Gaspard Estrada
Febrero 20, 2019
El pasado fin de semana se llevó a cabo en Alemania la conferencia sobre seguridad de Munich, que congrega desde hace casi cuatro décadas a los principales actores internacionales de los asuntos de seguridad del planeta. De manera general, suelen acudir numerosos jefes de Estado y de Gobierno, así como académicos, empresarios y miembros de la sociedad civil organizada. Este año no fue la excepción: Además de la anfitriona, Angela Merkel, participaron el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, así como Ivanka Trump, hija del actual presidente estadunidense. Durante la conferencia, en la cual se mencionó repetidamente el caso de Venezuela –lo cual es algo raro, al estar América Latina tradicionalmente lejos de las grandes crisis internacionales–, quedó en evidencia la división cada vez más clara y profunda entre por un lado el gobierno de Estados Unidos, y por el otro los líderes de la Unión Europea, haciendo que el vínculo trasatlántico, que ha sido uno de los principales pilares del orden internacional desde 1945, se esté resquebrajando.
En efecto, desde la cumbre de Yalta y el comienzo de la guerra fría, los países de Europa occidental, que pasaron a formar parte de la Unión Europea y del espacio europeo de libre comercio (Noruega, Suiza, entre otros), le dieron a Estados Unidos las llaves de su seguridad estratégica. Es decir, en vez de construir un sistema de defensa nuclear contra los eventuales ataques nucleares de la Unión Soviética, estos países dejaron en manos del ejército de Estados Unidos, y más específicamente, de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el cuidado de su seguridad. Paralelamente a esto, Estados Unidos decidieron apoyar financieramente a los países de Europa occidental, en primer lugar por la vía del plan Marshall (Nombre del canciller de Estados Unidos que pronunció un famoso discurso en la universidad de Harvard en 1947, en el cual se anunció la creación de este fondo de apoyo), y en segundo lugar a través de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). De esta manera, se buscó asegurar la prosperidad de esta región del mundo, para así evitar que estos países sucumbieran ante las embestidas de la URSS.
Sin embargo, con el fin de la guerra fría, la política de disuasión nuclear de Estados Unidos en Europa comenzó a ser una fuente de debates en el seno del Pentágono y en los principales think tanks conservadores de Washington DC. Con la llegada, hace poco más de dos años, de Donald Trump a la Casa Blanca, este debate estratégico se agudizó. Para este último, el costo para Estados Unidos de mantener un paraguas nuclear de protección para los países europeos ya no se justifica. Sobre todo, Trump quiere replantear la posición de Estados Unidos en el mundo, y en esta perspectiva, el papel de la Unión Europea ya no es estratégico. De hecho, se trata del primer líder de Estados Unidos que ha declarado públicamente su deseo de que la Unión Europea se disloque, o que al menos pierda relevancia, lo cual enfureció a los presidentes de las principales potencias del viejo continente.
Paradójicamente, este cambio de postura de los norteamericanos hacia la Unión Europea está provocando una reacción inversa a lo que se podría esperar. Para los asesores de Trump, como el ex consejero presidencial Steve Bannon, el Brexit podría ser el preludio del desmembramiento de la Unión tal como la conocemos al día de hoy. Sin embargo, contrariamente a lo que esperaban los ingleses, los países miembros y la Comisión Europea han trabajado de manera unificada, de tal suerte que lo que parecía una trampa para los europeos, se ha transformado en una tragedia para el Reino Unido. Por otro lado, en el plano militar, los países europeos han decidido tomar cartas en el asunto al apostar en equipamientos comunes, en particular en el sector aeroespacial. De tal suerte que la Unión Europea de la defensa, que los presidentes norteamericanos de la guerra fría querían evitar, se volverá una realidad por la voluntad de Donald Trump.
* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París