EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La crisis de la basura

Arturo Martínez Núñez

Septiembre 21, 2021

Acapulco vive, a nueve días del cambio de administración municipal, una de las mayores crisis de servicios públicos municipales que se recuerde. La basura infesta las banquetas, la mayoría de las calles están destrozadas, el alumbrado público es deficiente y el sismo del pasado 7 de septiembre dejó miles de damnificados en mayor o menor medida. No hay agua en la mayoría de las colonias, CAPAMA está absolutamente quebrada, la vía pública está repleta de comerciantes informales y solo algunos agentes viales intentan con poco éxito suplir a los muchos semáforos inservibles.
El gobierno municipal brilla por su ausencia. Su titular desaparece de la escena publica días enteros y cuando regresa lo hace para hacer declaraciones que en lugar de llamar a la unidad, generan mayor división.
Lo políticamente correcto sería que, al ser la alcaldesa del mismo partido al que pertenezco, me quedara callado y fuera cómplice por omisión de la tremenda crisis por la que atraviesa nuestra ciudad. Pero no son tiempos de consideraciones políticas. Hay que hablar de frente y diferenciar a las personas de las instituciones y a los individuos de los partidos y sus movimientos.
Ser de la 4T y ser de izquierda no nos otorga patente de corso para encabezar administraciones caóticas y fallidas.
Desde que la izquierda ganara Acapulco en 1999 con Zeferino Torreblanca al frente, nunca habíamos vivido una situación como la actual. Zeferino nos demostró que se podía gobernar de forma diferente, eficaz y honesta. López Rosas intentó lo propio con resultados irregulares pero sin caer en el caos. Félix Salgado Macedonio encabezó un gobierno correcto, cercano a la gente, honesto y austero. Luis Walton intentó volver al orden administrativo y sorteó la tormenta en medio de una importante crisis de inseguridad. Todos sufrieron de la carencia de recursos y de nóminas infladas, adeudos a proveedores, ADEFAS, laudos laborales y un sinfín de compromisos impagables. Todos sin embargo asumieron su responsabilidad y pilotaron el barco en medio de la tormenta.
Lo que Acapulco vive desde el inicio de la actual administración es la ausencia absoluta del gobierno: no hay rumbo, no hay estrategia no hay punto de llegada. Todo son excusas, culpas al pasado y regaños a la población. Los cambios en las secretarías y direcciones se cuentan por decenas. No hay obra pública, no hay servicios, simplemente no hay gobierno. Hay una alcaldesa rodeada de un equipo de incondicionales que la envolvieron en una burbuja de autocomplacencia y evasión.
La administración que encabezará la licenciada Abelina López Rodríguez deberá de comenzar su periodo enderezando el rumbo e intentando recuperar la confianza de la ciudadanía en su gobierno. Su larga experiencia como luchadora social le ayudará a entender el sentimiento de la ciudad. Abelina es pueblo y es colonia. Es organización social y movilización. Abelina no se mareará por las alturas ni responsabilizará al pueblo de su propia tragedia. Los acapulqueños de bien estaremos ahí para apoyarla en todo a lo que nos convoque. No podemos volver a fallarle a la gente. La soberbia en política es la peor consejera. El gobierno saliente no es el culpable de los añejos problemas de la administración pública municipal pero sí es el responsable. La gente espera que sus gobernantes asuman su papel, den la cara y enfrenten los problemas con madurez y templanza. Las crisis forjan el carácter de los gobernantes y hacen que surja la verdadera personalidad. Algunos se crecen ante el castigo y otros simplemente colapsan.
Acapulco requiere carácter, resolución, valor y coraje. Necesita soluciones y no pretextos; demanda servicios públicos y no una retahíla de justificaciones; exige un verdadero gobierno y no una camarilla facciosa que se dedique a encontrar fantasmas a quienes culpar por las ineficiencias propias. Acapulco merece un gobierno a la altura de su grandeza y no uno miserable y que se achique ante sus innumerables desafíos.