EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La economía mexicana: la duración del ciclo

Saúl Escobar Toledo

Marzo 03, 2021

El balance de la economía mexicana durante los últimos dos años no ha sido positivo. El Inegi acaba de informar que el PIB registró una reducción de 8.5 por ciento respecto a 2019 con cifras desestacionalizadas. En 2019, el producto ya había retrocedido, aunque en mucho menor medida, menos de un punto porcentual. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que la economía mexicana lleva ya seis trimestres de caídas (en comparación al año anterior). Tomando en cuenta la tasa de crecimiento de la población (1.2 por ciento anual), la caída del producto per cápita es cercana al 11 por ciento. Importa esta cifra porque da una idea más fiel del tamaño del precipicio en que caímos. Es necesario, además, tomar en cuenta los dos años, ya que lo que debe interesarnos es la amplitud del ciclo económico, es decir cuántos años va a durar la recesión.
La duración del ciclo dependerá de varios factores: la prolongación de la pandemia; el comportamiento de la economía mundial; y los factores internos. En el primer caso, la incertidumbre sigue prevaleciendo: las campañas de vacunación ya están en marcha, pero avanzan a ritmos muy desiguales en los diferentes países y las regiones de México. Ello se debe, como se ha dicho, a que las patentes, la fabricación y la disposición de los medicamentos están muy concentradas en unas cuantas empresas. Hay países que no cuentan aún con una sola vacuna. Y, como han afirmado los organismos internacionales, mientras no todos estemos a salvo, nadie lo estará realmente.
Por otra parte, el comercio internacional se ha recuperado. La caída fue muy severa en abril de 2020 (12 por ciento); sin embargo, tomando en cuenta el año completo, hubo un crecimiento positivo de 1.3 por ciento (según la Oficina de Análisis de Políticas Económicas de Holanda, disponible en cpb.nl). China fue el que dio el gran jalón al comercio mundial, mientras que en la zona de Norteamérica parece haber ocurrido una recuperación más lenta.
En materia de inversiones, las cosas no pintan muy bien, sobre todo para los países en desarrollo como México; el problema más complicado reside en la posibilidad de una crisis financiera. El Banco Mundial señaló en enero de este año que, durante 2020, la proporción de la deuda pública en relación con el PIB en los mercados emergentes y en las economías en desarrollo, aumentó del 52 a casi el 61 por ciento. Faltaría agregar el aumento de la deuda privada que se multiplicó por cinco entre 2014 y 2019. Buena parte de estas deudas son externas, es decir, se contrataron en moneda extranjera. Todo ello indica que, a menos de que se tomen medidas de alivio a nivel mundial, esta situación puede convertirse en un serio problema por las posibles moratorias de pagos. Si eso sucede, no importaría tanto el nivel de endeudamiento de tal o cual país pues la fuga de capitales, las devaluaciones y la escasez de nuevos financiamientos afectarían de manera generalizada a aquellas naciones que, como México, requieren de divisas (dólares) para cubrir sus importaciones, sus operaciones financieras y sus reservas monetarias.
En cuanto a los factores internos, tenemos varios problemas para remontar la caída. Para entender mejor el asunto vale la pena revisar los distintos sectores de la economía.
En primer lugar, el sector primario, agricultura, ganadería, silvicultura y pesca, creció durante 2019 y 2020, particularmente en el segundo semestre del año pasado. Esto indica que estamos lejos de una crisis alimentaria, lo cual es por supuesto una buena noticia. Es probable que, además, se hayan sustituido algunas importaciones. El problema es que este sector aporta muy poco al conjunto de la economía, apenas un 3.5 por ciento.
En cambio, las actividades secundarias, cayeron 1.7 por ciento en 2019 y 10 por ciento en 2020. Destaca la industria de la construcción que ligó seis trimestres a la baja. Las manufacturas, por su parte, han tenido una caída menos larga pero más intensa. Ello puede explicarse por la disrupción mundial, especialmente de la economía de EU, así como por la disminución del consumo final, en México, de algunos productos no alimenticios como ropa y automóviles. Una caída de las manufacturas afecta de manera especial a la masa salarial ya que en este sector se pagan los mejores salarios promedio de toda la economía: 1.5 veces más que en el conjunto del sector servicios.
Finalmente, las actividades terciarias (servicios) tuvieron un índice de crecimiento negativo de 7.7 por ciento. Recordemos que aportan el 73 por ciento del empleo y más de dos tercios del producto total. Algunas ramas de este sector como los de esparcimiento culturales y deportivos retrocedieron en 54 por ciento; y los de alojamiento temporal y de preparación de alimentos y bebidas, 44 por ciento.
En la medida en que vaya mejorando la economía se puede esperar que algunas empresas salgan de su postración. Otras difícilmente lo harán, sobre todo aquellas ligadas al turismo, dado que éste tardará varios años en recuperarse, con el agravante de que aportaba una buena cantidad de divisas.
El efecto del T-MEC podría impulsar algunas ramas de la manufactura, pero aquí también priva la incertidumbre por los nuevos términos del tratado. En cualquier caso, muchos estudios han demostrado que la capacidad de arrastre de las manufacturas de exportación es muy limitada para el conjunto de la economía nacional. De esta manera, aun cuando la situación pudiera mejorar, ello no va a sacarnos de la crisis tan rápido como quisiéramos.
En síntesis, la duración del ciclo depresivo de la economía mexicana no puede calcularse con precisión en estos momentos. Lo que puede afirmarse es que dependerá de un conjunto de decisiones políticas. Los gobiernos nacionales, principalmente los más desarrollados, pueden ayudar facilitando la fabricación de vacunas y aportando fondos (en Derechos Especiales de Giros, DEGs) para que las instituciones multilaterales como el FMI y el Banco Mundial aporten recursos para aliviar el peso de las deudas y para los programas sanitarios y de desarrollo. Hasta ahora, poco se ha hecho en este sentido.
Por otro lado, se requiere un acuerdo entre los tres países del T-MEC para que las cláusulas laborales y de medio ambiente no se conviertan en un factor adverso para el crecimiento. Un programa de desarrollo que incluya a los países centroamericanos y que permitan a México evolucionar de un país maquilador a una economía exportadora que produzca bienes con una tecnología más elevada, con insumos adquiridos dentro del país y con mejores salarios.
Finalmente, el impulso a la producción doméstica es indispensable. La rama de la construcción, principalmente para obras de infraestructura, es un campo de acción que requiere financiamiento público y privado, pero éste último difícilmente se incrementará si el gasto gubernamental no lo dirige con proyectos y financiamientos nuevos (adicionales a los que ya existen). En el caso de los servicios, el salvamento de las micro y pequeñas empresas es indispensable; de igual manera, se necesitará reciclar la mano de obra que trabajaba en sectores como el turismo para que se coloque en otras ramas económicas con mejores perspectivas, mediante programas de calificación y adiestramiento, de preferencia en proyectos locales verdes (reforestación, energías limpias, reciclamiento de materiales contaminantes, limpieza de ríos y basureros a cielo abierto, etc.). Gastos adicionales para las personas (especialmente mujeres) afectadas por el paro de labores en la economía formal e informal ayudarían a combatir la pobreza y a elevar los niveles de consumo.
Las decisiones políticas enumeradas (y otras no mencionadas) se van a tomar en un sentido u otro. Nada va a suceder por las leyes naturales del mercado. La exigencia ciudadana jugará un papel fundamental para presionar a sus gobiernos y acortar el ciclo económico. Si los responsables de conducir las instituciones no responden, los años de penuria económica serán más largos, así como el tamaño de la crisis política y social.

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