EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La consulta como coartada

Humberto Musacchio

Octubre 18, 2018

Andrés Manuel López Obrador, como candidato en campaña, prometió que cancelaría sin más trámite la construcción de la nueva terminal aérea de la ciudad de México, el NAIM. Sin embargo, ya como presidente electo, decidió realizar una “consulta” amañada para que “me ayuden los mexicanos –dijo el lunes en Durango– a decidir si seguimos construyendo el aeropuerto en Texcoco o hacemos dos pistas en la Base Militar de Santa Lucía”.
De la seriedad de la consulta habla elocuentemente la idea del presidente electo, quien considera que “aun participando pocos, cien mil en una consulta, son muchos más que uno”. Pues sí, si Pitágoras no miente, todo indica que cien mil son más que uno, pero ocurre que cien mil desinformados no pueden decidir en lugar de quien en última instancia debe adoptar una decisión de Estado. Dicho de otra manera, no es asunto de opiniones, sino de responsabilidades.
La pregunta que deberán responder los participantes en la consulta es, por decir lo menos, abtrusa. Dice así: “Dada la saturación del AICM ¿cuál opción piensa usted que sea la mejor para el país? Opción 1.- Reacondicionar el actual aeropuerto de la CDMX y el de Toluca y construir dos pistas en la base aérea de Santa Lucía”, o bien, “Opción 2.- Continuar con la construcción del nuevo aeropuerto de Texcoco y dejar de usar el actual Aeropuerto Internacional de la CDMX”.
Perfectamente, la consulta de marras pudo incluir otras preguntas, por ejemplo, si los vuelos que pasaron del aeropuerto de Toluca al Benito Juárez debían regresarse a la capital mexiquense, con lo cual se daría mejor servicio al poniente de la ciudad de México, especialmente a las Lomas y Santa Fe. Hubiera sido interesante que los contribuyentes dijeran si les parece razonable que se construya un nuevo aeropuerto, cuando la terminal 2 fue puesta en operación apenas en 2007, como si cada diez años debiera contarse con otro aeródromo.
Igualmente, se debió interrogar a los presuntos consultados sobre la conveniencia de ejecutar una obra faraónica para la ciudad de México, de la que pronto –de acuerdo con otra promesa de campaña– saldrán las secretarías de Estado, esto es, los burócratas y sus familias así como miles de pequeños y grandes negocios que explicablemente irán siguiendo a su clientela, lo que implicará un despoblamiento masivo del valle de México y una caída drástica en la demanda de las líneas aéreas.
En ese futuro demográfico, poner a Santa Lucía como opción parece una broma de mal gusto, pues, si se procede a impulsar de inmediato la descentralización sería por completo superfluo construir una terminal para vuelos civiles que previsiblemente no se efectuarán. Lo aconsejable es dejar al estratégico aeropuerto de Santa Lucía su función militar por si osare un extraño enemigo hacernos la vida pesada.
Se entiende que AMLO afronta presiones considerables de quienes ya pagaron los acostumbrados moches para intervenir en el mayor proyecto de este agónico sexenio. Se puede suponer también que hay presiones, y fuertes, de quienes ya recibieron la mordida y no quieren regresarla, lo que explica esa prisa irracional por dejar la obra tan avanzada como se pueda para que resulte más costoso cancelarla.
Si López Obrador se hubiera sostenido en lo dicho durante su campaña, para todo mundo estaría claro que no tendría sentido invertir más en el NAIM. Pero al realizar malabarismos con el asunto lo que hizo fue, por una parte, estimular una aceleración de las obras, y por otra, producir una nueva desilusión entre su clientela electoral. Sabiamente, don Javier Jiménez Espriú declaró que, sea cual sea el resultado, se van a enojar los perdedores, algo que es inherente a las grandes decisiones de Estado.
Por su parte, los diputados del PAN ya advirtieron que la multicitada consulta “no cumple con los requisitos normativos, carece de sustento legal y de información para la ciudadanía”. Juan Carlos Romero Hicks, de la bancada albiazul, tachó el proceso de “demagógico y populista, una simulación más de la siguiente administración, que no tiene metodología ni criterios transparentes”.
Incluso en las huestes de Morena hay un malestar que ya resulta evidente, pues su líder anunció que perdona a los corruptos (otra promesa de campaña que se va al caño) y en lo referente al NAIM, Porfirio Muñoz Ledo y Ricardo Monreal olvidaron momentáneamente sus diferencias y anunciaron que ellos no van a financiar la consulta. ¿Así o más claro?