EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La Cuarta Transformación comienza en la conciencia

Jesús Mendoza Zaragoza

Octubre 08, 2018

El presidente electo Andrés Manuel López Obrador ha logrado colocar su propuesta de la Cuarta Transformación en el escenario público y en el lenguaje político. Su idea de ubicar la transformación que él pretende promover al nivel de las transformaciones históricas de nuestro pasado, como la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana y de darle ese calado a su gobierno, ha atraído a muchos. Se trata de un proyecto ambicioso que requiere una serie de condiciones para que pueda hacerse realidad. Esa ambición me parece oportuna porque creo que este país necesita reconstruirse después de los desastres generados por la violencia y por la desigualdad. Ahora, me parece que seis años posiblemente no alcancen para el cambio de régimen que se necesita, pero al menos pueden ponerse sus bases.
De la Cuarta Transformación ha dicho López Obrador que será radical y profunda, además de pacífica. Y ha señalado que la sustenta en convicciones, principios e ideales, que ha descrito de manera negativa como “no robar, no mentir y no traicionar al pueblo”. Y ha propuesto algunos valores básicos para un estilo diferente de gobernar, tales como la austeridad y la honestidad. Esta serie de trazos nos da una idea primera del talente ético que quiere imprimir a su gobierno y a la Cuarta Transformación tan pregonada.
Estos elementos, que han sido señalados de manera dispersa a lo largo de tantos discursos, están en la conciencia del presidente electo y han encontrado eco en millones de ciudadanos que le dieron su voto. Pero, ¿cuáles son las condiciones que se necesitan para que esta Cuarta Transformación se vaya abriendo paso a partir del nuevo gobierno? Sin duda, son muchas. Pero ahora quiero fijar la atención en una, que me parece decisiva. López Obrador debe prever que esta convicción se instale en la conciencia de la clase política y de los ciudadanos. Porque una transformación de ese tamaño, necesariamente, tendrá que ser una construcción colectiva.
Para comenzar este planteamiento, hay que precisar si tendremos una nueva clase política en el nuevo gobierno o seguirá la misma, acomodada a una nueva circunstancia. La verdad, yo no creo que los políticos que se están instalando en los nuevos gobiernos municipales y estatales, en los congresos locales, en el Senado y en la Cámara de Diputados, provenientes de Morena y de los demás partidos coaligados, tengan las mismas convicciones y principios de López Obrador. La mayoría de ellos provienen de la partidocracia tradicional, infectada de corrupción y de abusos contra el pueblo. Incluso, algunos de ellos con historiales altamente cuestionados. En conclusión, la clase política que tenemos ahora en el poder quizá no será la peor, pero no es confiable. Estuvo acostumbrada en el pasado a privilegios y a servirse del pueblo y esas manías no se largan de un día para otro cambiando de camiseta. Y hay que añadir que abundan los chapulines, que haciendo sus cálculos, a última hora se pasaron a Morena y ahora están en el aparato de poder.
¿Qué tanto esta clase política se está acomodando a la nueva circunstancia sin las convicciones de la honestidad ni de la austeridad tan pregonadas por el presidente electo? ¿Puede darse la Cuarta Transformación en la vida pública del país, sin que ésta haya pasado por la conciencia de la clase política instalada ahora en el poder? ¿Podría repetir Morena la historia del PRD que, en su momento, suscitó tan altas expectativas que ahora se han ido desmoronando al paso de los años?
Es que el sistema político mexicano, del cual Morena forma parte, tiene un ADN en sus entrañas que lo ha convertido en un fardo insoportable para el país y que ha sido factor de subdesarrollo, de ilegalidad, de corrupción, de impunidad y de violencia. ¿Podrá el nuevo gobierno lidiar con este pasado? No dudo de que en el nuevo gobierno haya mucha gente de buena voluntad e irreprochable, pero creo que eso no basta para asegurar esa Cuarta Transformación anunciada. Se requiere transformar la conciencia de esa clase política que está en los parlamentos, en los gobiernos municipales y estatales y, próximamente estará en el gobierno federal. De otra manera, acumularemos una nueva frustración, una Frustración así, con mayúscula.
No creo que al respecto funcione imponer un rigorismo moral para que puedan darse las transformaciones que el país requiere. Nadie es honesto a la fuerza ni por decreto. La honestidad viene de una convicción ética o no es honestidad. Por tanto, lo que toca es establecer controles suficientes para que la política y la administración pública funcionen para bien del país y no para una nueva élite. Edgardo Buscaglia sugiere en su libro Vacíos de poder en México, una serie de controles que podrían ayudar a combatir la corrupción, que ha sido el factor mayor para el desarrollo de la delincuencia organizada en México, con todas sus secuelas de subdesarrollo, inseguridad y violencia. Dichos controles estructurales, institucionales y sociales darían un enfoque a toda la acción gubernamental para no permitir la corrupción y para generar beneficios comprobables para la gente.
En la práctica, esto implicaría una refundación del Estado, que necesita ser recuperado para bien del país. Las élites políticas, económicas y mafiosas han tenido secuestradas a las instituciones del Estado, que han estado funcionando para responder a sus intereses. Como muestra tenemos a los grandes proyectos mineros y, aquí a nuestro lado, el proyecto hidroeléctrico de La Parota. Y tenemos una serie de legislaciones que amparan los grandes negocios de los ricos y de sus amigos políticos. Una transformación de primer orden tendría que ser la que reoriente a todo el Estado mexicano para el beneficio de todos, especialmente de los sectores más vulnerables. El Estado no debe prestarse ya para organizar los negocios de las élites, sino para procurar el bienestar integral de todos los pueblos. Por ello, la clase política no debe prestarse ni para hacer negocios ni para organizarle los negocios a los dueños del capital. Y esto solamente lo puede hacer cuando haya una transformación de la conciencia.
Así las cosas, la clase política que nos gobierna debiera ser sometida a una reeducación profunda, de manera que esté a la altura de lo que demandó el pueblo de México en las urnas. Necesitamos una clase política creativa, crítica, libre, solidaria que ponga en el centro de su atención a este pueblo que tiene hambre y sed de justicia. De otra manera, López Obrador se quedará con las ganas de ser un buen presidente de México, a la altura de Cárdenas o de Juárez, como él mismo lo desea. Sin la transformación de la conciencia, la Cuarta Transformación lopezobradorista no será más que una ilusión. Y después…. una gran decepción.