David Colmenares Páramo
Diciembre 04, 2020
Una de las razones que explican el crecimiento de la deuda de las entidades federativas en los últimos años es la caída de sus ingresos recurrentes en términos reales, lo que inevitablemente se tradujo en mayor endeudamiento; incentivado además porque la única alternativa que se les ofreció en los momentos más duros de la crisis, fue la de mecanismos aparentemente novedosos para seguirse endeudando, incluso mencionando que no se trataba de deuda pública y que no se sumarían a la deuda ya existente.
Además del débil potencial recaudatorio de las potestades tributarias con que hasta hoy cuentan los Estados, sus ingresos se vieron disminuidos por la contracción del crecimiento económico de esos años.
Haciendo un ligero repaso: en 2009 las participaciones cayeron cerca de 54 mil millones respecto a lo estimado, en 2010 se recuperan respecto a la estimación derivada de la Ley de Ingresos y en 2011 y 2012, volvieron a quedar por debajo de lo programado, entre 11 mil y 12 mil millones de pesos. Esas caídas fueron compensadas con el Fondo de Estabilización de Ingresos de las Entidades Federativas (el FEIEF). En 2009 con 24 mil millones aproximadamente y un crédito asociado al mismo promovido por hacienda, le llamaron Potenciación del FEIEF, de 19 mil millones, el cual se pagó totalmente. En 2009 se compensaron los ingresos disminuidos hasta donde las reglas de operación del FEIEF lo permitieron, mientras que en 2011 y 2012 fueron compensadas las caídas al 100 por ciento.
No obstante, el FEIEF, las participaciones apenas alcanzaron en diciembre de 2012, su nivel real anterior a la crisis financiera; y entonces la crisis financiera aquí se transformó en crisis fiscal.
Pero además algunas entidades fueron sumamente afectadas por el cambio de fórmulas para la distribución de participaciones -que hoy se distribuyen en relación a la población domiciliada-.
A pesar de que su implantación fue gradual, ya que permaneció fija la distribución de diciembre de 2007 y en 2009 la recaudación nominal llegó a estar por debajo de la del 2008. Conforme avanza el tiempo el nuevo coeficiente afecta a un porcentaje mayor de las participaciones, lo cual se ve impactado por el efecto suma cero.
En la medida que crezca la recaudación nominal, por crecimiento económico, mejora administrativa o inflación, el coeficiente de las entidades federativas perdedoras se irá reduciendo por el mayor peso dentro del total del incremento nominal sobre el nivel de diciembre de 2007. Esto ya ha afectado a varias entidades, principalmente a Tabasco, la Ciudad de México y Campeche, entre otras.
De 2009 a 2012, dejaron de recibir en promedio 25 mil millones de pesos derivados de los llamados excedentes petroleros, lo que sumaría cerca de 100 mil millones menos; además de que desde que se implementó la desaparición del Impuesto a la Tenencia y su posible clonación estatal, los gastos fiscales deprimieron los ingresos estatales por este impuesto, que llegó a recaudar 27 mil millones por año.
Al depender las entidades federativas en casi 95 % de las transferencias federales y tener como garantía además de participaciones sus ingresos propios, una de las salidas a las que acudieron para tener más recursos fue la del endeudamiento público.
Actualmente, de acuerdo con el último informe trimestral de deuda, esta asciende a 604.4 mil millones de pesos. Pese a la pandemia su crecimiento en los dos últimos años fue de 3 mil 189 mil millones, con lo que se han frenado los incrementos de los años anteriores, esto derivado de la entrada en vigor de la Ley de Disciplina Financiera de las Entidades Federativas y los Municipios la cual implementó un manejo de deuda con una semaforización en donde a la fecha no existe un estado en semáforo rojo.