EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

La democracia, quid de la estrategia del cambio posible

Eduardo Pérez Haro

Noviembre 03, 2015

Por nuestros difuntos.

Hace un año aproximadamente, tomábamos clase con el maestro Miguel Ángel Rivera y en medio de las disertaciones y discusiones propias del curso, una de las doctorantes tuvo espacio para una intervención en la que expuso los indicadores del desarrollo alcanzado por los Tigres Asiáticos (Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong, Singapur…). Al terminar su exposición una de las preguntas obligadas(puesto que de eso tratábamos en el aula) fue ¿a qué escuela teórica o línea de pensamiento se habían acogido para atinar los criterios de política económica o en general la estrategia o modelo para la superación del atraso y alcanzar su desarrollo? La respuesta fue “a ninguna” y más de uno quedamos atónitos, nadie dijo nada, nos dio pena ajena (a todas luces era impropio y parecía tener poco sentido permanecer en el aula y obvio no arrancó aplausos). Fuimos muy cuidadosos de no molestar su presencia, pero nos dejó apenados de no poder zarandearla con alguna oración que la reprendiera a la vez de hacer gala de clara posesión de la fórmula correcta. Ahí quedó aquello pero ahí está una clave.
El propio doctor Rivera Rios, entre sus elaboraciones más recientes cuenta con el libro Las trayectorias del desarrollo en el que hay variadas enseñanzas pero amén de recomendar ampliamente su lectura, sólo voy a recargar en una consideración (mía) al respecto de este material y de otras muchas fuentes que se encuentran un tanto desperdigadas. Y es que precisamente no hay una fórmula sino una diversidad de factores que se conjugan para producir condiciones de cambio en el sentido progresivo del concepto de desarrollo (antes circunscrito al crecimiento económico y la distribución del ingreso, que ahora se torna limitado al tenor de la crítica sobre la devastación del medio natural y la violación de los derechos humanos).
Las condiciones que se precisan para el desarrollo en sus acepciones tradicionales o de mayor complejidad, aluden a factores objetivos materiales y subjetivos de la conciencia y la cultura que algunos pueden estar resolviendo en el campo de las instituciones como lo viene analizando Miguel Ángel Rivera: estructura y superestructura, economía y política, riqueza y cultura, en fin binomios sugerentes de esta dualidad dialéctica que en la realidad viene imbricada como una sola cosa pero que podemos admitir que en este caso el orden de los factores sí altera el producto.
Los economistas en el tiempo actual divagamos entre las recomendaciones neoliberales que privilegian la inversión por la vía del ahorro y la actuación preponderante del sistema financiero o la recomendación neokeynesiana de animar la demanda agregada por la vía del empleo-salario mediante una acción preponderante del fisco-Estado-gobierno. En ambos casos se apela a la política monetaria, mediante emisiones de ayuda suponiendo que cualquier desequilibrio en la formación de los precios o en las finanzas públicas y/o privadas se terminará por acomodar en favor de una senda de crecimiento sostenido.
Una discusión aparente por mucha tinta que se venga ocupando en ello, no sólo porque la realidad la niega como tal en los hechos, pues ahí donde una u otra modalidad ha pretendido desplegarse con su mayor y mejor definición nomás no ha brindado los resultados esperados para las décadas recientes, y en cambio ahí donde se ha producido una mejor respuesta no se ha dependido de esta dicotomía técnica, en cualquiera de los casos que se quiera focalizar algún ejemplo (Suiza, Australia, Países Bajos, Tigres Asiáticos o emergentes) tendrá que echarse mano de factores fuera de estas fórmulas y que descansan no en una reunión de elementos a la manera de una receta de cocina, sino de la convergencia de factores seculares provenientes de la historia y la cultura aunados a circunstancias del entorno próximo y remoto, que no por dibujar una ecuación compleja habría que dejarlos sujetos a la casualidad, sino al contrario.
Son diversos los elementos que se conjugan y no sólo los destinos del ahorro o de la inversión que seguramente tendrán que intervenir como veremos más adelante, pero como ya decíamos se mezclarán con las condiciones de la cultura y las instituciones formales e informales. Una manera de resumirlo es en la conformación y manejo del poder en sus distintas dimensiones de aplicación pero donde una manera específica de referirlo es la del poder político que no se circunscribe al ejercicio unilateral de la clase dominante y sus partidarios, secuaces u operadores, lo cual supone que para su corrección no será suficiente con denunciarlo o protestarlo ni siquiera con sustituirlo por la égida de una luminaria o agrupamiento. Nada de ello alcanza verdaderamente si no hay procesos políticos de base nacional y desde ahí y a la vez, graduales cambios en el orden internacional.
Del otro lado de los poderes de la dominación (gubernamentales y no gubernamentales, corporaciones gremiales, etcétera) hacen parte los mismos pueblos tras una cultura de subordinación que se viene moldeando tiempo atrás, y por ello debemos mucho a los artistas, a los inconformes y a los luchadores que día a día se sacuden para sacar la cabeza de entre el fango del capitalismo contemporáneo (neoliber@l-glob@l) y levantan la mano señalando las tropelías de la dominación, la mediocridad de los agachados y así también, el rumbo y horizonte de los cambios necesarios. Vivan Paz y García Márquez, vivan Fuentes y Monsiváis, vivan Hobsbawn y Bolaño, Pacheco, Granados Chapa y todos los que recientemente se han ido y nos animan. Vivan los 43!!!
