Marcial Rodríguez Saldaña
Julio 19, 2018
Los resultados electorales del pasado primero de julio, en donde Andrés Manuel López Obrador ganó la presidencia de la República con el 53.18 por ciento de votos, y la coalición electoral Juntos Haremos Historia que lo postuló, obtuvo la mayoría en las Cámaras de Diputados y Senadores, cinco de las nueve gubernaturas que se eligieron y 16 Congresos de los estados, representan el cambio más significativo en la historia política del país desde la Revolución Mexicana de 1910-1917.
1.- El sufragio efectivo, parte sustancial del lema de Francisco I. Madero con el cual se desencadenó la Revolución Mexicana, tuvo su causa fundamental en la perpetuación en el poder de Porfirio Díaz, quien anuló el ejercicio de la soberanía popular, los derechos políticos ciudadanos y cualquier signo de democracia para convertirse en un dictador. Los constituyentes de 1917 que recogieron con claridad los postulados revolucionarios concibieron un sistema democrático con libertades políticas y derechos sociales, pero a quienes correspondió aplicar estos mandatos y operar el funcionamiento del nuevo sistema político crearon un partido de Estado, luego hegemónico que mantuvo el control total de todas las elecciones sin permitir una competencia por el poder político en las mínimas condiciones de equidad desde 1929 hasta el año 2000.
Durante este periodo, a pesar de lo cerrado del sistema político, se presentaron candidaturas a la Presidencia de la República como las de Juan Andrew Almazán en 1940 y Miguel Enríquez Guzmán en 1952 que el régimen enfrentó con fraudes electorales y represión militar en contra de los competidores y sus partidarios.
2.- En toda esta época del partido de Estado y luego hegemónico –la era del PNR-PRM-PRI–, hubo elecciones, y hubo otros partidos políticos, –la mayoría satélites toda vez que generalmente apoyaron al candidato presidencial del partido en el poder, a cambio de unos cuantos diputados de partido–, pero el rasgo característico del sistema político era las elecciones de Estado donde nunca se ponía en riesgo el poder político.
La elección presidencial de 1976 con un solo candidato registrado –el del PRI y sus aliados– puso en jaque la legitimidad del sistema político, y de ahí provino la reforma electoral de 1977 que abrió el registro a otros partidos políticos y los órganos legislativos a la representación proporcional, el reconocimiento al triunfo de la oposición en municipios pequeños, en algunas diputaciones federales, hasta la primera gubernatura en Baja California en 1989.
3.- La elección presidencial de 1988 fue la clara demostración de que el sistema político autoritario no estaba dispuesto a dejar el poder. Mediante un escandaloso fraude electoral se impuso a un presidente usurpador en la Presidencia. Pero al mismo tiempo fue el anuncio de una ruptura en un régimen que traía a cuestas las represiones estudiantiles de 1968 y 1971, y la guerra sucia de los años posteriores con las más graves violaciones a los derechos humanos.
La alternancia en el poder presidencial del 2000 fue sólo un cambio de nombres y partido, pero no de proyecto económico, político y social, toda vez que se mantuvo el mismo modelo neoliberal, no modificó sustancialmente el sistema político-electoral ya que se mantuvieron muchas prácticas de coacción y compra de voto, elecciones de Estado, se utilizaron las instituciones públicas como la propia Presidencia de la República con Vicente Fox para que a través de un desafuero, y luego en la elección del 2006 mediante el poder del Estado se buscara eliminar a Andrés Manuel López Obrador como un adversario de la contienda y después hacer fraudulenta la elección, lo cual se repitió en el 2012.
4.- Estos han sido los rasgos distintivos de la evolución del sistema político mexicano postrevolucionario, cuya esencia ha sido el autoritarismo, la ilegitimidad de la elección de representantes populares, con excepciones provenientes de la amplia participación popular. Este sistema ha sido legitimado por teóricos y prácticos que han sido sus beneficiarios, quienes han convalidado sus prácticas antidemocráticas y las propias violaciones graves a los derechos humanos cometidas por el sistema.
Pero todo sistema, sea el colonial –como el español en 1810– sea el del imperial de Santa Anna, o el de la dictadura de Porfirio Díaz, llega irremediablemente a su fin. Esto es lo que ha ocurrido con el ejercicio de la soberanía popular en las elecciones del pasado domingo primero de julio, el régimen autoritario posrevolucionario llegó a su fin y se inicia así una nueva etapa en la vida política de México, que es la cuarta transformación de nuestro país y que en la parte política consiste precisamente en hacer efectivo el sufragio, que no haya en el futuro ningún representante que asuma el poder de manera ilegítima, en suma se abre el camino para instaurar un auténtico sistema político democrático en nuestra nación.
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