EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

La estrategia de lo que nunca ocurre

Federico Vite

Agosto 31, 2021

 

No quiero enfrascarme en todas las derivas que nacen del ansia, ni las propiciadas por el encierro, ni las que detonan por falta de dinero; mucho menos, las que proyectan la opacidad del futuro. Quiero centrarme en todo ese silencio que existe en torno a las bibliotecas públicas, instituciones que desde hace tiempo ya tenían problemas de presupuesto e infraestructura. Se les contempló en la estrategia de lectura de los gobiernos municipal, estatal y federal, pero los resultados han sido pobrísimos. Nulos, diría yo. Es necesario recordar que aquellos gobiernos que no invierten ni ponen la atención adecuada en la lectura de literatura terminan siendo liderados por analfabetas funcionales. Eso lo ilustra nuestra historia. Insisto: los gobiernos van y vienen, pero las bibliotecas siempre han tenido problemas de presupuesto e infraestructura. Visto desde ese ángulo, las bibliotecas se han convertido en la estrategia de lo que nunca ocurre. Es decir, si no se les privilegia ni se les considera una palanca para potenciar la lectura de libros estrictamente literarios, ¿para qué las conservamos?
Están contempladas en el proyecto nacional de desarrollo. El problema es que las mantienen a raya; desnutridas, vivas pero débiles. Son bien vistas por “las buenas conciencias”. Apapacharlas en público da una fachada de “amor por la cultura”. Las aplauden en ceremonias de 30 minutos. Es más barato un aplauso en público que la manutención a escondidas. No se les da apoyo real. Se les menciona, pero no se les atiende.
Con el arribo al poder de la 4T se intuyó que las bibliotecas tendrían un poco más de estímulos económicos (toda esa palabrería sobre el fin de la era neoliberal debería tener sentido más allá de la Cartilla moral, de Alfonso Reyes), un poquito más de acervo, pero todo se ha reducido a un mero discurso político. La realidad es que llevan un año y cinco meses cerradas.
Antes de la pandemia se les consideraba un sitio para desempleados, estudiantes en proceso de ligue y para alguno que otro raro que pasaba el tiempo hojeando revistas, periódicos y libros; incluso muchos de sus habituales asistentes usaban el internet sin fines pedagógicos. Pero más allá de esa fauna, muchos otros disfrutaban el servicio de préstamo a domicilio. Una proposición generosa para estos días e incluso un ideal de lector para quien desea estar alejado de los hordas que deambulan por la Costera en pos de restaurantes, bares, playas, cantinas, centro nocturnos, tiendas departamentales y supermercados. Muchos de los turistas se relajan por completo en Acapulco e incluso se ofenden si alguien intenta recordarles que usen el cubrebocas. No es que leer resuelva algo, no, pero matiza el mundo y el matiz, ustedes saben, podría ayudarnos un poco en este momento.
A mí me sigue llamando la atención que no haya una librería especializada en literatura. ¿No es raro que Guerrero no tenga una sola librería con esas características? ¿De verdad no les parece extraño que con tanta gente paseando por Guerrero no haya una sola librería especializada en literatura? ¿De verdad detestamos tanto la lectura en estos lares tan turísticamente erosionados? ¿Por qué se le teme tanto, por qué no se le cobija si hay incluso tanta palabrería y tanta politiquería a favor de la cultura? Los únicos beneficiados de que no se lea literatura, ¿quiénes son?
Me parece que los gobernantes, y varios funcionarios públicos, demeritan el poder de una biblioteca; lo desdeñan por tradición, porque eso debe parecerles algo superficial, un asunto para quienes ya tienen resueltas muchas necesidades. En suma, se le considera una actividad fifí (¡cuánto daño hay en un adjetivo tan soso como ese!). Obvio, el ejercicio de la lectura no es una actividad para fifís ni mucho menos para “perder el tiempo”. Leer está más ligado a una reconexión con lo humano. La lectura, sobre todo ahora, modula la existencia hacia horizontes menos siniestros. El matiz, insisto, el matiz es importante.
Los directores de las bibliotecas en Guerrero literalmente navegan con flotadores desde hace tiempo; de lo contrario, el naufragio ya se hubiera consumado. Si desde antes de la pandemia ya tenían serios problemas con la infraestructura y el acervo, las recomendaciones para que vuelvan a funcionar son meras bendiciones. Se les pide, aparte de una ligera inversión en material para desinfectar y mantener limpia el área de trabajo, condiciones óptimas de higiene.
Si es complicado abrir las bibliotecas en las cabeceras municipales, la tarea para que vuelvan a sus funciones las que se encuentran en zonas marginales es francamente utópica. Es duro, como en todos los rubros, normalizar la vida en una pandemia. Pero me parece que se recrudece el ansia de la normalidad cuando la estructura de las bibliotecas ha sido ignorada por el Estado desde hace mucho tiempo. Es más, yo creo que estarán cerradas hasta el año entrante y me parece injusto que las mantengan sin brindar lo mejor que poseen: el acervo. El servicio que brindan no se considera esencial. Eso es obvio, pero hay que decirlo y decirlo fuerte: Son puntos de encuentro importantes, son necesarias y merecen mucha más atención gubernamental.
Volviendo al redil de la realidad, la solicitud para que funcionen nuevamente es compleja. No bastará con usar cubrebocas. Se requiere más que pura voluntad: “Retirar algunas mesas y sillas, y reacomodar el mobiliario de tal manera que los usuarios no tengan que sentarse uno frente a otro; se recomienda limitar el uso de las mesas a dos personas. Para aquellas instancias que cuenten con presupuesto, se recomienda colocar mamparas de vidrio o policarbonato en mesas y recepción, con el fin de mantener aisladas a las personas. Se recomienda suspender el servicio de guardarropa. Solicitar a los usuarios portar el menor número de pertenencias (mochilas, suéteres, etc.) durante su visita a la biblioteca. Restringir o limitar el uso y circulación de espacios con flujo abundante de personas, como es el caso de la recepción y las áreas de consulta. Limitar el uso de computadoras a los usuarios, a menos que se garantice la sana distancia y la limpieza y desinfección del teclado, mouse, mesa y silla, una vez que cada usuario desocupe el equipo. Se sugiere cerrar la estantería, los revisteros y limitar la consulta de materiales a sólo tres ejemplares por usuario. El área infantil permanecerá cerrada y sólo se permitirá el acceso para la selección de material en préstamo a domicilio cuando la niña o el niño esté acompañado de un adulto”.
¿A usted no le parece raro que Guerrero mantenga cerradas las bibliotecas y abierto todo lo demás? ¿Bares, cines, restaurantes, karaokes, gimnasios, téibols, tugurios, cafeterías, playas y demás puntos de encuentro? ¿De verdad es mejor mantenerlas cerradas? ¿Cerraditas se ven más bonitas? Yo creo que muchos gobernantes ni siquiera entienden que una biblioteca no es un espacio atiborrado de estantes sino el acervo. Y el acervo sólo adquiere consistencia cuando se usa, se valora y circula en la población; lo demás es politiquería cultural. De eso, hay mucho. Usted sabe.