EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

HABLEMOS DE LIBROS

La Constitución de Querétaro 1916-1917; hoy hace 104 años

Julio Moguel

Diciembre 24, 2020

 

(Décimacuarta parte)

I. Algo más en torno a las posiciones carrancistas sobre el 3º constitucional

El día de ayer presentamos parte del posicionamiento que hizo el diputado Alfonso Cravioto en el candente debate en torno al artículo 3º constitucional, personaje que era considerado como uno de los más distinguidos representantes de la corriente ortodoxa del carrancismo. Conviene continuar con algunas de sus reflexiones, pues no tienen desperdicio para la mejor comprensión del asunto que es tema de esta columna.
Con un punto que ya hemos referido, pero que desde las posiciones de Cravioto revelan más nítidamente el vínculo que tenía el contenido de la propuesta carrancista en torno a la cuestión educativa con la “táctica” que se implicaba al rechazar todo posicionamiento jacobino. Dijo el diputado Cravioto:
“[De aprobarse la propuesta de la Comisión de Constitución en torno al artículo 3º constitucional] daríamos […] formidable bandera al enemigo; daríamos pretexto para que mañana, tal vez en la noche misma, estallase una revolución potentísima que no sería reaccionaria, sería liberal, para derribarnos justificadamente y restaurar la Constitución del 57. No, señores, estamos extraviando totalmente el camino; el verdadero sistema, pese a los señores jacobinos, [para] enfrentar al clericalismo, es el sistema liberal”.
Asustar con el petate del muerto: tal parecía la intención de Cravioto. Extraña manera de tratar de engatusar a los presentes, la mayoría ya vacunada contra tal tipo de “miedos”, y con mayores capacidades logradas en el campo de batalla y –no pocos de ellos– en el campo de las letras que las que presumía en ese momento el de la voz.
“[…] no sé por qué la libertad asusta tanto a algunos revolucionarios libertadores; ¿no saben que la libertad es como el pan duro, que lo mismo sirve para hacer sopa que para hacer chichones en la cabeza?”
Del giro poético-universal a la intención de aplicar un lenguaje popular aplicado a las circunstancias había distancias infranqueables que convirtieron el discurso de Cravioto en motivo de risa en el plenario.
Pero no se arredró el diputado Cravioto y se atrevió a agregar:
“La libertad de enseñanza puede producir esos chichones, indudablemente que da lugar a algunos abusos, no en lo religioso, sino en las cuestiones cívicas y en las cuestiones de historia patria. Pero, señores diputados, destruir por completo una garantía preciosa, pensando en estas pequeñas minucias que son de reglamentación y no de constitución, sería tanto como aceptar este criterio peregrino: que a un individuo porque le duele una oreja vayamos a cortarle la cabeza para curarlo”.
El giro populachero utilizado en este último punto por Cravioto ya no causó en el pleno ninguna hilaridad.

II. El turno del diputado José Natividad Macías en la crítica al jacobinismo

El diputado José Natividad Macías partió de la misma premisa que Múgica, Rojas y Cravioto en torno a la importancia implicada en el debate en torno al artículo 3º constitucional:
“Trascendental es, sin duda alguna, la cuestión que está al debate. Tan trascendental es así, que yo no vacilo en aseguraros que de ella depende principalmente la existencia futura de la República”.
Pero el tono y la estirpe de su intervención quedaba plenamente identificada con la prepotencia mostrada anteriormente por los oradores de “su grupo”, presuponiendo, en lo dicho, que era capaz de convencer al más radical de los presentes pues él contaba en sus haberes con “la verdad”. Lo dijo así el diputado Macias:
“Os mostraréis escépticos, pero escuchad un momento mi palabra y estoy seguro de que arrancaré vuestro convencimiento, que la palabra es siempre triunfadora cuando lleva en sí la expresión de la verdad […] Voy a demostraros que el informe que presenta la Comisión [de Constitución] es enteramente inaceptable bajo todos conceptos […] Voy a examinarlo desde el punto de vista histórico, desde el punto de vista político y enseguida lo examinaré en sus diversos componentes para pedir a ustedes su voto de reprobación en contra de él”.
Y a partir de allí el diputado en uso de la voz se extendió en una cátedra de inusitada supuesta erudición, propia de un gran foro académico en el que pocos pudieron seguir la pista de alguien que, desde el podio, hablaba lo mismo del cristianismo que de la invasión de los bárbaros del Norte, de la época de las Enciclopedias o de Juan Jacobo Rousseau. Obviamente Macías terminó por aterrizar en la historia de México, para llegar al punto culminante de “la revolución constitucionalista” encabezada por Carranza.
Frente a ello, ¿qué conclusión había que sacar? En la idea de Macías que el dictamen de la Comisión había retrocedido “trescientos años” al declarar que no habría una “enseñanza libre”, con un dictamen que era “exactamente”
“El dictamen de los antiguos Gobiernos para poder monopolizar la enseñanza, el que alegaban en la época del Rey Sol para impedir que se conociera la Enciclopedia […] para impedir la libertad de la enseñanza […]”
Dejando claro en esa prolongada intervención que:
“[…] allá [eran] las palabras de la dictadura, [y] aquí eran las palabras de una Comisión jacobina, con un dictamen esencialmente despótico, tiránico [que pretende] aherrojar el pensamiento humano y quitar la libertad a la conciencia de los individuos”.
Aterrizando sus críticas en la “ubicación” del “personaje del mal” que habría provocado todo este “desastre”: el responsable en realidad, según el diputado Macías, era “el señor diputado Colunga, autor de este dictamen”, quien para cualquier efecto no tenía tamaños intelectuales para lograr algo que en realidad valiera la pena considerar.
El giro discursivo de Macías combinaba entonces dos elementos que, se suponía, tendrían un efecto iluminador –según la propia idea del discursante– en el Congreso, a saber, la “verdad” presentada en sus máximas posibilidades histórico-conceptuales contrapunteado con la descalificación de las capacidades intelectuales del “autor intelectual” de la propuesta jacobina del 3º constitucional.
Nuevo error del grupo carrancista que, a estas alturas del partido, nada realmente interesante o novedoso tenía que añadir.
Pero surge de cualquier manera la curiosidad o la duda. ¿Quién era ese personaje del mal apellidado Colunga? Lo revisaremos en la próxima entrega.