EL-SUR

Lunes 06 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

La era del plástico

Efren Garcia Villalvazo

Junio 29, 2019

La historia cuenta que la industria del plástico creció exponencialmente durante la Segunda Guerra Mundial para cubrir la necesidad de elaborar rápidamente materiales para abastecer el amplio frente de batalla. El plástico resultó fácil y barato de fabricar en grandes cantidades, era muy resistente, podía ser confeccionado para cubrir diferentes necesidades, se podía colorear, era a prueba de agua, de bacterias, de roedores e intemperie. El material ideal para librar con ventaja una gran guerra.
Una vez terminada esta etapa hubo países que quedaron literalmente arrasados, tanto en sus ciudades como en sus medios de producción. Sin embargo, hubo uno que se alzó con una ganancia insospechada: Estados Unidos, el cual se había convertido en una gran fábrica de insumos indispensables para todos los aliados. Su territorio quedó intacto con fábricas con capacidad para producir lo que sea en grandes cantidades, obreros especializados de todo tipo, diseñadores de productos que trabajaban de manera incansable y que desarrollaban prototipos de casi todo de la noche a la mañana. Sin una guerra que pelear, las baterías se enfocaron para no perder la ventaja económica que ahora encabezaban y se pusieron a producir para apoderarse de un mercado que ahora se vislumbraba global, pues también en el curso de la guerra se había desarrollado de manera impresionante el transporte marítimo y de manera espectacular el transporte aéreo. Era además una época en la que el petróleo era abundante y muchos países contaban con vastas reservas sin explotar.
En esta nueva marejada de desarrollo, como se entendía aquella época, el plástico –ya ahora muy diversificado en uso y destino– fue el material pivote para todo lo que vino después. La primer bolsa de polietileno desarrollada para un supermercado surgió en Suecia en los años 60 y tuvo un éxito rotundo que fue replicado de inmediato en todo el planeta, apareciendo el concepto de lo que llegarían a ser el criterio de diseño del “plástico para un solo uso”, ahora identificado como el gran enemigo a vencer. Lo demás es historia.
Actualmente el plástico se reconoce como uno de los grandes retos a vencer en la tarea de rehabilitar el planeta, en un triste reconocimiento de que no hemos podido superar la etapa de “detener” o por lo menos “reducir” la degradación global por todo tipo de contaminación, que hay que reconocer también, proviene de un insólito apetito por consumir alentado por los sistema de producción actuales que no se resignan a reducir ni un ápice su ritmo de movimiento de inventarios.
Dejando de lado mencionar las estadísticas del plástico que ahora mismo hasta un niño de primaria recita para impresionar a sus amiguitos, concentrémonos en el punto que es realmente el importante: el dejar de producir plástico. O al menos, los plásticos que no se degradan por medios biológicos a temperatura y en condiciones ambientales “normales”, y promover la aparición de nuevos materiales que una vez terminada su vida útil se reintegren al ciclo de nutrientes natural.
¿Difícil de lograr? ¡Claro…! Durante muchos años no se volteó a ver siquiera esta posibilidad pues los criterios de diseño eran el consumir lo más posible de recursos –que eran abundantes– y jamás voltear a ver qué ocurría con los desechos. Las primeras voces de alerta provinieron de la ciencia en la década de los 70 y no fueron lo suficientemente potentes para ser oídas y mucho menos consideradas. Llegó un punto de inflexión muy importante que fue el uso del PET para embotellar refrescos y….¡agua!. Cuando apareció esta nueva presentación nadie pensó que fuera a tener éxito y el tiempo demostró lo equivocados que estábamos. Inteligentes y retorcidos mercadólogos escarbando en lo más profundo de nuestro sistema límbico pusieron a bailar ante nosotros a sudorosos modelos femeninos y masculinos y asociaron la tendencia del interés por la salud y hacer ejercicio con una botella “portátil”, moderna y transparente como la misma agua. Afortunadamente se ha logrado avanzar bastante en su reciclaje y desaparece rápidamente de la fracción de basura para hacerle ganar unos centavos a las señitos que las recogen en las calles. Sin embargo no hay que dejar de señalar que los mayores generadores de residuos de larga vida de esta categoría son las empresas globales de Coca Cola y Nestlé, la cuales en sus agresivas campañas de expansión consideraron como daños colaterales aceptables el contaminar con un residuo de gran durabilidad las cañadas, aguas dulces y marinas del planeta.
A manera de conclusión se debe ser cuidadoso al participar en esta fiebre contra el plástico que se ha levantado en la ciudadanía, porque parafraseando la sentencia de que “no todo lo que brilla es oro”, el caso es que no todos los plásticos “biodegradables” son biodegradables, ni todos los cambios de bolsa son deseables.
El caso viene a comentario porque tiendas como Superama y Aurrerá están vendiendo bolsas –de plástico– para substituir la bolsa de polietileno de un solo uso en un esfuerzo para “reducir” el plástico en el ambiente. La verdad es que tomando en cuenta tiempos ecológicos –que rebasan el ciclo de la existencia humana– una bolsa es casi igual que la otra, además de que de repente se tuvieron que fabricar más bolsas –de plástico– para substituir a las anteriores, lo que resulta una ganancia ambiental de cero. Otra cosa hubiera sido si fuese un material más local, como alguna fibra vegetal, de fácil descomposición, algo más…¡biodegradable!
Muchas bolsa de esta nueva generación tienen la leyenda de que son degradables en condiciones de composteo –que implican medios anaeróbicos y temperaturas superiores a 55°C– que no se dan fácilmente en la naturaleza y mucho menos en el mar, el gran depósito final de todos los errores que se cometen en tierra firme. Otros tantos dicen que se “biodegradan” después de muchos meses en el ambiente, asunto que está por comprobarse, además de que desde el punto de vista de las tortugas que se meten popotes por la nariz y comen bolsas significa que es tiempo más que suficiente para que mate a varias de ellas. Finalmente están aquellos que incluyen en su matriz plástica moléculas de metales que ayudan a que el plástico se fragmente rápidamente y desaparezcan de la fracción visible de la basura, con lo cual se cumple cosméticamente con el problema, pero que aumenta de manera espectacular la concentración de microplásticos marinos que de seguro ya tenemos en nuestro cuerpo al igual que la mayor parte de los animales de este mundo.
Finalmente y para dar un punto de guía a Conacyt que en últimos tiempos ha pisado en falso en varias ocasiones –y en público– se debería trazar una línea estratégica básica en nuestro país en este momento en que se supone se busca una transformación. Cada centro de investigación debería tener al menos una línea de producción de plástico genuinamente biodegradable, esto es, que por acción bacteriana y a temperatura ambiente se descomponga en un tiempo muy inferior al ciclo de vida de un hombre, esto es, en semanas. Y que esté hecho con insumos regionales. Nos haría entrar a una Segunda Era del Plástico en la que una vez agotado su ciclo de vida se reintegraría al ambiente con la misma elegancia y efectividad con la que ahora lo hacen todos los recursos provenientes de la naturaleza. Eso sí sería en realidad un gran avance.
Twitter: @OceanEfren

* El autor es oceanólogo (UABC), ambientalista y asesor pesquero y acuícola. Promotor de la ANP Isla La Roqueta y cofundador de su museo de sitio, además de impulsor de la playa ecológica Manzanillo.