Adán Ramírez Serret
Septiembre 07, 2018
La primera experiencia que tuve con la escritora estadunidense Patricia Highsmith (1921-1995), se la debo a alguien cercano que me regaló sus libros porque le repugnaban. Los dejé por ahí y un día vino un amigo y mientras estuvo en mi casa no paró de leerlos. Mientras lo hacía me dijo que había un cierto morbo moral. ¿Eso es lo que te gusta?, le pregunté. No sé, respondió, pero no puedo parar de leerlos.
En los días siguientes leí sin apenas respirar las tres novelas que tenía, El juego del escondite, Crímenes imaginarios y El talento de Mr. Ripley. Quedé fascinado sin saber bien a bien por qué. En poco tiempo leí todos los libros que encontraba de Highsmith y en los suplementos literarios descubrí que era una leyenda y que los lectores más exquisitos, Enrique Vila-Matas o Graham Green, por ejemplo; la idolatraban.
Leí sobre ella que era una de las mejores autoras de novela policiaca y aquello que me dijo mi amigo, que había un morbo moral en sus libros. Claro, el mal tiene un lugar protagónico en sus novelas. Aquello que usualmente exaltamos como el amor, la amistad o la fidelidad; para Patricia Highsmith, son meros pretextos para burlarse del ser humano. Si se indaga un poco en la vida de esta autora se encontraran algunos rasgos que quizá expliquen la causa de esta misantropía y de su misoginia recalcitrante; pero me parece que las historias que cuenta son más que una vil burla o un resentimiento. El placer de pisotear los sentimientos que duelen es un campo de exploración por medio de un escabroso sentido del humor de lo que para ella significa la desgracia de ser humano.
Este año la editorial Anagrama editó un compendium con los relatos completos de Patricia Highsmith. Sin ningún temor a equivocarme me parece que se trata de una auténtica joya en donde se encuentran todos los matices de esta autora. Y también se descubre, desde luego, que no todo está dicho sobre ella.
Highsmith fue una compulsiva escritora de 22 novelas en donde naturalmente tocó muchos temas. Siempre con el placer morboso por describir el sufrimiento pero no todo en su escritura son crímenes. Escribió novelas como Carol o El hechizo de Elsie sobre las relaciones lésbicas; El diario de Edith sobre el fracaso total de una mujer; o Rescate por un perro sobre la clase media esnob de Nueva York.
En este compendium de sus relatos descubrimos que era una cuentista extraordinaria sólo que este género no tenía mucho peso en Estados Unidos, al grado que escritoras de la talla de Shirley Jackson, Lucia Berlin y Edith Pearlman, han sido leídas por el gran público muchos años después. La compilación es increíble porque se tienen todas las aristas de la escritora. En Once con relatos como El observador de caracoles o Pájaros a punto de volar se encuentra la autora que todos conocemos que pone el dedo en la llaga de la culpa y el abandono. Luego, por si se dudaba si era deliberada o no su misoginia, en Pequeños cuentos misóginos hace una especie de Caracteres a lo Teofrastro de mujeres malignas como La coqueta, La novelista y La prostituta autorizada o La esposa por tan sólo citar algunas del terrible catálogo. En Crímenes bestiales se define no sólo como misógina sino como misántropa, pues se trata de relatos de animales que cuentan en primera persona su cautiverio y como se deshacen de sus represores. En A merced del viento se burla con gusto de los artistas. Y en los relatos de La casa negra salta a la vista el talento brutal que tenía para escribir historias sórdidas y espeluznantes.
Quizá se preguntarán para qué leer a Highsmith. No hay otra respuesta que por el oscuro placer, el terror y la fascinación por examinar aquello que nos destruye. Para vivir con morbo y gozo la experiencia Highsmith.
(Patricia Highsmith, Relatos, Barcelona, Anagrama, 2018. 879 páginas).