EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La desgracia como oportunidad

Jesús Mendoza Zaragoza

Septiembre 25, 2017

Las desgracias colectivas se han multiplicado en pequeñas y grandes ciudades, en comunidades campesinas del centro y del sur del país. Huracanes y terremotos han sido devastadores y han dejado muerte y desolación. Estas desgracias, muy visibles y sentidas, se suman a un sinnúmero de desgracias invisibles, desde las de familias agraviadas por la violencia hasta los pueblos sumergidos en la pobreza extrema. Además, padecemos otras desgracias que son estructurales, como la que genera una clase política que se ha engordado a costa del hambre del pueblo, desgracias como la corrupción, la impunidad y la injusticia sistémica. Todas son desgracias devastadoras que han deteriorado y siguen deteriorando a personas y pueblos enteros. El sufrimiento se sigue amontonando y pareciera que ya no cabe más.
Tanto dolor el de hoy, tan atroz y tan público, ha desatado lo mejor de la población, que ha respondido con una inmensa solidaridad del tamaño de la desgracia causada por huracanes y sismos. En estas tragedias, desde el primer momento, han estado apareciendo los ciudadanos que han puesto sus manos al servicio de los afectados. Mucha gente se ha estado “ciudadanizando”, haciéndose responsable del sufrimiento de los demás. Esta desgracia ha estado haciendo visible un inmenso potencial de solidaridad que hay en nuestro pueblo, potencial que ha estado dormido y que está despertando. La sensibilidad ante las necesidades de los demás se ha hecho manifiesta y ha desatado miles de iniciativas por todos los rincones de nuestra geografía.
Estas desgracias mayores que nos han golpeado en estos días, han sacado a flote la humanidad que hay en cada persona, en cada familia, en cada organización y en cada comunidad. Y hasta ha provocado iniciativas espontáneas de organización y de movilización solidarias. Está emergiendo lo más humano que llevamos dentro, con una nueva mirada que supera la indiferencia y la pasividad. Y al mismo tiempo se ha ido manifestando una fuerte repugnancia a todo lo que tenemos de podrido en la sociedad y en los gobiernos.
Si esta solidaridad ciudadana, acompañada de inconformidad y de exigencia continúa por esta ruta, podemos sacar un gran beneficio de estas desgracias: que vayamos más allá de la emergencia causada por los desastres y que nos convirtamos en ciudadanos de tiempo completo al hacernos responsables de los demás y de lo público. Que nos importen los muchos miles de víctimas de las violencias, la inequidad hacia las mujeres, la discriminación hacia los pueblos indígenas, los abusos contra los trabajadores, las agresiones contra el medio ambiente y las demás dolencias sociales.
Con la ayuda de las redes sociales se ha estado desarrollando con gran fuerza la demanda de que los partidos políticos cedan sus millonarias prerrogativas destinadas a los procesos electorales para la reconstrucción de las viviendas y de la infraestructura afectada. Yo creo que no hay que quedarnos solo con eso, con la reconstrucción física. Hay que ir más lejos. Hay que reconstruir México. Y para eso, hay que poner en su lugar a la clase política, obligándola a largar todos los privilegios que se ha dado a sí misma mediante argucias legales aunque inmorales. No sólo tiene que buscarse otra fórmula para que no se despilfarre dinero público en las campañas electorales, hay que pensar en los abusos que significan los sueldos de los funcionarios, las pensiones de los ex presidentes, el avión presidencial, los bonos que se dan los legisladores, las inmensas “mochadas” que se quedan en manos de quienes administran el dinero público, por decir algo. En fin, se necesita una limpieza mayor en el sector público, de manera que esté en condiciones de servir al país.
Reconstruir México significa también un cambio de actitud en los ciudadanos. La solidaridad manifestada ante la emergencia de estos días, debiera ser una actitud permanente ante las miles de emergencias familiares, comunitarias y sociales que están hechas de hambre, enfermedades, desempleo y violencia. Reconstruir México es una tarea que es permanente y nos compete a todos. El gran dolor nacional que se manifiesta ahora, ha de convertirse en una oportunidad para valorarnos como pueblo, para descubrir nuestras potencialidades, para creer en nosotros mismos, para calibrar la fuerza oculta que hay en la sociedad, para reconstruir nuestra manera de pensar y nuestras actitudes, para responsabilizarnos de lo público y para servir de manera incondicional. Importan no sólo los desastres causados por huracanes y terremotos, importan también los grandes desastres sociales crónicos que padecemos, tales como la pobreza, la corrupción y la violencia.
Algo muy bueno ha estado manifestándose en esta dolorosa crisis humanitaria que sufre el país. Nuestro mejor recurso son los ciudadanos generosos y disponibles para salir de sí mismos e ir hasta donde haya desgracias. Hay que mantener el nivel de solidaridad una vez que pase la emergencia. Necesitamos una solidaridad sostenible en el tiempo y que no se apague pasada la emergencia. México puede, los ciudadanos podemos, los jóvenes nos han dado una magnífica lección durante estos días. Hay razones para esperar que la solidaridad ciudadana pueda afrontar lo que viene. Habrá que ver cómo se afrontan los desafíos derivados del próximo proceso electoral. Si la solidaridad se mantiene, hay esperanzas de que demos un paso más adelante. Estamos ante una oportunidad que no tenemos que desperdiciar.