Dentro de las amplias posibilidades de las energías renovables se tiene a la energía de biomasa. La biomasa es un medio de almacenamiento energético que permite que la energía solar se transfiera a través de los ecosistemas, sus productores primarios, las plantas, y sus productores secundarios, los animales. Por tanto, la biomasa –que pueden ser productos agrícolas como el maíz y la caña de azúcar, la madera, el estiércol y cualquier otro producto de origen vegetal y animal– tiene el potencial necesario para contribuir sustancialmente al abastecimiento energético.
Al procesar la biomasa por combustión directa se produce calor como energético; utilizando instalaciones de fermentación se puede lograr su conversión en combustibles gaseosos como el biogas para generar electricidad o líquidos como el bioetanol o biodiesel para la movilidad de vehículos automotores. Esta energía obtenida en diversas formas a partir de la biomasa, para ser utilizada por la sociedad, se denomina bioenergía.
Durante mucho tiempo la bioenergía fue poco relevante para aquellas sociedades económicamente desarrolladas, pero está logrando un nuevo auge. Su actual importancia radica en que la biomasa es la única fuente combustible de carbono que se considera como “emisora neutral de carbono”, ya que su uso no incrementa el desequilibrio del CO2 en la atmósfera. Cito textualmente lo escrito en el llamado Libro blanco de las fuentes renovables de energía, realizado por la Sociedad Internacional de Energía Solar, y editado en español por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (2006): “La conversión bioenergética de la biomasa opera dentro de los ciclos naturales del carbono de la Tierra, y por lo tanto, no contribuye a los problemas de cambio climático y del efecto invernadero. Los análisis han mostrado que el potencial de calentamiento invernadero de la combustión de biomasa es menor que el de los combustibles fósiles, incluyendo el gas natural, aún con el secuestro del carbono. Además, estos análisis han revelado que, con única excepción del monóxido de carbono, la combustión de biomasa produce emisiones sustantivamente menores que la del carbón”. (Pág. 49).
Otro aporte de la bioenergía es la posibilidad de que puede ser liberada continuamente en su forma de gas o combustible líquido. Esto hace que la bioenergía se use en sistemas híbridos, combinada con fuentes de energía renovables intermitentes –como la del sol o el viento– hasta mezclada con carbón para reducir las emisiones al ambiente de centrales termoeléctricas.
La posibilidad de mejorar las economías rurales con la bioenergía es una realidad. En el citado Libro blanco… se señala que, “el triplicar el uso de la energía de biomasa de EUA para el año 2020, podría producir 20 mil millones de dólares en nuevos ingresos para los granjeros y las áreas rurales…También se ha estimado que en EUA se crearon 66 mil nuevos puestos de trabajo y mil ochocientos millones de dólares en nuevos ingresos por la producción de electricidad con biomasa durante el periodo de 1980 a 1990, y que la industria también ha atraído 15 mil millones de dólares en inversión de capital”. (Pág. 50).
En el año 2006, la Secretaría de Energía con la colaboración de la Sociedad Alemana para la Cooperación Técnica –acrónimo GTZ– publicó el informe Energías renovables para el desarrollo sustentable en México. En ese informe se señala, que “la bioenergía representa el 8 por ciento del consumo de energía primaria en México. Los principales bioenergéticos empleados son el bagazo de caña (usado para a generación eléctrica y/o térmica en la industria azucarera) y la leña (fundamentalmente usada para calefacción y cocción de alimentos)… México produce al año en la industria cañera, 45 millones de litros de bioetanol que actualmente no se usan como combustible sino en la industria química. Al año 2005 la Comisión Reguladora de Energía autorizó 19 MW para generar 120 GWh/año con biogas; 70 MW para generar 105 GWh/año con bagazo de caña, y 224 MW para generar 391 GWh/año con sistemas híbridos (combustóleo-bagazo de caña)”. (Pág. 25).
El informe señala que el potencial técnico de la bioenergía en México es con relación a su uso actual 10 veces menor –se estima el potencial entre 2 mil 635 y 3 mil 771 Petajoules* al año. “Del potencial estimado, un 40 por ciento proviene de los combustibles de madera, 26 por ciento de los agro-combustibles y 0.6 por ciento de los subproductos de origen municipal. Se estiman además 73 millones de toneladas de residuos agrícolas y forestales con potencial energético, y aprovechando los residuos sólidos municipales de las 10 principales ciudades para la generación de electricidad a partir de su transformación térmica, se podría instalar una capacidad de 803 MW y generar 4 mil 507 MWh/año. Además, se cuenta con un área agrícola significativa, potencialmente apta para la producción de bioetanol y biodiesel” (Pág. 25).
