EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

HABLEMOS DE LIBROS

La Constitución de Querétaro 1916-1917; hoy hace 104 años

Julio Moguel

Enero 07, 2021

 

(Décima octava parte)

I. Félix Palavicini acepta y celebra “la derrota” de los “liberales carrancistas” en el debate sobre el artículo 3º constitucional

Con una frialdad aristocrática, característica de sus intervenciones, Félix Palavicini no tardó en pedir la palabra después de la golpiza electoral que le había propinado el grupo radical, para tratar de marcar el tono y el sentido de la aceptación de su derrota:
“Señores diputados: mis primeras frases ahora que la indignación del debate ha pasado, tienen que ser y deben de ser para felicitar a los que han sostenido el dictamen por su triunfo de parlamento. Ninguna objeción hay que hacer a los hechos consumados y yo uno mi aplauso a los de ustedes, y celebraré que nosotros hayamos sido los equivocados; si así fuere sea por el bien de la patria; no hay, pues, ya nada que cause indignación para mí […]”
Pero no todos aquellos que se consideraban firmes defensores de los mandatos y deseos del Primer Jefe tenían la personalidad flemática de un Palavicini. Ello quedó claramente establecido en la intervención que hiciera unos minutos después el mismísimo presidente del Congreso, a quien urgía “poner los puntos sobre las íes”, sin pensar las implicaciones que tendría el darle un nuevo palazo al avispero.
En la 16ª Sesión Ordinaria del Congreso, realizada el 18 de diciembre de 1916, Luis Manuel Rojas quiso dar algunas lecciones de “aritmética” a sus oyentes, para que, aceptando la derrota, quedara claro que se trataba sólo de una “primera batalla” perdida por los “liberales clásicos”, pero de ninguna manera significaba para ellos haber perdido la guerra.
Empezó su discurso señalando que el debate del artículo 3º constitucional había establecido la clara conformación de dos núcleos oponentes: conformados, unos, como los “liberales carrancistas”, y, otros, como los “jacobinos obregonistas”. Añadiendo que:
“De aquí en adelante van a salir dos grandes partidos: el partido liberal jacobino, que lleva el criterio francés, y el partido liberal clásico, que lleva las ideas de los pueblos de habla inglesa. Unas veces estaremos los liberales clásicos en la Presidencia y los liberales jacobinos estarán en los bancos de la oposición, con todo derecho; y otras veces los liberales jacobinos estarán en la Presidencia y los liberales clásicos estaremos en los bancos de la oposición”.

Para proseguir con la ya referida erudita lección de “aritmética” a los oyentes:

“[…] ninguna de las dos agrupaciones puede reclamar el triunfo de los éxitos pasados. La verdadera composición del Congreso es ésta, señores diputados, y me admiro que haya pasado inadvertida para casi todos: hay en el Congreso cerca de cincuenta o sesenta miembros, que son las personas que tienen, por circunstancias especiales, el propósito de sostener en este Congreso el proyecto del ciudadano Primer Jefe tal como fue presentado […] Creo que la solución que tuvo el famoso debate del artículo 3º fue debida únicamente al grupo independiente, el cual primeramente apoyó al grupo liberal clásico, haciendo rechazar el dictamen de la Comisión, porque era inconveniente e inútil. En el segundo debate, el grupo independiente, con valor civil, a pesar de todo, en esta honorable Asamblea dio el triunfo a los ciudadanos diputados de la izquierda y estoy muy satisfecho con ello […]”

Probablemente una mente más “táctica” como la de Palavicini se acordó en ese momento del clásico refrán mexicano del “no me ayudes, compadre”, porque seguramente entendía –tal y como sucedió– que Rojas no saldría bien librado de esa riña callejera, por más que hubiera querido edulcorar sus palabras con muy diversos y sofisticados recursos de oratoria.

II. El diputado Esteban Baca Calderón entra al quite para dar una lección de política a los liberales carrancistas

La reacción del núcleo de los radicales no se hizo esperar ante las palabras hirientes y torpes del diputado Rojas. Por lo que entró a la lid, en el uso de la voz, uno de los más distinguidos miembros del grupo de los “jacobinos”.
Fue el diputado Esteban Baca Calderón quien entró en ese momento al escenario, para marcar las líneas más significativas de respuesta:
“Honorable Asamblea, fijad bien vuestra vista en mi rostro, y veréis el disgusto, la tristeza, la pena, no sé cómo explicar la impresión que me ha causado el discurso del licenciado Rojas. ¿Qué empeño es ese de distinguir un grupo de rabiosos jacobinos y otro de independientes de criterio esclarecido y sereno? ¿Qué empeño es ese, cuando está demostrado ya, por el sentir de toda la Asamblea, manifestado en el debate del artículo 3º, que todos somos intensamente radicales? Niego, señor licenciado; lo niego por mi honor y por lo que usted más estime. Niego que el general Obregón sea jefe de jacobinos. Nosotros no tenemos jefe alguno, y menos en este Congreso […] En alto honor tengo para mí el ser radical, como lo sea cualquiera de los señores independientes, pero no quiero decir aquí que tengamos tendencias opuestas […]”

Para concluir su contundente faena taurina con una limpia estocada:

“Nosotros no vinimos aquí a disputar ningún puesto de ninguna naturaleza. Nosotros queremos simplemente que se discuta esta Constitución con independencia de criterio; que no consideremos este proyecto [el de Carranza] como infalible, pues siendo así, no quiero decir, señor liberal clásico, que podamos ser considerados como oposicionistas, y si nosotros no vamos a discutir con independencia de criterio el tal proyecto, no seremos leales al Primer Jefe”.
En lo que podía entenderse de tales palabras, Baca Calderón calificaba a Rojas y a parte del núcleo carrancista como inclinados a la abyección, incondicionales impropios y torpes de un Jefe Máximo a quien, para realmente serle fiel, no habría que cantar necesariamente al son de su partitura”.