Ana Cecilia Terrazas
Junio 26, 2021
Una de las mejores misiones u obras, quizá, sea la de divertir, hacer reír, logar extraer o colocar sonrisas y hasta carcajadas en las personas a quienes más queremos. La manera de logarlo no siempre es fácil, requiere información, creatividad, oportunidad, escucha, agudeza, talento.
El humor y los chistes requieren trabajo y esfuerzo, eso sí, algunos más que otros. El universo de la risa no está exento de ser categorizado, clasificado, calificado, como todo lo que hacemos las y los seres humanos. Se habla de humor fino o de chiste vulgar, de buenos o malos chistes, de ironías, sarcasmos, sardonismos, gracejadas o hasta de burlas.
El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, a inicios del siglo XX escribió el ensayo El chiste y su relación con el insconsciente, que resulta aún bastante ilustrativo sobre cómo opera y funciona su armado o construcción. Habla de seis técnicas en las que se basa el chiste: “la condensación, el desplazamiento, el doble sentido, el empleo de un mismo material, el retruécano o chiste por similicadencia y la representación antinómica”*.
Jacques Lacan, psiquiatra y psicoanalista francés, tiene una aproximación más a través del lenguaje hacia el chiste, al cual le otorga una relevancia especial por su cercanía con el goce y con un otro expuesto en un significante esquivo.
De manera más sencilla, accesible sin herramientas psicoanalíticas o psicológicas, todas las personas entendemos que en el chiste se acumula una posibilidad de liberación, destensionante y placentera. Ya sea porque se trate del resumen de algo que racional o socialmente no podemos reconocer, porque es una gozosa suma de lo que siempre se ha pensado pero no se puede decir o expresar, o bien porque supone una manera menos agobiante de aproximarnos a algo incómodo.
El ingenio que implica varios saltos mortales de las neuronas para aterrizar, volteretas después, en algo insólito, resulta altamente disfrutable.
Platón y Aristóteles, al explorar lo irrisorio, hablaban también de la necesidad de administrar el humor para evitar el chiste hostil o la ridiculización del prójimo.
En el basamento de los chistes y lo que mueve a la risa están o pueden estar la vergüenza, la sorpresa, el aprieto, la tensión, la dificultad, lo obvio, lo no dicho, lo secreto, lo moral, el deber, el error, el olvido, el reto, la ignorancia. También pueden estar el gran ingenio, la agilidad mental, la creatividad, la capacidad de abstracción y honestidad, la velocidad intelectual; la manera de conversar o socializar; el acercamiento, la transformación, la expresión corporal.
Lo delicado del humor es que es sumamente porosa y tenue la frontera entre el chiste inocente con ingenio, el chiste nutritivo y la burla cruel o tendenciosa como le llamaba Freud. Entre más estereotipos sociales haya para el armado del chiste, es más fácil para la sociedad acomodar en las y los más vulnerables el recargón pseudo-chistoso, la broma que halla múltiples seguidores que comparten lamentablemente ese campo semántico, el de herir, discriminar, lastimar, ridiculizar.
Por lo anterior quizá, es necesario desmontar los conceptos que nos hacen reír; vale la pena recuperar y pensarle al humor. Aunque sea para volvernos a reír de las simplezas más inocuas que podamos. Se vale encontrar en las contradicciones inherentes al humor que daña o hiere –si lo contrastamos con principios, valores, los derechos humanos en los que creamos– menos risa que tragedia. No hacer eco, digamos, de la comedia tóxica, del stand-up grotesco, la risa que viene del golpe o la caída.
Los nuevos tiempos llaman a otro tipo de textos y contextos como fuente del humor y del chiste; quizá un nuevo humor, más sano (a consideración de quien lo ejerza, no irreflexivamente pues) hasta pudiera funcionar como didáctica y remedio de las necesidades que tiene hoy un planeta moribundo, pero con ganas de continuar con alegría y con vida.
Tal vez el repertorio de chistes del arranque de siglo tenga en la mira otras cosas, a quien depreda, al antiecológico, al espacio sideral como opción para vivir mejor. Las comedias armadas del chascarrillo-aplanadora contra mujeres, contra las personas con discapacidades o preferencias sexuales diversas pueden ya definitivamente ir siendo exiliadas de la cultura del chiste.
Merecemos nuevos géneros jocosos o reírnos como aquellas y aquellos bebés que con gran facilidad, ante casi cualquier cosa, se sorprenden y sueltan, sin más, una linda y experimental carcajada.
*https://lamenteesmaravillosa.com/el-chiste-para-freud/
@anterrazas