Marcial Rodríguez Saldaña
Febrero 13, 2020
Ayer fue detenido en Málaga, España, Emilio Lozoya Austin, quien fuera director general de Pemex durante el periodo de gobierno presidencial de Enrique Peña Nieto.
1.- El gobierno peñista estuvo marcado por la más escandalosa corrupción gubernamental que se tenga memoria en la historia reciente de nuestro país. Su idea de que la corrupción era un asunto cultural –esto es que forma parte de las costumbres y tradiciones del pueblo de México–, dibujó lo que ocurriría durante su mandato. A quienes exaltó como ejemplos de una nueva clase de políticos como Javier Duarte –ex gobernador de Veracruz–, Cesar Duarte –ex gobernador de Chihuahua– entre otros, han sido los funcionarios más corruptos, quienes robaron dinero del pueblo a manos llenas para enriquecerse junto con sus familias y socios. Pero también en su entorno más cercano y directo, como es el caso de Emilio Lozoya, quien fue su coordinador de asuntos internacionales durante su campaña presidencial y a su amparo y cobijo hizo compromisos y negocios ilícitos con el objetivo de que a toda costa ganara la presidencia de la República.
2.- Lozoya Austin es el ejemplo típico de una tradición de grupo, familias, facciones de poder de un sistema político que durante décadas gobernó a México, en donde se toleró, auspició y compartió la corrupción, que ha consistido en hacer negocios bajo la protección del poder público. Su modus operandi ha sido ofrecer o admitir jugosos negocios a empresarios, a cambio de dinero que han destinado una parte para comprar votos y ganar elecciones para mantenerse en el poder, y otra, para enriquecerse de manera personal.
De esta tradición cultural de corrupción desde los más altos niveles del poder político, es que se ha desparramado hacia cada uno de los niveles inferiores de poder público, hasta los más ínfimos, es que han penetrado las acciones turbias al margen de la ley, para impregnar la noble acción del servicio público y de la política.
3.- Emilio Lozoya fue designado por Enrique Peña Nieto –candidato presidencial del PRI, en la elección de 2012– como coordinador de asuntos internacionales, lo cual supondría que sería el enlace con partidos y organizaciones políticas afines a sus postulados ideológicos y programáticos; pero ya en la época del neoliberalismo, su función fue la de mantener contacto y hacer compromisos con empresas internacionales con intereses económicos en México –entre ellas la brasileña Odebrecht– que se ha dedicado a negocios de hidrocarburos y de la cual hay pruebas de que ha sobornado a altos funcionarios públicos –incluidos Jefes de Estado– para obtener contratos y beneficios indebidos mediante sobornos multimillonarios en detrimento del patrimonio nacional de los pueblos de esas naciones.
4.- Lozoya tiene a salvo sus derechos del debido proceso como cualquier persona sometida a un encausamiento judicial. Ahora se encuentra ya en prisión bajo la jurisdicción española con fundamento en la cooperación internacional. Lo que sigue es la etapa de la extradición, para que cumpliendo todos los requisitos legales pueda ser enjuiciado por las autoridades mexicanas. Este muy mal ejemplo debe servir para poner fin a la cultura –prohijada por Peña Nieto– de la corrupción, para terminar para siempre con las prácticas nocivas de meter dinero ilícito a las elecciones y comprar de manera indebida el voto de electores, para desterrar la corrupción del sistema político mexicano, que ha sido la causa fundamental de la pobreza, de la inseguridad y de la violación a los derechos humanos, y en esencia para la instauración de un nuevo régimen político, como la más grande contribución a la historia de nuestro país de la Cuarta Transformación de México.