Quisiera hacer énfasis en la última oración de la cita anterior, que nos debe alertar sobre el tema del uso de tierras agrícolas no para alimentación, sino para la bioenergía en México y el mundo. Lo refiero primero al contexto global del ya antes citado Libro blanco… que: …“es de esperar que el mayor potencial futuro del recurso bioenergético provenga del aprovechamiento agrícola de tierras de cultivo “ociosas”: Pero la existencia de tales tierras dependerá de cómo la agricultura será utilizada en el futuro (es decir, si va a depender de insumos masivos de energía y de productos químicos o si evoluciona progresivamente hacia métodos de producción realmente sustentables, con insumos de menor efecto degradante), y también de la competencia que pudiera darse para producir alimentos. Y esto último depende del crecimiento de la población en el mundo y de la dieta promedio mundial. Estas variables pueden conducir a toda una gama de proyecciones que van desde una significativa disponibilidad de tierra cultivables para la bioenergía, hasta ninguna en absoluto”. (Pág. 53).
Lo que tenemos y estamos lamentablemente viviendo los mexicanos es la gran batalla que se empieza a lidiar entre utilizar productos agrícolas como el maíz para alimento o para combustible líquido, como el etanol. Actualmente se utiliza el termino “etanoinflación” para referirse al detonante del aumento del precio del maíz: el incremento de la demanda para producir etanol como combustible en Estados Unidos (El País, 24 de enero de 2007).
El fuerte incremento en la demanda de maíz para producir etanol en Estados Unidos ha duplicado el precio del maíz en los últimos 12 meses en el mercado de Chicago y está ya en un máximo de 10 años, 4.10 dólares por bushell –un bushell es igual a 25.4 kilogramos. Esto representa 161.4 dólares la tonelada.
La razón es simple, en Estados Unidos existen 116 plantas de producción de biocombustible y otras 79 en construcción. Estas plantas requieren cerca de 60 millones de toneladas de maíz en este año y con las plantas en construcción se estima –según el Instituto de Políticas para la Tierra–, que van a requerir el doble de la actual demanda.
Si tomamos en cuenta que las exportaciones de maíz estadunidenses son de alrededor 55 millones de toneladas anuales, esto significa que, por primera vez, la demanda de maíz para producir etanol iguala y supera dichas exportaciones.
El maíz de Estados Unidos representa alrededor del 40 por ciento anual del que se produce en el mundo y el 70 por ciento de las exportaciones globales de este cereal. Por ello, la creciente demanda de maíz para producir etanol de los americanos, puede provocar una crisis alimentaria mundial, que lamentablemente a los mexicanos, en especial los más pobres, nos ha tocado ser los primeros en resentirla.
Por un asunto de seguridad alimentaria, México tiene que organizarse para lograr un mayor abastecimiento de maíz que no provenga de Estados Unidos para nuestra propia alimentación. De hecho, el presidente Bush admitió en su reciente discurso sobre el estado de la Unión al Congreso “el serio desafío del cambio climático global” y propone reducir en un 20 por ciento en 2017 el consumo de gasolina. Esto solo significa mayor presión de producir maíz para etanol.
Al respecto, se requiere de manera urgente la aprobación por el Senado de la minuta de Ley de Planeación para la Soberanía y la Seguridad Agroalimentaria y Nutricional aprobada en la Cámara de Diputados en la pasada legislatura. Igualmente en lograr una Ley de Bioenergéticos en el país que regule el uso la energía de biomasa, y que muy especialmente, cuide de que la producción agropecuaria sea prioritariamente para satisfacer las necesidades de alimentación de nuestra población.
Concluyo señalando, que requerimos como principio rector reconocer que a través del Estado mexicano debemos conducir una política propia integral –agrícola, ambiental y energética–, defendiendo con ello nuestra soberanía y seguridad alimentaria, ambiental y energética.
*Un Petajoule equivale a 1015 joules. Joule es la cantidad de energía que se utiliza para mover un kilogramo masa a lo largo de un metro, aplicando una aceleración de metro por segundo cuadrado.