EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La culminación del rito de Santiago

Silvestre Pacheco León

Agosto 07, 2016

En la madrugada del domingo terminó el verano de Santiago, como llaman los campesinos a la interrupción de las lluvias en esta temporada en la que suele llover cada tarde.
Fueron ocho días sin lluvia y en el noveno, justo cuando la fiesta del Santo Patrón de Quechultenango llega a su fin, una llovizna en la madrugada trae la humedad a todo el llano reseco, para alegría de las milpas.
Quienes se despertaron por la lluvia de la madrugada estuvieron a tiempo para asistir a la misa de 5, con la que da inicio al baile del Ocoxúchitl, en este segundo y último día del rito indígena que entremezcla elementos del catolicismo y al que cada año se suman miles de peregrinos de todas las condiciones sociales.
El incremento en el número de fieles que han convertido en manda el baile del Ocoxúchitl obligó, no hace muchos años, a que se aumentara en un día la práctica de este rito y ahora comienza desde el sábado para los peregrinos, pues la gente local baila el día domingo en la idea de guardar fidelidad al santo y de preservar la tradición.
Un ejército de voluntarios que se sumaron a la labor de la Policía Municipal y a los trabajadores del Ayuntamiento ayudan a mantener el orden que permitió despejar toda la zona aledaña a la iglesia donde ahora se pudo caminar sin contratiempos.
En la explanada del Palacio Municipal que estrena techo, la síndica Alfreda Gasparillo da la bienvenida a los peregrinos en nombre del presidente municipal, Alberto Rodríguez, y les informa desde el micrófono sobre el uso de los servicios que se ofrecen gratuitamente para ellos, como los primeros auxilios, el apoyo a las personas extraviadas, y acerca de la visita a los balnearios de la cañada.
De playera blanca los miembros de la Hermandad de Santiago, de color rojo los de Protección Civil, de gris los empleados del Ayuntamiento, y de azul los policías municipales, todos con la consigna de que la fiesta patronal se desarrolle en paz.
Por eso la eficacia de la coordinación da cuenta de una jornada blanca en la que únicamente se registró el auxilio a una persona desmayada a causa del calor, y a una pareja que extravió y luego encontró a su pequeña hija.
Llamó la atención que las mismas autoridades municipales, desde el micrófono, anunciaran que aquí la policía es ciento por ciento confiable y que los peregrinos podían acudir ante cualquiera de ellos “en caso de necesidad”.
Los comercios que aprovechan la venida de miles de visitantes se han reubicado para dar fluidez al tráfico y tránsito de personas y vehículos, pero a pesar de ello la gente se apretuja tratando de no pisar los charcos que se han formado por la lluvia.
A lo largo de las calles del centro los puestos más llamativos son los que ofrecen mercaderías relacionadas con la fiesta patronal como playeras, videos, DVD con la danza de Las Cueras y del baile del Ocoxúchitl, trajes de Santiago para todos los tamaños.
Los puestos que venden el ocoxúchitl para el baile se encuentran en todas partes y su precio es similar, a 5 pesos el ramo.
Doña Juanita hace 20 años que se dedica a la reventa de esa hierba silvestre que sólo en esta época crece bajo las ocoteras y pineras.
–A veces compro los ramos por docena y así puedo calcular la ganancia, pero ahora sólo conseguí por costalilla, a mil pesos cada una.
La vendedora dice que si la demanda crece en el transcurso del día el precio del ocoxúchitl puede llegar al doble, por eso, previsora, guarda una reserva de su mercancía.
Por la mañana del domingo hizo buen tiempo, sin lluvia y sin sol porque el día estuvo nublado, pero a las 3 de la tarde un chubasco cambió el panorama. La fila de los peregrinos que hacían cola en la calle esperando su turno para bailar se deshizo en un santiamén y la gente corría buscando dónde guarecerse de la lluvia, pero dentro de la iglesia el rito siguió imperturbable.
Desde esa hora, en todo el transcurso de la tarde, una llovizna pertinaz acompañó el ritual del Ocoxúchitl, hasta casi el anochecer. Cuando la lluvia cesó, se dio paso a la danza de Las Cueras que bailan dentro del atrio por última vez como culminación del festejo. Al año siguiente serán otros danzantes quienes mantendrán viva la tradición.
Cuando los últimos peregrinos agitan sus ramos de ocoxúchitl se escuchan las campanadas que llaman a misa anunciando la culminación de la fiesta religiosa.
En la misa el cura agradece el apoyo que tuvo de las autoridades para el desarrollo de cada una de las actividades religiosas, especialmente con la energía eléctrica que mantuvo iluminada la iglesia cuando en todo el pueblo un apagón trajo la oscuridad.
Cuando la misa termina, la danza de Las Cueras baila los últimos sones en el atrio y después los danzantes entran al templo para despedirse del Santo Patrón, van de dos en fondo bailando al ritmo de la flauta y el tambor, desde la puerta de la entrada hasta los pies del altar donde hincados agradecen haber terminado su promesa sin contratiempos.
Con toda solemnidad los danzantes salen como entraron, y proceden a despojarse de sus máscaras porque bailarán el Ocoxúchitl que se toca exclusivamente para ellos.
Con el son del Teponaxtle y la flauta, los dos instrumentos prehispánicos cuya melodía nos retrotrae al origen Las Cueras bailan con humildad.
Así se prepara el clímax de lo que será el baile sagrado, interpretado por los personajes que encarnan el papel de capitanes de los ejércitos indígenas.
Los cuatro danzantes están extenuados porque en la segunda parte de la fiesta han sumado una noche en vela y dos días de baile, en un esfuerzo final que pone a prueba su resistencia.
La flauta y el tambor resuenan dentro de las cuatro paredes de la iglesia con un eco que alarga y multiplica el sonido.
Los danzantes bailan eufóricos, dos en cada extremo sabiendo que ellos son el espectáculo, se miran imponentes con sus penachos de plumas y machete en la diestra que los hacen ver como gigantes.
Sus máscaras son de ferocidad, negras y rojas como la noche y el día, de cejas y barbas prominentes, con tatuajes a media cara. No desentona el azul profundo de sus ojos que endurecen su gesto como seguramente fue el propósito del artífice de esta obra.
El público expectante disfruta la danza centenaria a sabiendas de que sólo una vez en el año se tiene el privilegio de ver.
La danza ha sido ejecutada con arte, al final el público aplaude y los familiares rodean a los danzantes en un acto emotivo.
La música del tambor y la flauta, junto con el sonar de los cascabeles quedará en el recuerdo vivible que se refuerza año con año en la vida de los quechultenanguenses.