambio constitucional. Porque sabía bien, el michoacano, que, más allá de vencer en esta específica partida ajedrecística con respecto al “tema educativo”, el punto a su favor en ese caso le concedería toda la fuerza necesaria para ir más adelante y ganar, desde la posición que ahora tenía en la Comisión de Constitución, los contenidos decisivos de conjunto de la Carta Magna. Porque, además –y esto hay que decirlo ahora, para no endiosar o fetichizar la figura de Múgica–, contaba el michoacano con un “pequeño-gran ejército” a su favor en el Congreso, fuerza propulsora de, lo que ya hemos considerado antes, era una Revolución en la Revolución.

III. Desconcierto, miedo y enojo del carrancismo frente al embate del jacobinismo de la Comisión de Constitución

No fueron los cartuchos ya un poco quemados de un Palavicini o de un Cravioto a quienes tocó responder a la propuesta de reforma del artículo 3º colocada en el pleno por la Comisión de Constitución. Se le asignó ese papel a quien, creían los defensores del artículo de Carranza, tendría una mayor influencia en sentir y pensar de los diputados constituyentes, contando por lo demás que al personaje no le faltaban tablas en el uso de la tribuna. Tocó a Luis Manuel Rojas, presidente del Congreso, encargarse de abrir la contraofensiva.
Las palabras de tan distinguido personaje resonaron fuerte y amenazantes en el foro del Congreso, en un discurso que rebasó todo límite de tiempo. Rojas inició su intervención señalando que su “distinguido amigo e ilustrado general Múgica [acababa de dar] una vulgar opinión”, agregando que la propuesta de la Comisión era “intolerante” y “agresiva”.
Pero donde el discursante empezó a moverse en arenas movedizas fue cuando “reveló” que “el señor general Obregón [había] enviado un mensaje a los señores diputados de Jalisco y de Occidente, recomendándoles una actitud intransigente”. ¿Estaba avalada dicha denuncia hecha por el diputado Rojas por el gran jefe de jefes, en ese momento presente en la reunión?, ¿o era un giro guerrero propio de la elocuencia desbocada de un diputado que pretendió lucir sus habilidades combativas en un espacio en el que se encontraba el mismísimo representante del Ejecutivo federal? No es posible saberlo, pero muy pronto quedó en evidencia que tal tipo de “jugadas” no ayudarían en mucho al juego que los carrancistas querían imponer.
El argumento de Rojas se centró finalmente en algo que a Múgica seguramente le recordó los argumentos de Carranza para que se firmara un Plan de Guadalupe básicamente “legalista”. Aquí cito literalmente palabras de Rojas: “[…] el jacobinismo extemporáneo e inoportuno que pueda surgir de esta Asamblea […] nos puede llevar a una nueva contienda armada”.
Frente a este discurso Múgica y sus aliados no tuvieron nada que temer. Las palabras de Rojas, con seguridad, habían sumado más adeptos que los que inicialmente tenía la propuesta jacobina de la Comisión.