Vidas ejemplares ahí están, razones nos las ofrecen la desigualdad y los desequilibrios que colocan a la mayor parte de la humanidad en desventaja, los atropellos despóticos están a la orden del día en todos los espacios del mundo con especial singularidad en países como el nuestro, empero, no será suficiente con la expresión de nuestros hombres verdaderos ni aun sumando la protesta social cuando ésta es aislada y volátil; es menester construir los argumentos, la comunicación y la conformación de la democracia como vehículos de transformación de la conciencia, la cultura y el poder.
Si el poder que no es solamente instrumento de injusticias llanas sino el poder que sirve para sobrepasar los límites de la explotación cuando el salario, como medida de la reproducción de la fuerza de trabajo, se trastoca y se lleva fuera del límite de la subsistencia generando la desnutrición crónica, la enfermedad, la deformación antropomórfica de la talla y el peso en el devenir de las generaciones incluso el hambre y el deceso. Sí, el poder que ya no explota, que margina y saca de la explotación como oportunidad paradójica de la historia civilizatoria. El poder que destruye los recursos naturales fuera de sus ciclos regenerativos, haciendo de los recursos renovables recursos no renovables, como el suelo, el aire y el agua, el poder que contamina. Si el poder que construye atavismos de la subordinación con la información que no forma sino deforma y con el entretenimiento y la comunicación.
Evidencia de sus derroteros funestos podemos observarlo en las recientes elecciones de Guatemala donde se perfila a Jimmy Morales, como sucesor por elección tras el derrocamiento “popular” de Otto Pérez Molina, un cómico sin oficio ni beneficio, un comediante de inclinaciones conservadoras y filias con el funesto militarismo de ese país que tanto lo ha padecido.
El pueblo denuncia por corrupción a la vicepresidenta y Presidente en turno para tomar unos días y elegir a un Jimmy Xy, haciendo gala de los limitados alcances de la democracia formal cuando se padecen miopías culturales, informativas y organizacionales, pero bien se pudo elegir a una Dilma Rousseff o a un otro personaje que lejos del desastre guatemalteco bien podríamos suponer a una líder o un líder provisto de entenderes y saberes, con identidad en las mejores causas y sin embargo sucumbir ante la preponderancia del poder financiero asentado sobre la globalización de las empresas trasnacionales y multinancionales, a la vez que por la debilidad de los procesos nacionales al fraguarse fuera de la orquestación mundial de los reacomodos derivados por las transformaciones en curso.
Mas la lección de las elecciones de Guatemala y Argentina, y el cuestionamiento a los gobiernos tipificados a la izquierda en distintos países, señalan que la dificultad de los fracasos en los esfuerzos por salir del atraso no sólo se ve aumentada por los factores externos venidos del neoliberalismo glob@l sino también por la debilidad interna que se documenta con la ausencia de sociedades de base suficientes en la propuesta y en la conformación del sustrato político de un régimen dispuesto a emprender transformaciones de fondo, por lo que los cambios susceptibles de remontar el atraso no sólo precisan de afrentas discursivas contra las fuerzas imperiales o altanerías contra las oligarquías domésticas ni siquiera aderezadas con esquemas sociales generosos o vulgares desplantes de transparencia sino de giros de ciento ochenta grados en la política económica y en la política educativa, en la política social y en la política política que no se emprenden a partir de ganar las elecciones sino para ganar las elecciones y más, para ganar los cambios de la información, la comunicación, de la conciencia y del ejercicio del poder político a nivel societal.
Este es el tema de la democracia como quid de la estrategia de cambio posible que no refiere un discurso o la expresión de voluntad del líder que se dice democrático pero que en su práctica, la democracia es sólo aparente, formal, rígida, vertical, manipulada, sin derechos al disenso ni a la réplica siquiera. Tampoco consiste en sofisticados andamiajes legales, normatividades y reglamentos vulnerados por sus practicantes en los partidos, en las urnas y en los tribunales o enormes aparatos institucionales, donde los ciudadanos no tienen asiento siendo relevados por aquellos representantes colocados por la influencia abierta y soterrada de los partidos y los grupos de poder directo o negociado, vamos ni procesos electorales limpios cuya suerte está echada desde antes de ir a las urnas como en México lo denunciaran los estudiantes de la Universidad Iberoamericana cuando evidenciaron el peso decisivo de las televisoras y los medios impresos.
La democracia es una manera de procesar y de organizar la convivencia, es un medio y un fin, es contenido y forma pero no intentaré una definición sino reconocerle dentro de una causa, de eso y de “tigres” y “emergentes”, seguiremos hablando.